Morirse con efecto boomerang
La muerte es comúnmente entendida como un punto y final. Zas. C’est fini. ¿Pero y si sólo fuera un punto y seguido? ¿Y si ni siquiera fuera un punto, sino una breve pausa dramática en esa inmensa oración subordinada que es la vida? Así lo vive Ben Gould, cuando un día, en plena calle, tropieza de una forma tan violenta que el impacto contra el suelo lo mata. Al menos durante cinco segundos. Porque, contra todo pronóstico, vuelve a la vida. Eso sí, el camino de regreso no lo hace solo. Un fantasma, un mendigo asesino, el Ángel de la Muerte, una jauría de criaturas caninas y ciertas e incomprensibles habilidades lo acompañan.
En la búsqueda de una respuesta convincente para explicar esa vulneración del ciclo vital, acaba encontrando partes de sí mismo que necesariamente tienen algo que decir en todo este asunto. A estos malabares pirotécnicos sólo falta añadir una novia que fascina a los espectros y una chica italiana reencarnada en un perro. ¿Alguien da más?
Revuelto de setas y hongos alucinógenos
Abrir la caja de Pandora y encontrar el gato zombi de Schrodinger. Despertar de un coma en pleno centro de Tokio. Echar limón en una herida y succionarla antes de beber tequila. Estos son los axiomas del Universo Carroll. Paso a paso nos adentramos en las entrañas de un surrealismo elegante, acertado. Bajamos por el esófago de Beckett, pasamos la noche en una costilla de Dalí y seguimos la marcha, río abajo, haciendo rafting por el sistema sanguíneo de Escher.
Hacer que una historia como ésta posea consistencia no es tarea fácil. Esa torre de naipes podría caerse en cualquier momento. Pero no estamos ante un escritor inexperto. Y se nota. El plato está tan exquisito como se nos promete en la receta. Funciona. Exige atención y una mente abierta para un realismo mágico que roza la fantasía. Pero cuando cruzas el umbral, sabes que has acertado. El mundo de este libro te coge la mano y no te suelta hasta que dejen de darte miedo las maravillas que aparecen ante unos ojos que saben mirar.
Versiones no autorizadas
Jonathan Carroll
Cuando era nuestro turno de vivir, éramos tú al cien por cien, pero ahora sólo somos recuerdos y acciones del pasado, un miércoles olvidado de cuando tenías veintiséis años. La mayoría de los recuerdos son solo unas cuentas células de sobra en tu cuerpo: nada especial ni importante. ¿Quién querría ser eso? Solíamos ser el todo de Gould: el todo del Gould enfadado, el todo del Ben asustado y marcado. Queremos volver a ser ese todo, pero como es imposible, te haremos la vida imposible, sea cual sea la versión de ti que esté viviendo el momento. Eso por descontado.
:*
ResponderEliminar!!!
Bajamos por el esófago de Beckett, pasamos la noche en una costilla de Dalí y seguimos la marcha, río abajo, haciendo rafting por el sistema sanguíneo de Escher.
!!!
maestro;*
Tejedor de lo sublime, Escala Reducida nutre mi alma hambrienta de palabra bella. Siempre:)
:D
ResponderEliminarGracias por presentarme a Carroll!
Little bye!