Empiezo desde cero. O desde doce. O empiezo por la mitad.
Los comienzos son atroces. Los puntos de partida nos destrozan en el sentido
más homicida. Nada hay antes de que alguien comience a hacer algo. Parir bebés,
sistemas y nuevas visiones es algo que te deja sin sangre. Lo que nunca se hizo
no tiene referentes en nuestro cuerpo. Por eso tanteamos con los brazos
extendidos hacia donde creemos que nos dirigimos. Y tartamudeamos. Y nos
perdemos, claro. Qué ingenuos. Si todo saliera bien a la primera no habría
tanto miedo. Alejarse por primera vez. Follar por primera vez. Incendiarse por
primera vez. Luego perdemos la humildad, las membranas, los trenes de cercanías
sin ningún tipo de alarma. Luego nos decimos que no fue para tanto. Pero en
secreto nuestro cuerpo lo apunta todo. Como en primero de carrera. Nuestro
cuerpo no quiere volver a pasar por algo parecido sin información. Sin saber
qué pudo haber salido mal. Hace un año empecé estos IMM a pesar de que me
parecían una tontería. Acumulación indeseable de libros
bonitos. Todo pudo haber salido mal. Y yo, que ni celebro los aniversarios de
mi blog, me veo aquí hablando con alegría de todas las palabras que he ido
juntando. Mías y ajenas. Y, no sé, me hace gracia. Comenzar un año más. Mi
cuerpo dice que está preparado. Mis ojos pueden soportar unas cuantas portadas
más. Y mis dedos se han vuelto expertos en recorrer los lomos de los libros que
siempre he necesitado aun sin saberlo. Ahí va. Empiezo desde cero, pero sin
sangrar.
1. Forastero en
tierra extraña – Robert A. Heinlein
Hay ciertos clásicos dentro de la ciencia ficción que uno
cobija bajo dicha etiqueta porque no hay ningún otro género que pueda
adoptarlos. Libros en los que la historia, lejos de surcar galaxias o buscar
nuevos usos a los viajes en el tiempo, lo que hace es destripar lo humano desde
la metafísica más arriesgada. Un libro de culto, amado y censurado, en el que
Heinlein demuestra que puede crear obras en las que poner en tela de juicio
aquello que decidimos dar por supuesto sin saber exactamente cuándo ni por qué
comenzó. Una edición vieja y transportable para que me acompañe el tiempo
necesario.
2. Lejos de Ghana –
Taiye Selasi
La primera fue Zadie Smith. Ella es el origen. El punto de
partida en esta nueva oleada de mujeres de origen africano decididas a
reescribir una historia y a recalibrar una voz. Luego Helen Oyeyemi hizo un par
de trucos de magia para que prestásemos atención. Chimamanda Ngozi Adichie dio
la última patada al techo de cristal en el que se encontraban estas voces,
estas mujeres. Y llegó la señora Selasi con el propósito de desvincular toda
esta prosa de la etiqueta novela africana. Otorgándole la dimensión de literatura
a todo aquello que hasta ahora subsistía en un nicho literario reduccionista.
El cómo está dentro de esta novela. El por qué ya no hace falta explicarlo.
3. Cosas por las que
llorar cien veces – Kou Nakamura
Carezco de cualquier tipo de criterio para filtrar la novela
japonesa. Bien me vale un Sōseki que una novelita sentimental con la que acabar
destrozado en secreto. Y es que como ya me pasó en su día con Un grito de amordesde el centro del mundo, estas novelas siempre me sumergen en un contexto
japonés por el que ya merece la pena el viaje. La idiosincrasia nipona, así
como cuencos y cuencos llenos de ramen me convencen para pegarme una vuelta por
los derroteros emocionales de esta pareja que un día deja abierta la puerta de
casa y la enfermedad se cuela sin haber avisado. Nada nuevo bajo el sol
naciente. Y, sin embargo, aquí estoy, comprando.
4. La memoria del
tiburón – Steven Hall
A veces me sumerjo en aguas profundas para encontrar cosas
que no salen a flote por sí solas. Este libro ha pasado desapercibido por un
tiempo. Y no entiendo por qué. Su estructura, su historia de reconstrucción y
su mitología subacuática bien merece una segunda mirada. La atención que todos
deberíamos depositar en la chica tímida del baile es una inversión maravillosa
cuando encontramos a la persona más interesante en kilómetros a la redonda. Y
justo este libro me lleva mirando un tiempo desde las baldas para que lo saque
a bailar. A airearse. A mostrar sus plenas facultades para entender el error
que hubiese sido no haberle dado nunca una oportunidad. Sí, hay una culpa
reminescente por aquellos delitos que podríamos haber cometido por pura
ignorancia. Y este libro acaba detectando a los ignorantes.
