Hasta
que la novela de Kiernan no estuvo en la calle, ya avanzado un tiempo, no tuve
conciencia de la existencia de ella. Luego, cuando vi la hermosa edición que
Valdemar se había trabajado, así como la historia de la creación artística a
través de la psicosis y la locura, no pude más que ir en su búsqueda. Ahora,
tras haber acabado la novela, puedo decir que el viaje ha sido satisfactorio
pero con considerables altibajos. La magia ha sido forzada en algunos recodos y
quizás eso ha resentido mi lectura, pero es innegable el talento de la autora
para crear ambientes, así como una prosa hipnótica. Hay sin duda mucho que sale a flote en esta novela sumergible.
Las musas saben dónde vives
Imp
ha escuchado el canto de las sirenas y el aullido del lobo. La llamada de lo
salvaje resuena en su cabeza a un volumen ensordecedor. Porque Imp es la última
superviviente de una larga tradición de mujeres esquizofrénicas. Una bestia
agazapada que anida en su mapa genético y que se manifiesta ante los estímulos
más inesperados. Sobre todo si esos estímulos tienen una naturaleza
sobrenatural. Y es que Imp está obsesionada con un cuadro, La joven ahogada, que una vez vio en un museo, y con todo lo que
dicha imagen esconde. Que es mucho. La sombra de una sirena y la promesa
de una muerte horrenda anidan en sus fibras. La llegada de dos criaturas transformadas
en auténticas mujeres hará que la batalla se desencadene: en primer lugar,
Abalyn; en segunda posición y por partida doble, Eva. Las tres piezas claves de
este rompecabezas en el que la imagen formada tras su resolución dista mucho de
ser complaciente y lógica.
La
promesa de salir a flote o de hundirse para siempre en el misterio que carece de
aire y presume de profundidad. Esta es la historia de dicha dualidad amenazante.
El relato de cómo todo se distorsiona dentro de nosotros para otorgarnos nuevos
roles, nuevos patrones de conducta y nuevas formas de mirar a aquello que ya
nos ha vencido anteriormente.
"Si sólo querías que lo recordase de una manera, no deberías haber permitido que sucediera dos veces."
Caitlín R. Kiernan
— Sergio (@Sergsab) June 7, 2014
La verdad os hará libré a cualquier
precio
Si
algo destaca en esta novela, por encima de todo lo demás, es el
estilo superviviente de Kiernan. Leerla es una experiencia lisérgica. Ni
siquiera la historia puede competir con la forma en la que se nos narra. Su
dominio para combinar registros y voces es absoluto. Y la prueba irrefutable de
ello es Imp. La historia contada por ella misma, gira, avanza y retrocede
durante todo el recorrido. Imp debe formar parte de la larga tradición de
narradores subjetivos de la literatura como un ejemplar digno de mencionar en
simposios y reuniones clandestinas. La veracidad de la historia muere desde el
minuto uno en la que se nos presenta. Pero esta mortalidad repentina, lejos de
mostrarse como una deficiencia de la autora, asume el rol de definir desde la
primera línea al personaje con el que iremos de la mano.
Descubrir dónde
limitan la monstruosidad exterior y la fantasmagoría autoinducida es uno de los
juegos que nos presenta este relato. Y, aunque confieso que a veces puede
cansar, la chispa se mantiene viva hasta sus últimas consecuencias. Kiernan ha
dejado pistas suficientes tanto dentro como fuera del libro como para que nos
preguntemos a nosotros mismos si la locura es una enfermedad de transmisión
visual o una especie de iluminación que puede aprehenderse, desprendiendo en el
acto todo atisbo de inutilidad preconcebida. Sí, volverse loco es una opción.
"Digo cosas que no son verdad porque necesito que sean verdad."
Caitlín R. Kiernan
— Sergio (@Sergsab) June 14, 2014
Dermatología Avanzada
Todos
somos lo que parecemos. Las identidades secretas, los disfraces y las máscaras
funerarias no paran de recalcar el hecho de que el momento en el que fingimos
ser cualquier otra cosa, asumimos dicha identidad. La masticamos y ahí, entre
los dientes, queda patente y manifestada como algo propio. Da igual que el que
nos conocía, ya no reconozca a su semejante. Existe un punto difuso en el que fingir ya no es un verbo que podamos
permitirnos y la piel sintética que hemos alquilado nos atribuye a un nivel
orgánico sus propiedades. Un umbral lleno de niebla, lleno de agua, lleno de
cutículas mal arrancadas donde, al decir ¿en
qué me he convertido?, no debería usarse un tono interrogativo.
Imp
sabe que se dirige inexorablemente a su siguiente estado evolutivo, aunque el
resultado sea de todo menos complaciente. La voz no saldrá de su garganta sino
de su cerebro. Los números restarán cordura. Las paredes y las personas tendrán
oídos pero ella no hablará. El océano, en esta nueva realidad que se ha
inventado, cabrá en el fondo de una bañera. Y vivir ya no será indispensable,
porque en las historias de fantasmas, ni las palabras ni los personajes tienen
la necesidad de bombear sangre.
Sí,
transformarse exige conocerse, ya que uno sólo puede destruir algo cuando sabe
por dónde respira. Que nadie se sorprenda. No es este el momento en el que uno
aparta la mirada. No hay nada nuevo en esta revelación tardía. Quizás
autoengaño, poco más. Cambiar es dejar paso a lo que llama a la puerta por
educación, sabiéndose propietario de lo que un día fue nuestro. Cambiar es
creer es sirenas, en hombres lobos, para asustarse menos del monstruo que
reside en nuestro cerebro disfuncional. Al final uno sólo puede salvarse de la
entropía biológica que somos gracias a la mitología explicativa. Porque son las
palabras las primeras en convertirse en algo completamente diferente con el
único fin de mostrarnos un camino.
Caitlín R. Kiernan |
No es lo conocido a lo que tememos. Lo conocido, por muy terrible o peligroso que pueda ser para nuestras vidas y nuestros cuerpos, es algo que nuestro cerebro puede abarcar. Siempre podemos responder a lo conocido. Podemos urdir planes contra ello. Podemos averiguar sus debilidades y derrotarlo. Podemos recuperarnos de sus ataques. Algo tan simple como una bala bastaría. Pero lo desconocido se desliza a través de nuestros dedos, tan insustancial como la niebla.
Para ser sinceros, creía que te iba a gustar más porque a mí me gustó más. Con Imp descubrí nuevas formas de perder la respiración. Y uno no se olvida de la primera vez. Aunque suceda en dos ocasiones. Disfruté mucho de su lectura, de sus recovecos, de sus verdades piadosas y sus medias mentiras.
ResponderEliminarAunque claro, cuando solo eres un 12% psicótico hay detalles que se te escapan...