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martes, 3 de noviembre de 2015

La mujer comestible

Margaret Atwood irrumpió en mi vida con una visión del futuro aterradora. El cuento de la criada nos presentaba un mañana totalitario en el que la religión gestionaba el cuerpo de las mujeres y las clasificaba por colores en función de su papel en la sociedad. En mi segunda incursión en el mundo de la autora canadiense miro hacia atrás, hacia su primera novela, buscando el origen de su prosa y de sus ideas. ¿Y qué he encontrado? De nuevo, el desasosiego de la mujer provocado por sus múltiples y poco edificantes roles. En este caso, la presión externa se manifiesta en la boca del estómago. Tragarse a uno mismo es el recurso fácil para desdibujar ideas y pensamientos propios. Atwood no alcanzaba ni los 30 años cuando nos dejó un punto de partida fascinante, un comienzo en su bibliografía que me ha dejado con hambre de más.


martes, 19 de febrero de 2013

El cuento de la criada


Si leo ciencia ficción con frecuencia es porque necesito que algo llegue y que rompa los esquemas de lo que creía cierto. Ideas que pongan en pie de guerra lo que daba por sentado. Y es que distorsionando en extremo lo preconcebido puedo entender qué hechos, qué símbolos, qué actos dan forman a lo que entiendo por cotidiano. En esta novela de Margaret Atwood no hay naves espaciales, ni poderes extrasensoriales aunque no hacen falta para incluirla dentro de la literatura de género. El futuro que aquí se nos presenta es tan terrible que el individuo no tiene un enemigo al que enfrentarse. Ni una pantalla a la que dirigirse. Ni un cuerpo propio al que aferrarse.

El rojo no es un color

Las criadas son la solución para el gran problema que supone el descenso vertiginoso de la natalidad. Vestidas de rojo de principio a fin, son asignadas a familias con recursos para que pueden perpetuar el linaje. No hay posibilidad de réplica. Ya no queda nada de aquella vida de finales del siglo XX. Las libertades individuales y los sentimientos se han convertido en un tema tabú sobre el que hablar, una utopía por la que ya nadie lucha.