domingo, 16 de enero de 2011

Guerra Mundial Z


La especie humana tiene los días contados. La amenaza es una versión muerta y reanimada de nosotros mismos. Zombis. Los pequeños casos aislados se van convirtiendo en plagas, los infectados intentan fingir que no lo están, las alarmas mundiales se disparan y hombres y mujeres tienen que volar los sesos de los que hasta hace un par de horas eran sus seres más queridos. Esta es la historia de cómo estuvimos a punto de dejar de existir. Esta es la historia de cómo sobrevivimos –en en el sentido más denotativo del término- a la Guerra Mundial Z.



Max Brooks (Nueva York, 1972) no narra a través de una galería de voces muy dispares cada particular detalle de la guerra contra los muertos vivientes. Se habla mucho de maniobras militares, pero también del miedo, de cómo se pasa del escepticismo a la huída en cuestión de segundos, de cómo a pesar de la dimensión del conflicto los humanos seguimos sin ponernos de acuerdo.

El libro, escrito a modo de un documental, no deja ningún hilo suelto. Escrito en ocho partes, nos va narrando cada fase del conflicto, desde el primer brote que tiene lugar en China, hasta el punto en el que casi rozamos la extinción, así como cuando a la fuerza humana no le queda otra que pasar a la ofensiva más radical. Si algo destaca este libro, es por su verosimilitud. Está tan bien documentado lo que aquí sucede que uno cuando termina de leer, se asegura de que la puerta de su casa esté bien cerrada. Desgraciadamente tiene sentido. Cuando vas leyendo cómo va sucediendo todo, cómo reaccionan determinadas naciones y qué medidas drásticas se tienen que tomar –como el plan Redeker-, uno sólo puede asentir, justamente así serían las cosas.

El gran acierto del autor es plantearnos un nuevo orden mundial adaptado a las necesidades del conflicto. Cambian los roles sociales, cambian las enfermedades a atender, el sistema monetario y la gestión de los recursos. Se intenta crear una sinergia a través de todos los ámbitos de la vida con el único fin de erradicar hasta el último zombi. Ese enemigo definitivo que tantas veces hemos visto en la literatura para adolescentes o cine de serie B, pero que sólo Brooks ha conseguido darle tal patina de autenticidad que uno no puede hablar bien de este libro sin poner en entredicho su sentido de la supervivencia.


La mayoría de la gente no cree que algo pueda suceder hasta que ya ha sucedido. No es por estupidez o debilidad, sino simplemente naturaleza humana. No culpo a nadie por no creer, y no pretendo ser más listo o mejor que ellos. Supongo que todo se reduce al azar del nacimiento. Dio la casualidad de que yo nací en un grupo de personas que vivían con la amenaza constante de la extinción; es parte de nuestra identidad, parte de nuestro esquema mental y, por medio del sistema de ensayo y error, eso nos ha enseñado a estar siempre en guardia.

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