martes, 1 de abril de 2014

IMM #10 - Marzo 2014


El 9 de marzo es el día del libro. No es que en dicha efeméride Pessoa descubriese la crueldad del mundo o que a Kelly Link le regalasen los cuentos completos de Lovecraft. Nada de eso. Fue el día en el que mi madre dio a luz entre sangre, sudor, lágrimas y tinta a un niño de 3 kilos y 560 páginas. Una matrona y un bibliotecario hicieron el trabajo sucio. Desencuadernar la placenta y darle la primera cachetada en la nalga con un ejemplar de El Ruido y la Furia (por eso Faulkner siempre me hace llorar). Y desde entonces ¡Mirad cómo camino! Recuerdo a mi madre poniéndome cada noche un punto de libro bajo la axila izquierda para recordar al día siguiente por dónde había dejado yo la conversación. Recuerdo a mi padre doblándome la oreja por una esquina para hacer exactamente lo mismo. Pero lo que más recuerdo son mis cumpleaños, cuando los humanos llegaban a casa con ejemplares vivos de historias escritas. Cada 9 de marzo, la tinta volvía a sus orígenes. Y los libros rugían en manada y doblaban sus rodillas inexistentes ante mí. Este 9 de marzo no ha sido una excepción, ¡mirad cómo acumulo!