La noche de los vírgenes vivientes
Son estos tiempos que corren. La primera vez se ha convertido en algo así como un arquetipo jungniano cuya representación conecta directamente con un inconsciente colectivo al que todos pertenecemos. De ahí la importancia de la conexión de relatos como este que nos trae McEwan.
Florence y Edward son unos recién casados que pasan su noche de bodas en un hostal situado en Chesil Beach (Dorset, Inglaterra). Ambos son vírgenes y corren esos años previos a la revolución sexual en los que todo se volvió patas arriba, incluso las personas. Aún falta para la liberación de la mujer, aún falta para el hombre emocional. De estas carencias surge el conflicto del relato. Frente a unas ganas desmedidas de él por consumar el matrimonio, nos encontramos el rechazo físico, la repulsión total y absoluta que ella siente hacia el acto sexual en sí.
Dándole la vuelta al colchón
El estilo de McEwan es fácil de entender, pero aboga mucho por el pasado de los personajes sin valorar que el verdadero motor de su historia está en esa noche complicada que nos ha planteado. En cierto modo, no nos interesa saber que Edward era pobre o que Florence y su madre no estaban lo suficientemente unidas. Esa información puede ser autosuministrada por el propio lector. Inventársela si fuera necesario. Ya que esos pasados atenazan el ritmo del relato de tal modo que el interés cae a trompicones.
Primer intento fallido
Es lo terrible de las primeras veces. Uno siempre espera que algo revelador cambie nuestro mundo, que a través de ese nueva persona, ese nuevo ritual, esa nueva experiencia entendamos algo que se nos escapaba antes. Lástima que muchas veces no sea así. Y es que la expectativa es el ingrediente que suele estropear los platos que probamos por primera vez.
Florence se preguntó si incluso llegaría a sobreponerse y a ser lo bastante fuerte para fingir de un modo convincente, y más adelante, en sucesivas ocasiones, reducir sus inquietudes a fuerza de pura familiaridad, hasta que sinceramente pudiera dar y recibir placer. No era necesario que él lo supiera, al menos no hasta que ella se lo contara, desde el fondo cálido de su nueva confianza, como si fuera una historia divertida.
Una pena que no conectaras totalmente con esta novela, aunque por lo general he visto que es una novela que no suele gustar, al contrario de Expiación que suele ser la favorita de todo el mundo y que te animo a que leas para reconciliarte con el autor. A mí sin embargo, me gustó mucho Chesil Beach, me pareció muy original la manera de narrar, y al contrario de lo que te ha pasado me apetecía ir sabiendo más y más de cada uno de los protagonistas. Lo que quizá me sobró un poco fue el final, quizá demasiado alargado, explicado, intentando cerrar todos los frentes. Aún así, en conjunto me gustó mucho. Un abrazo
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, Carol, con ese final. Tan contado con prisas, tantos años juntos ahí en un par de páginas.
ResponderEliminarA ver qué me deparan futuras lecturas de señor McEwan.
Gracias por pasarte!
Little bye.
A mí también me gustó Chesil Beach, pero también es verdad que me he topado con varias personas a las que no les gustó, y no me pilla de sorpresa. Creo que no es una novela especialmente original, que está construida de una manera bastante clásica y sí, es fácil, se lee bien. Pero eso no siempre es malo, a veces uno tiene ganas de lecturas así. Los flashback al pasado de los personajes a mí me resultaron interesantes, y es el principal punto de desacuerdo que encuentro hacia tu reseña, porque yo no estoy tan segura de que uno pueda suplirlo así como así.
ResponderEliminarSin embargo, acabo de descubrir tu blog, y me ha gustado mucho, tengo que bucear un poco más por aquí, pero sospecho que me pasaré a menudo, hoy en día es difícil encontrar lectores atentos que sean capaces de hacer un comentario inteligente a un libro sin dejarse llevar por egos arrolladores de los que empujan a embrollar el discurso en un halo pedantesco impenetrable. Me gustan los acercamientos honestos a los libros, despojados de tanta molesta pretensión. Un placer descubrirte :)
Un abrazo!