5. Los hermanos
Burgess – Elizabeth Strout
En 2013, Strout volvió a las riendas de su particular tinta
con una nueva novela. El público en español no tuvo que esperar mucho ya que El
Aleph no tardó en traernos este retablo familiar cuya punto geográfico recae
sobre la literaria Maine. La ganadora del Pulitzer vuelve a desplegar su
costumbrismo humano y sosegado para calcar sobre el papel las relaciones
quebradizas de unos hermanos que tienen que regresar al lugar al que juraron no
volver. La revisión bifurcada del regreso del hijo pródigo cobra una nueva
lectura de la mano de esta autora que sabe diseccionar la tragedia cotidiana de
convivir con todo aquello que no pudimos llegar a ser. La alegría amarga de
todo aquello en lo que nos convertimos sin permiso de nadie.
6. Amado mío – Pier
Paolo Pasolini
El cineasta italiano nos dejó un legado literario que, si
bien no tienen la repercusión de su filmografía, no le falta calidad para
destacar dentro del género escrito. Lo último que nos llega del maestro
Pasolini son dos novelas breves recogidas en el mismo volumen y que se
articulan en torno al efebo adolescente y a la capacidad para desintegrarse
ante la pasión consumada. La belleza desproporcionada y la violencia que
regurgita el corazón del hombre se dan la mano en estas historias de carácter
autobiográfico, ensalzando aún más el mito y
configurándolo como un humano explícito y demoledor.
7. Vestidos de noche
– Yukio Mishima
Si algo debemos agradecerle a Alianza (y a Carlos Rubio) es
su empeño por traernos poco a poco casi la totalidad de la obra de Mishima. En
el último año hemos visto cómo llegaban a estas tierras esas obras satélite que
matizan y posicionan de un modo certero las grandes historias y los temas más
esenciales del japonés. Si el año pasado fue La escuela de la carne,
este año le toca a este Vestidos de noche. La crítica al
mundo las apariencias y a la alta sociedad nipona deja clara la disconformidad
de Mishima y su capacidad para distinguir luciérnagas en un mundo lleno de
insectos meramente reflectantes.
8. Una y otra vez –
Kate Atkinson
Comenzar duele. No sólo lo digo yo más arriba. Lo dice
Atkinson en una de las novelas más mediáticamente ruidosas el año pasado. Con el
permiso de Kushner y Tartt. Lumen nos trae la promesa de un nuevo comienzo, de
un montón de nuevos comienzos y la constatación de que la vida no sería la
misma si el que elige no tuviera que hacer frente a las opciones. Una historia
en la que el tiempo se duplica y todos los caminos posibles que se podrían recorrer tienen su oportunidad. La Teoría
de Cuerdas encuentra en el periodo de entreguerras a su extraña pareja para
elevar a Una y otra vez a la bendita posición de ser el Alfa de este IMM.
Uf, qué alivio. Todos controlados, algunos en la estantería ya e incluso uno leído, justamente el más desconocido de todos: La memoria del tiburón de Steven Hall, un libro que me encantó la forma en que está trabado y escrito, original, diferente, muy sólido, sorprendente... y desapercibido, qué pena. Creo que lo voy a releer para poder contar con más detalle cuánto me gustó (lo leí el mismo año que se publicó, allá por 2008 o 2009).
ResponderEliminarGracias y un saludo
Me anoto varios, entre ellos el nuevo de Mishima que para mi sera el primero que lea de él. El de Hall me llama también mucho.
ResponderEliminarGracias por los descubrimientos!
"Una y otra vez" es un libro que quiero leer. No me acuerdo donde leí la reseña que hizo que lo apuntara, pero espero mucho de esa historia.
ResponderEliminar… el de Heinlein cada vez me apetece más después de lo que aquí escribes. Hay algo en los libros de ciencia-ficción de culto que los hace especiales y este no lo conocía, así que me lo busco de segunda mano pero ya. Gracias por dirigirme aquí!
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