domingo, 26 de octubre de 2014

Conversaciones con David Foster Wallace




Conocí a David Foster Wallace en el otoño de 2005. Sin embargo, no llegamos a hablar hasta mucho tiempo después. Él publicaba en castellano Extinción y el ejecutivo exhausto y destrozado que se refugiaba en un baño público que coloniza la portada me fascinó. Yo era demasiado joven para hablar de anomia. Wallace demasiado viejo para hablar del Ello. Ya estaba todo dicho. Yo comenzaba. Y él se acercaba a desenlaces unilaterales. Fue cuando murió, ya bien enterrado, cuando empezamos entablar contacto. Siempre he tenido una tendencia insana a relaciones poco ventiladas.

Nunca hemos compartido una mesa. O un café. No lo he visto masticar tabaco. Ni él a mí tartamudear. Pero hemos coincidido en lugares. Espacios de mutuo tránsito. Referencias geográficas que no se pueden cartografiar.