Justo
anoche terminé de leer Embassytown
de China Miéville. Y aún no asimilo todo lo que me han contado. El largo tiempo
que esperé para que esta novela llegase a mis manos ha merecido la pena. Cada
segundo de hype que he vivido me ha
sido devuelto con intereses. Ahora lo sé. Ahora, tras dejar atrás la Ciudad
Embajada, entiendo las altas cotas a las que puede llegar la ciencia ficción.
No es casual que la literatura que mezcla razas y civilizaciones, sea la que
produce este libro polimórfico lleno de divulgación lingüística, análisis
antropológico y entretenimiento en manada. Puede que no sea justo haciendo esta
reseña. Embassytown me ha gustado
demasiado.
Una palabra tuya bastará
Existe
un pacto tácito en todas la reseñas que he leído sobre Embassytown para no desvelar grandes partes de la trama. Y lo
cierto es que agradezco esa posición generalizada porque han sido muchísimas
las sorpresas a las que he tenido que hacer frente durante toda la historia. Sucede
que, lo que a priori parece el conflicto de la historia, se resuelve a las
pocas páginas y uno nuevo, más imponente, acapara todo el protagonismo. Este
juego de matrioskas trágicas funciona
a la perfección y no da tregua alguna al lector, ya que mientras uno sigue
adaptándose a las reglas del universo en el que se ha visto envuelto, la
historia le pide atención y agilidad mental.
Como
si Miéville desde la cabina del piloto nos gritase “agárrense fuerte,
señoritas”, el autor nos hace de guía turístico por un planeta donde humanos y
Ariekei –raza alienígena con un lenguaje peculiar- conviven y se
retroalimentan. Lo que en principio se plantea como una pacífica coexistencia, salta en pedazos cuando los Ariekei descubren la mentira que los humanos han
llevado a cabo para sustentar la comunicación.
En
poco más de 400 páginas, el autor utiliza este escenario para hablar casi de
todo. Lenguaje, sexualidad, política, religión, drogas, manipulación genética…
La lista es interminable, pero funciona. Nada queda forzado. Cada motor trae
sus propios conflictos y las directrices de la historia están tan bien marcadas
que uno forma parte de lo que sucede en todo momento. Amén del salto de
información que uno tiene que dar en las primeras 70 páginas para llegar a
entender las peculiaridades de este universo propio.
"Queremos decidir qué oímos, cómo vivimos, qué decimos, qué hablamos, qué significamos, qué obedecemos." #CiudadEmbajada
— Sergio (@Sergsab) June 22, 2013
China Reiniciado
Tras
haber leído cuatro de sus novelas, puedo decir que Miéville es el autor más
polifacético con el que me he cruzado. En cada una de ellas ha investigado un
género diferente. Y no es que no tenga un estilo definido, es que su prosa camaleónica
se adapta a cualquier exigencia que la historia demande.
Este
Embassytown es su incursión más pura
dentro de la ciencia ficción. Y los numerosos premios que se ha llevado la
novela dejan claro que ha salido ileso de la prueba de fuego. Como si fuese un
experto absoluto en la materia, domina las claves del género de una forma digna de
los auténticos maestros.
Aunque
haya un proceso terminológico potente, una vez superado, Miéville nos ubica dentro
de una ciencia ficción antropológica. Son las relaciones lo que aquí importan. No
es otra la historia que nuestra forma de hacernos entender y las medidas que
tomamos cuando esto no sucede. Y es tan simple y humano lo que aquí se cuenta,
que Miéville se permite el lujo de convertir su historia en toda una proeza
estilística. Pocos han conseguido hacer,
como él, festivales pirotécnicos con el fuego de la conciencia. Y aquí estoy,
aún ardiendo y dándole las gracias.
"Insistiendo en una posibilidad, cambiaba lo que era. Había aprendido a mentir para insistir en una verdad." #CiudadEmbajada
— Sergio (@Sergsab) June 22, 2013
Lo que no es cierto es mentira
Nunca
antes había leído un alegato tan certero sobre las mentiras. Sobre aquello que,
sin ser cierto, facilita una expansión auténtica. Luego lo llamarán imaginación o metáfora, o cualquier otra palabra que no nos ensucie las manos.
