miércoles, 11 de junio de 2014

Lolito

Admito que tuve antes conciencia de la portada de la edición patria de Lolito que de la existencia de la propia novela. Desde el minuto en el que Blackie Books soltó la imagen en las redes, no pude controlar mi impulso de apropiarme de dicho libro entendido como un objeto de exquisita belleza, no como una novela a la que hincarle el diente. Eso llegó mucho después. Y antes de que me acusen de esteta, diré que lo de dentro vale tanto como lo de fuera. Necesitaba zanjar todo ese revuelo en torno a mi hipnosis inducida por culpa del libro más bonito del mundo. Es un juicio que cualquiera pueda hacer, sin siquiera abrirlo. Y ahora, para no caer en el puro regodeo visual, diré que lo que encontré dentro, una vez superada mi fascinación, fue otro tipo de truco. Uno más macarra, más sincero, menos bonito, pero mucho más vivo que todas esas flores muertas de la portada.





Niño soltero blanco busca…

Si algo hemos perfeccionado en el siglo XXI, es el arte multidisciplinar de la ruptura. Dejar o que nos dejen es un acto de destrucción que hoy puede ser alimentado por infinitas fuentes. Todas esperando su turno a las puertas de nuestro tonto corazón destrozado. Si además eres un adolescente como Etgar, nuestro lolito en cuestión, el mundo se abrirá ante ti como un sinfín de ventanas pop-up mostrándote todas las posibilidades de venganza y/o redención. Algunas menos lícitas que otras, claro.

Etgar es el que decide romper la relación con una novia abierta a nuevos estímulos. Y desde ese momento, empieza a caer en picado en una sucesión de días solitarios y canciones de mierda que hablan mejor de él que cualquier estudio sobre codependencia. Internet se convierte en el último puerto de su desdicha cuando le otorga algo a lo que aferrarse, una madre de cuarenta años que no sabe que el hombre que la estimula sexualmente con tanta determinación no es más que un chico que no llega los dieciséis.


Entre chats, poemas, conversaciones con su perro y demasiados litros de té, Etgar irá desgranando su incapacidad generacional para hacer frente a los problemas, así como su miedo a que cualquier estímulo externo acabe con su vida. Porque si Etgar es uno más en las filas del club de los corazones rotos, es el primero en agarrar el micro y hablar de ello. El primero procedente de toda esa generación patológicamente inestable que, sin haber llegado a cumplir dieciocho, son capaces de enumerar cada uno de sus traumas y el correspondiente medicamento que lo mantiene bajo llave.


La sordidez extinta

Brooks lo ha vuelto a hacer. Ha repetido los ingredientes de su Crezco, pero ha mejorado la receta. Lo que allí era un batiburrillo de emociones e ideas enfrentadas, aquí adoptan cierta organización y sentido del orden. Por un rato… Porque a la mínima, éstas vuelven a salir disparadas en todas las direcciones, revolviéndolo todo con estímulos y referencias ajenas a cualquiera que no haya sido un adolescente en los últimos quince años. Pero admito que puedo ver una clara domesticación, un sentido de respeto ante el jefe de la jauría. Aún no sé si esta capacidad para hacer que las palabras adopten su lugar ante el silbido del autor será algo contraproducente para la obra de Brooks de aquí a unos años. Pero mientras llega la resolución ante el devenir estilístico de este joven autor, puedo afirmar que aquello que hizo bien en Crezco, aquí lo mejora y lo pone al servicio de la historia. Un relato que todo hemos protagonizado alguna vez aunque nunca hayamos combinado té con Nesquick o una mujer de cuarenta años, madre de dos hijos, nos haya pedido tener sexo.  

Es inaudito cómo Brooks consigue borrar todo signo de delito o sordidez en una historia que, a priori, puede ser ejemplo de todo eso. Y es ahí donde hay que darle las gracias o encerrar bajo doble llave a todos esos nuevos individuos de esta generación futura. Una nueva remesa de jóvenes capaces de conquistar el tabú e integrarlo a sus necesidades por el simple hecho de sentir demasiada pereza para hacerle frente.



Eros y Tánatos en la MTV

Eros y Tánatos bien podrían ser los villanos de la temporada en curso de Buffy, Cazavampiros si la serie siguiese en el aire. O eternas entidades antropomórficas de un comic de Neil Gaiman. Como sea, los mitos arraigados en el inconsciente colectivo vuelven a manifestarse una y otra vez en cada generación, usando los códigos de ésta para llegar a un mayor número de fieles. La muerte rapea. El sexo lleva logos ostentosos. Da igual, no importa cuánta sutileza se haya perdido en el camino, la colmena debe asumir esta responsabilidad para con el enjambre. El miedo y el deseo han de reclamar su estado totémico natural para que podamos sobrevivir como especie. Y Etgar lo sabe.

