domingo, 7 de junio de 2015

Los Tejedores de Cabellos

¿Qué hago leyendo una novela alemana de ciencia ficción que fue publicada en 1995? No puedo evitar responder a eso con otra pregunta ¿qué haces que no la estás leyendo tú? Porque hay algo dentro de Los tejedores de cabellos que se ha burlado del tiempo durante veinte años y sigue vivo y sigue nuevo. Algo en la historia de un planeta perdido y dejado de lado me ha secuestrado durante cuatro noches seguidas. Para que te hagas una idea, esta novela es como esas pelis indie que sólo puedes conseguir por canales ilegales, esas que tu culture dealer te insista a que pruebes antes de que la Autoridad sea consciente de la filtración. Sí, aquí la autoridad, el tiempo y cosas injustamente olvidadas giran en torno a una misma idea: la capacidad de supervivencia de la belleza es inaudita y autorreferencial. Los motivos se mueren o se borran. Pero el acto de lo bello permanece intacto. En serio, os juro que es ciencia ficción.



La desacralización de las fibras

Los tejedores de cabellos fabrican una sola alfombra en toda su vida. Para ello utilizan el cabello de sus mujeres. La venta de esta pieza de artesanía otorgará los recursos suficientes para que el único hijo varón que un tejedor puede permitirse empiece el ciclo nuevamente. Así ha sido siempre. Y así será. Para gloria del Emperador. Pero siempre es un concepto difuso. Y el planeta de los tejedores, ignorado durante mucho tiempo, vuelve a aparecer en los radares estelares, permitiendo la llegada de la más demoledora noticia del universo: el Emperador ha muerto.

¿Cómo puede salvarse una tradición milenaria cuando aquello que la sustenta ha desaparecido? Fácil. Ignorando ese pequeño detalle. Los tejedores de cabellos es una novela que destaca por muchas razones, pero el debate sobre la desacralización forzada es uno de sus puntos claves. Y es que abrir los ojos a la verdad puede dejar ciego a cualquiera que haya asimilado fielmente la oscuridad de una fuerza superior tutelar que decide el sentido de nuestras vida. Eschbach se marca una revisión del Mito de la Caverna con artesanos y naves espaciales que no pierde en ningún momento el mensaje sobre el que se construye.


Trenzado de voces

La historia de esta novela plantea un conflicto que permea a los personajes a muy diferentes niveles. Aunque, tras leerla, hablar de personajes podría dar una idea equivocada de las voces narradoras de esta novela. Porque si bien es cierto que tenemos una trama cuyas incógnitas y claves viajan en la misma dirección, también lo es que carecemos de protagonistas en el sentido estricto del término. Durante los diecisiete capítulos, el punto de vista pasa de un personaje a otro, enfocándose en cada episodio en una porción del amplio espectro sociocultural que puebla este macrouniverso. Y aunque uno puede encontrar pasajes interconectados entre todas sus partes, nunca se repite el narrador. Más allá del interés que despierta la historia, es una maravilla ver cómo el autor desgrana el día a día y la idiosincrasia detrás de este conjunto de sujetos narrativos. Extiende el contexto que sujeta la historia de tal modo que en poco más de doscientas páginas todo se vuelve legítimo y significativo. Una proeza estilística que, sin ser nada que no se hubiese visto antes, funciona a la perfección. La idea de tejer se desborda de estas páginas y se resignifica para cobijar la capacidad de contar historias como ésta, cuentos trenzados en voces que se cruzan para enseñarnos una imagen mucho mayor que la mera suma de sus partes.


Los hilos sueltos de la literatura

A veces la maquinaria del marketing funciona a la perfección en situaciones pésimas. A veces las manos adecuadas pasan las páginas del libro oportuno. Otras, en cambio, el olvido le juega una mala pasada a libros demoledores. Todos sabemos cuáles son esas grandes obras que hay que leer. Nadia se salta la lista de autores must! que cada año va creciendo. Pero ¿qué pasa con todos esos libros a los que no se les otorga la oportunidad que se merecen? Todos esos libros sueltos que aparecieron en el momento equivocado, a la sombra de un evento que los eclipsó. Hay mucho de romanticismo de volúmenes perdidos, de autores muertos que carecen de la correcta sepultura. El caso más reciente de esto es el Stoner de John Williams. Un libro invisible hasta que todo el mundo empezó a alabarlo a raíz de un par de artículos periodísticos sobre arqueología literaria.


Los tejedores de cabellos corre la misma suerte. Olvidado injustamente y rescatado de mercadillos de segunda mano con el fin de otorgarle un lavado de cara. Sé que no soy el único que opina cuán necesaria es esta novela –si lo fuese, nunca la hubiese encontrado-. Es un secreto a voces, un uso demócrata del término ‘clásico’ reconquistado por y para el pueblo. Aún hoy sigue sin explotar del todo como el fenómeno Williams, pero no creo que la novela de Eschbach sea menos merecedora de ello. Y aunque exista esa absoluta satisfacción mezquina de saberse conocedor de algún espacio que muchos otros aún ignoran –espacio físico o literario- es de justo y de persona loable decir dónde uno ha encontrado agua.



4 comentarios:

  1. Es uno de mis libros favoritos, me encantó desde el principio hasta el final... El capítulo del Palacio de las lágrimas es genial =)

    Besotes

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    1. Hola Shorby!

      Me alegra que tú también dieras con el libro. El capítulo que comentas es una auténtica pasada, todo estático pero digno dentro del conjunto. Más allá de la historia, es la forma de contarla lo que me hizo recomendarle a todo el mundo esta historia.

      Gracias por pasarte!

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  2. Pues me hacía falta sentarme y leer con tranquilidad, que ayer leí la reseña por la calle aunque con toda la atención debida. Todo lo que cuentas me gusta y como has visto ya me he hecho con él, espero poder entenderlo sin demasiada dificultad.

    Me has aclarado en un proceso de rethink through yourself mi opinión sobre Stoner que se quedó con 4 estrellas porque es un gran libro, jamás dije que no pero quizás adolecía de cierta transgresión formal que no estuvo a la altura de mis expectativas y por eso mantengo mis postura. Me acaba de pasar con Wittgenstein's Mistress, lo acabo de reseñar, otra obra maestra bajo sepultura indebida, está descatalogado en España. ¿Nos dedicamos a sacar reliquias? Como tú dices, si no lo hace nadie, lo tendremos que hacer nosotros.

    En cuanto al libro en cuestión, me encanta la trama, más ún la reseña, listo estás para ser devorado, he caído en las redes de ese culture dealer indie.... a propósito, ya hay un Sundance disponible, que sé que te interesa... "It follows", veremos qué tal. Un abrazo y una tregua :P

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    1. Hola José,

      Sí, hay cierto regusto ególatra en señalar un libro que pasó desapercibido y gritarle a todo el mundo '¿Por qué dejamos pasar por alto algo como esto?'. Pero en algunos casos no tiene nada que ver con ir a contracorriente. A veces es que todo el mundo está tan ocupado con alguna otra cosa innecesaria, que dejamos de lado la historia que merece la pena.

      En cualquier caso y continuando con la metáfora de la sepultura, tenemos suerte de tenerte como profanador de tumbas y rescatar joyas a las que no les hace bien alguno continuar enterradas.

      Gracias por pasarte.

      PD: ¡Ya me dirás qué tal estos tejedores!

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