Pero lo cierto es que mentira es la
palabra que designa a aquello que no es cierto. Mentira es la palabra que usa Miéville.
Hemos
erigido una cultura basada en la Verdad Ortodoxa. Y es tan opresiva que el
mercado negro de lo falso se está comiendo los cimientos de aquello que somos.
Y ahora, por miedo, por distancia, fingimos quiénes somos, disimulamos sobre lo
que queremos, ahondamos en lo inverosímil para no confesar qué sentimos. Todo
ha quedado trastocado. Engañamos porque la verdad se ha vuelto referencia de
nada salvable. Y lo vestimos de cierto porque aún no nos atrevemos a elevar la
mentira a un estadio de genuino, de revelación.
Mentimos
con tanta facilidad como censuramos la falsedad ajena. Porque, a pesar de hacerlo
todo el tiempo, nos coge por sorpresa que el otro también sea capaz. Y no
queremos, nunca, que el otro sea mejor que nosotros en el arte de disfrazar la
realidad de tal modo que para guiarse por ella lo necesitemos ciegamente. De
ahí el miedo de los humanos ante la habilidad de mentir de la que carecen los
Ariekei. De ahí el debacle en Embassytown,
donde aprendes que la mentira produce daños relativos, mientras que la verdad
sólo muerde en valores absolutos.
Ahora, lo dicho era no-como-es. Lo que decían ahora ya no eran cosas ni momentos, sino sus pensamientos, aquello que señalaban: el significado ya no era una faceta plana de esencia; signos desprovistos de lo que señalaban. Para hacer eso hacía falta una mentira. Con esa espiral de aseveración-abnegación llegaron las sutilezas, y los Ariekei se convirtieron en ellos mismos. Estaban enfermos de realidad, y los significados se desviaban bruscamente de su trayectoria. Ahora cualquier cosa era cualquier cosa. De pronto sus mentes eran mercaderes: la metáfora, como el dinero, igualaba lo inconmensurable. Ahora podían ser mitólogos: nunca habían tenido monstruos, pero ahora el mundo estaba lleno de quimeras, cada metáfora era un empalme. El corazón es una urbe, dije, y un corazón y una urbe se suturaron para formar una tercera cosa, una urbe acorazada; y las urbes están teñidas de corazón, y los corazones también están teñidos de urbe.
Vas a conseguir que lea ciencia ficción. Es todo un logro, eh.
ResponderEliminarEres un maestro de las reseñas (no-reseñas).
¡Un beso!
Ja! Hazlo por favor, iría a tu casa con helado de chocolate para ayudarte en los momentos más complejos de la trama!
EliminarSublime, como siempre. Mieville se merece una reedición de Embassytown con tu reseña como prólogo. No digo más.
ResponderEliminarGracias Claire! Espero que tengas la oportunidad de leer esta novela. Cuesta entrar, pero es impresionante una vez que participas de sus reglas!
EliminarLittle bye!
Wow, Sergio. Has hilado muy, muy fino. Es cierto que es todo un reto hablar de la novela sin desvelar demasiado. Lo mejor es como vamos interiorizando los términos que van apareciendo hasta que los digerimos y los usamos con naturalidad. El mismo Miéville dice que se arrepiente de haber creado la acepción "floaking" porque el significado se está desvirtuando. Yo solo he leído este y "The city and he city" que también me gustó bastante pero Embassy me parece una proeza en creatividad. Esperaba, no sé por qué, un final más radical pero el giro "absurdo", sabes por donde voy :) me pareció de lo mejor del libro. Un abrazo :)
ResponderEliminarJajaja, quizás me he pasado un poco en mi rol de hilandera?? Lo cierto es que la relojería interna de Embassytown es increíble. No estira motores, cuando éstos se agotan surgen nuevos. Con todas las ideas que hay aquí, otro autor hubiese hecho una saga de 7 libros -sí, hablo de Orson Scott Card...-. Sin embargo, China va al grano y no para de crear nuevos preceptos sobre los que no dar tregua a sus personajes.
