martes, 26 de julio de 2011

Escribir



Al principio fue el Verbo


Hay cosas de las que uno no se puede desligar: del tiempo que le queda, del hambre, de las ganas de llegar al otro, de la palabra escrita, de la necesidad imperiosa de comunicarse. Este compendio de textos en el que destaca principalmente Escribir, habla de todo eso que se solapa en nuestras manos. Desde el punto de vista del escritor, vamos recorriendo el sentimiento gigante de soledad, amiga y enemiga, del que dedica su vida a las palabras. Marguerite Duras (1914 - 1996) se sumerge en su experiencia vital como narradora para hacernos llegar la inmensidad del que escribe, la forma sincera, delatora de cómo ve el mundo alguien que tiene la necesidad imperiosa de agarrarlo y sacarle todo el aire que alberga.



En el recorrido vital, nos habla de sus libros, de sus inseguridades, de su hijo, de sus amantes, del espacio que consigna a la escritura, de casas vacías, de noches en vela, del miedo, de lo incontrolable del relato, de la vida que se describe en el relato, de la vida del que escribe el relato.

Un testimonio sincero que te obliga a experimentar una fuerte identificación. Sobre todo si te ha picado el insecto de la escritura, si como la mosca que ella observa, la agonía de lo que te rodea puede ser descrita con poesía. Si has dejado atarte de pies y manos por la sintaxis imperecedera que te alimenta. El cordón umbilical que te conecta con el mundo.

El libro me fue descubierto por esa gran bloguera que es Karo [libro_génica]. No sabía dónde me metía. Luego, al rato, la confusión se disipó. La pregunta ¿Dónde estoy? fue sustituida por el ¿A ti también te pasa? La señora Duras no nos alienta a escribir. Nos señala que no nos queda otra. Nos asiste en la soledad. Nos recuerda desde la aceptación que hay pasos que sólo nos desplazan en una dirección muy concreta. Lo no verbalizable de esos dedos que no dejan de tejer vocablos. Lo inexplicable del hambre no saciada de la palabra.



Eso hace salvaje la escritura. Se acerca a un salvajismo anterior a la vida. Y siempre lo reconocemos, es el de los bosques, tan antiguo como el tiempo. El del miedo a todo, distinto e inseparable de la vida misma. Uno se encarniza. No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que es escribe.

2 comentarios:

  1. Eres mi ídolo. Te atreves cada vez más y te superas en tu valentía. Escribes en círculos cada vez más grandes, succionando la vida y modelando la realidad con los vocablos. Eres una de las pocas personas que conozco que manejan su idioma con tanta flexibilidad y de manera tan atrevida. Gritas susurrando. Sigue escribiendo...

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  2. Dejarse la piel, los músculos, las vísceras y cada centímetro de cuerpo... Habrá que leerlo. (Aunque confieso que con "El amante" no conecté.)

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