
Justo
anoche terminé de leer Embassytown
de China Miéville. Y aún no asimilo todo lo que me han contado. El largo tiempo
que esperé para que esta novela llegase a mis manos ha merecido la pena. Cada
segundo de hype que he vivido me ha
sido devuelto con intereses. Ahora lo sé. Ahora, tras dejar atrás la Ciudad
Embajada, entiendo las altas cotas a las que puede llegar la ciencia ficción.
No es casual que la literatura que mezcla razas y civilizaciones, sea la que
produce este libro polimórfico lleno de divulgación lingüística, análisis
antropológico y entretenimiento en manada. Puede que no sea justo haciendo esta
reseña. Embassytown me ha gustado
demasiado.
Una palabra tuya bastará
Existe
un pacto tácito en todas la reseñas que he leído sobre Embassytown para no desvelar grandes partes de la trama. Y lo
cierto es que agradezco esa posición generalizada porque han sido muchísimas
las sorpresas a las que he tenido que hacer frente durante toda la historia. Sucede
que, lo que a priori parece el conflicto de la historia, se resuelve a las
pocas páginas y uno nuevo, más imponente, acapara todo el protagonismo. Este
juego de matrioskas trágicas funciona
a la perfección y no da tregua alguna al lector, ya que mientras uno sigue
adaptándose a las reglas del universo en el que se ha visto envuelto, la
historia le pide atención y agilidad mental.