EliminarAsí, sí. Así, compro!
Gracias por pasarte José. Un abrazo!
No, creo que has hilado lo justo. Me llama la atención lo que dices, es algo que no paraba de pensar mientras leía la novela, en las ideas y subtramas hay material para varias novelas. Me gusta Orson Scott Card pero es algo inabarcable ajjaja.
EliminarVale, creo que es la reseña más inteligente que he leído nunca. En serio, me ha encantado y creo que voy a tirar todo por los aires y coger el libro ya mismo, que lo tengo esperándome en la estantería.
ResponderEliminarTe sigo desde ya :)
Hola Elena!
EliminarGracias por pasarte, tus palabras me han subido mucho el ego! :P
Lo cierto es que todo el énfasis que pongo en la novela, lo merece. Si tienes hueco, deberías darle una oportunidad.
Un saludo!
Me toca ser la voz discordante. Tal vez fuera culpa del hype, o de la fascinación que me había causado "La ciudad y la ciudad", pero mi lectura de "Embassytown" ha estado marcada por una cierta decepción.
ResponderEliminarHa sido una erosión lenta. Al principio las imágenes que desgranaba Miéville me fascinaron hasta convertirme en un yonki de sus palabras que pasaba las páginas ebrio de maravilla. Pero conforme este nuevo mundo se iba a asentando fue dejando paso a una trama en la que los personajes se movían como golems carentes de alma, sin que creyera en sus motivaciones ni sintiera empatía alguna por ellos. Me daba la impresión de que Miéville se había esforzado en conseguir un escenario apabullante para luego dedicarse a orgulear durante el resto de la historia.
Un saludo
Supongo que es difícil empatizar con algunos de estos personajes, pero lo cierto es que las ideas no quedan forzadas en el conjunto y son transmitidas sin que se les vea los engranajes al asunto.
EliminarLo cierto es que a mí me ocurrió lo que comentas justo con "La Ciudad y la Ciudad" me pareció que se desinflaba por momentos y ese final no llegó ni por asomo a todo lo prometido.
¡Cuántos Miéville caben en sólo autor!
Gracias por pasarte Malapata!
Yo también siento ser otra voz discordante.
ResponderEliminarEntiendo tu entusiasmo, yo he sentido algo parecido recientemente con novelas como "Stone Junction" de Jim Dodge, "¡Todo importa!" de Ron Currie o "Todas las familias son psicóticas" de Douglas Coupland, por nombrar algunas donde hay ciencia ficción o distopía.
Pero con Miéville no congenio... No hay manera.
"La ciudad y la ciudad" y "Ciudad Embajada", tienen una base muy potente, un universo muy original, así que no logro comprender porque crea las tramas tan poco interesantes, si se trabaja tanto el escenario, los personajes deberían vivir historias tremendas en él.
Un abrazo
Da igual que discrepes Jordi, valoro tu criterio como el que más. Justo por eso me embarqué en "Stone Junction", por eso busqué por toda Barcelona "Todo importa" hasta conseguirla, por eso atesoro mi ejemplar de "Todas las familias son psicóticas". Por tu criterio acabo cazando cualquier cosa de Lethem con la que me cruzo...
EliminarHay novelas y momentos y lectores. No coincidimos en este trozo de mapa, pero hemos cartografiado mucha literatura juntos. Y supongo que seguiremos haciéndolo.
Como siempre, gracias por pasarte!
Un abrazo!
Por supuesto que coincidimos y coincidiremos, sin ninguna duda, con muchas lecturas.
EliminarYo también valoro tu criterio (por eso me sabe mal discrepar tanto en esta ocasión con vosotros, porque valoro el tuyo y el criterio de José, Aramys etc.), y siempre te agradeceré haberme embarcado en Mortal y Rosa.
Un abrazo enorme ;)