viernes, 19 de junio de 2015

Gracias por la compañía



Las primeras citas son lo único que nos ha quedado de la idea clásica de purgatorio. ¿Quién no ha fingido alguna vez ir al baño para pasar por caja y pagar su parte de la cena antes de salir por la puerta de empleados? Existe toda una literatura sobre primeras veces porque hay material suficiente para hablar de ello hasta la siguiente fase evolutiva, una mucho más sabia en la que, a la hora de conocer a alguien, se te ofrece un estudio de mercado, un análisis psicopedagógico y una serie de entrevistas breves con familiares y amigos cercanos al sujeto en cuestión. Sí, las primeras citas sacan lo peor de ciertas personas, concretamente de aquellas que se sientan frente a ti. Mi primera cita con David Foster Wallace fue un error absoluto de fondo y forma. Me pareció insoportable y repulsivo. Mi primera cita con Lorrie Moore me pareció algo mucho más terrible. Y es que no hay nada peor que aquello presumiblemente divertido. Aquello que te subraya Ríase Aquí. Con Foster Wallace pude resarcirme. Admití mi error y acabé claudicando ante el talento de este señor con problemas severos de sudoración. Ahora, la justicia cósmica ha puesto a Moore otra vez en mi camino. Y, para mi sorpresa, me ha gustado, me he reído y he podido relajarme un poco en el tú a tú. Quizás es hora de que empiece a asimilar que lo que sale mal en todas mis primeras citas soy yo.

domingo, 7 de junio de 2015

Los Tejedores de Cabellos

¿Qué hago leyendo una novela alemana de ciencia ficción que fue publicada en 1995? No puedo evitar responder a eso con otra pregunta ¿qué haces que no la estás leyendo tú? Porque hay algo dentro de Los tejedores de cabellos que se ha burlado del tiempo durante veinte años y sigue vivo y sigue nuevo. Algo en la historia de un planeta perdido y dejado de lado me ha secuestrado durante cuatro noches seguidas. Para que te hagas una idea, esta novela es como esas pelis indie que sólo puedes conseguir por canales ilegales, esas que tu culture dealer te insista a que pruebes antes de que la Autoridad sea consciente de la filtración. Sí, aquí la autoridad, el tiempo y cosas injustamente olvidadas giran en torno a una misma idea: la capacidad de supervivencia de la belleza es inaudita y autorreferencial. Los motivos se mueren o se borran. Pero el acto de lo bello permanece intacto. En serio, os juro que es ciencia ficción.