Aquí no estamos hablando de una ruptura cualquiera. Esta novela no es explícita en relación a un corazón roto, aunque sí lo sea en relación a todo lo demás. Lolito es la constatación de un desajuste en la balanza. Es la erradicación del Eros en aumento de la masa agónica del Tánatos. Aquí, el miedo a morir es implacable. Y el sexo esporádico, rápido, con quien sea, es la solución para que ambas partes respeten el trato. No, la nueva novela de Ben Brooks dista mucho de ser un tratado de filosofía clásica. Nadie que vea la MTV aguantaría dicho tratado. Pero todos sabemos, desde el más erudito hasta la teen mom más procaz, que hay que perseguir hasta el último revolcón antes de que los Fisher nos maquillen para el resto de la eternidad. Que el amor existe por un tiempo determinado, concretamente lo que dura la canción del momento. Por eso Etgar, abandonado por su novia, entiende que morir y matar son deseos que pueden ser neutralizados por una señora cualquiera lo suficientemente amable para explicarnos de forma gráfica de dónde vienen los niños.  



Ben Brooks (Gloucestershire, 1992)
A veces pienso que los átomos son personas diminutas que tienen muchísimo miedo y que están dándose la mano todo el rato. Me imagino que mi cuerpo está formado por gente diminuta y asustada que coge tazas y libros hechos de otra gente diminuta y asustada. Y cuando te acuestas con alguien no sois más que un montón de gente diminuta y asustada que se da la mano. Pienso en la gente diminuta que me compone y me siento menos solo. Soy un ejército de personas diminutas que lo hacen lo mejor que pueden. Trabajan en un edificio alto (mi cuerpo). Tienen reuniones y fiestas y líos de oficina. Cuando vomito, es la gente que ha sido despedida. Cuando como, estoy contratando. Cuando me mareo, es un simulacro de incendio. Cuando me muera, las personas diminutas se marcharán a otro sitio en busca de un nuevo trabajo. Serán plantas y tierra y gente. Algunas de las personas diminutas (mis huesos) se quedarán durante más tiempo porque no querrán admitir que todo ha terminado.

5 comentarios:

  1. ¿Es un pecado comprar los libros por su portada? Yo lo hago constantemente y la de "Lolito" siempre me llama. Sobre la mesa de novedades, en la estantería de recomendaciones, en los blogs como el tuyo. Pero aún no lo he comprado (tampoco leído). Supongo que me pasa un poco como a ti, el miedo a que luego el contenido no esté a la altura.

    Claro que luego metes a Buffy y a los Fisher de por medio y pienso: ¿pero cómo no lo he leído todavía? Habrá que corregir el error. Ya te contaré.

    PD: No me queda claro si el párrafo final es una cita del libro o alguna entrevista con el autor, pero me ha fascinado la metáfora.

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    1. Hola Alex, lo cierto es que tiende a libre-asociar de manera escandalosa. Pero en mi cabeza los referentes saltan de forma aleatoria!

      Sí, los libros adquiridos por sus portadas deberían estar permitidos. Nada malo puede salir de un acto de compra poético. Espero que si acabas comprándolo, podamos comparar impresiones.

      Un saludo!

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  2. … pues sorpresa, pues hasta esta entrada, todo este hype por Ben Brooks se me escapaba de cualquier tipo de comprensión y, pecado mío, solo veía un hype por algo que no merecía mucho la lectura. Pero hay algo que comentas que me ha gustado: "Etgar irá desgranando su incapacidad generacional para hacer frente a los problemas", porque, cómo reconoces y superas amor, si parece que se huye de cualquier cosa que no sea la satisfacción inmediata? (la satisfacción inmediata de no recibir una respuesta en tu what's up ahora-pero-ya). Me fío de tu gusto (incluso el que se refiera a las portadas, porque esta es espléndida)!

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    1. Hola Tanit!

      Sí, la insatisfacción propia de aquellos que somos impacientes. Lo admito. Me adscribo en esta corriente de llorones por la pura ansia de que suceda algo, pero ya! Y en la obra de Brooks tenemos cabida. Tenemos ese espacio designado en la primera fila de las funciones sin importa cuán tarde llegues. Porque esta es la historia de gente como nosotros, incapaces también de entender que el amor es la peor de las metáforas de la felicidad, del estar bien.

      Amén de la portada.

      Amén.

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  3. Reconozco que tanto el título como la portada son un autentico imán para mí pero los adolescentes torturados me dan tanta pereza...

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