Jamás
hubiese leído algo como Jungla de
Saltamontes. No sabía quién era Andrew Smith hasta hace un par de meses. Y
esa portada horrible de tres adolescentes huyendo por un maizal, perseguidos
por un ejército de mantis cicladas no tenía nada que ver conmigo. Claro que la historia tiene una forma
retorcida y truculenta de hacerte ver lo que necesitas ver de un modo u otro. Y
no hay instrumento del destino más afilado que este señor y sus reseñas sobre toda esa literatura de serie B por la que me siento fascinado. No tardé mucho
en encontrar el libro en la última balda de una estantería cualquiera de una
librería cualquier de Barcelona. Detrás de un montón de romances paranormales y
chicas anémicas, aparecieron miles de patitas de insecto curvadas, de antenitas
diabólicas capaces de detectar al lector que las buscaba. Jamás hubiese entrado
en esto por mí mismo. Pero la historia ha demostrado que todas las veces que
tomamos un camino que no aparece en nuestros mapas, llegamos a lugares que
nunca habíamos visto. Los mapas no sirven para nada. Check. Los adolescentes y
los bichos sólo quieren follar. Check. La lectura más bizarra de la década.
Check.