Cuando tenía catorce años intenté suicidarme. Primero con una navaja, luego con pastillas. Ahora que tengo treinta años entiendo que mis problemas adolescentes tenían solución. Me hubiese perdido cosas como ser padre, mis sobrinos, mi primer tatuaje, aprender a montar en moto o enamorarme. Aunque vaya a tener estas cicatrices en mis brazos el resto de mi vida, me alegro de no haber muerto.
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