Viaje de invierno

Hace frío, te quiero

“Cuando hace frío la mayoría de las cosas van más deprisa o llegan antes”. Esta frase de uno de los personajes de Los Amantes del círculo polar (Médem, 1998) podría definir perfectamente la última novela de la siempre peculiar Amélie Nothomb.

Esta vez nos cuenta la historia de Zoilo, el representante de una compañía eléctrica que queda petrificado por el frío, por el amor y por la repugnancia dentro del mismo espacio físico. Esta tríada de sensaciones llega de la mano de Aliénor, una escritora discapacitada y Astrolabio, su fascinante cuidadora, ayudante y compañera de piso. Zoilo, cuyo primer objetivo es erradicar la hipotermia de la vida de este extraño dúo, ve cómo sus intentos se van frustrando. Poco a poco va cediendo terreno al frío, bajando las defensas y entrando más y más en ese extrañísimo microcosmos gélido.

De puntillas sobre escarcha

Los conocidos de Nothomb la encontrarán fiel a su estilo. Breve, directo. Lleno de máximas para soltar en voz alta a quien quiera escucharlas. Si bien es cierto, que no brilla mucho el humor en este Viaje de invierno, al menos podemos decir que toca temas no vistos antes en la autora, como las drogas naturales o el terrorismo.

Zoilo, protagonista masculino –algo no muy común en la autora-, tiene las intenciones muy claras respecto a su forma de estar en el mundo. Vemos cómo se enamora, también su rabia ante la imposibilidad. El frío como metáfora del desencanto queda patente desde la primera línea, razón de más para que sólo Zoilo sea el único que lo viva como un problema a erradicar.

Un hogar llamado Diciembre

El amor interrumpido, la imposible desvinculación de lo que nos constriñe, hongos alucinógenos y una réplica parisina del 11-S. Todo cabe en las escasas páginas de este viaje a ninguna parte, cuyo destino sólo revelará cómo uno puede acostumbrarse a ecosistemas emocionales que atentan contra la propia existencia.

Es fácil vivir con Zoilo el frío de este invierno literario. Podemos comprender el encanto que desprende Astrolabio. Incluso seremos capaces de extrañarnos, reírnos y aceptar la forma de existir de Aliéna. Un libro poco ambicioso, que no decepciona ni entusiasma, pero que agrada gracias a ese olor tan conocido. Y es que el estilo de la belga es como ese jersey antiguo que resiste imbatible ya tantos inviernos.

Amélie Nothomb (1967, Kobe)

Tenía que destruir algo hermoso. ¿Acaso se destruye otra cosa? No existen ejemplos humanos de atentados contra la fealdad. No es lo bastante apasionante como para justificar tanto esfuerzo. Lo extremadamente feo sólo suscita una indignación estéril. Sólo lo sublime monopoliza el ardor necesario para su degradación.