La insorportable levedad del sentido del humor
William Rostler (1926, Norteamérica) decía que cuando uno no tiene sentido del humor, está a merced de los demás. Y paradójicamente Milan Kundera (1929, República Checa) tuerce, gira y disecciona las palabras de Rostler en esta novela. En un acto de amor ridículo, Ludvik, protagonista de la novela, se convierte en antagonista de un sistema comunista aún demasiado joven para saber reírse de sí mismo. Tras enviar una postal en la que muestra cierto escepticismo en código de humor sobre los cambios sociales que están aconteciendo, la respuesta de su círculo es unánime. Destierro.
Su expulsión y entrada en el escuadrón más rechazado del ejército modificarán para siempre la visión y la existencia de Ludvik. Como si su propia vida estuviera diseñada como un conjunto de fichas de dominó, el protagonista ve cómo el gesto más insignificante e inesperado tira la primera pieza y la hecatombe ya no puede ser detenida. Ni entendida. Pero quizás, quién sabe, sí vengada.
¿Quién teme a Milan Kundera?
Que levante la mano quienes no sientan respeto al ver unidas las palabras comunismo y novela de 1967. El tema se antoja árido. Pero hay que ser consciente del as en la manga. El apellido Kundera aparece en la portada. Y eso es garantía de que el viaje va a ser tranquilo, comprensible, estilísticamente impecable. Aquellos que hayan repetido con el autor, conocerán ya su secreto. Kundera no escribe. Charla con sus lectores. Como esos profesores de universidad que motivan a los estudiantes con verdades flagrantes, con sentencias-puñetazos, con una visión limpia y pertinente. Justo así narra Kundera en sus novelas. Sus digresiones son tan cristalinas y adecuadas, en un sentido atemporal, que nunca llega a molestar ese narrador tan participativo, siempre oculto tras una primera persona en el caso de La Broma.
Sistema ciego, hombres dormidos
Existen pocas cosas más decepcionantes que una gran idea mal llevada a cabo. Sobre todo si en ese jet-lag conceptual, el precio a pagar es la individualidad intrínseca al ser humano. El conflicto de lo privado y lo público adquiere dimensiones gigantes en esta novela, donde los errores no son mostrados como tales hasta mucho después, cuando quizás lo que se ha perdido sea irrecuperable. El autor es capaz de mostrarnos en 1967 un 1984 terrible y veraz. Kundera despliega los entresijos de un sistema ordenado y perfecto donde las personas no tienen cabida. Donde un ente único y sin forma deglutina deseos y aspiraciones como si fuese la Larva Reina de un hormiguero infectado de insectos programados para ser siempre “parte de” y nunca “un todo en sí”.
Me invadió una ola de rabia contra mí mismo, contra la edad que entonces tenía, contra la estúpida edad lírica en la que el hombre es para sí mismo un misterio demasiado grande como para que pueda dedicarse a los misterios que están fuera de él, la edad en la que los demás (aún los más queridos) no son para él más que espejos móviles en los que ve, asombrado, sus propios sentimientos, su propia emoción, su propia valía.
Cómo me gusta leer tus reseñas, son para mí el epílogo a la novela que leemos. Tienes razón cuando dices lo del respeto al ver unidas las palabras comunismo y novela de finales de los sesenta; de entrada yo no la tendría en cuenta. Pero está claro que sería un error. Me hubiese perdido una magnífica novela y una lectura además muy placentera. Un abrazo y hasta una nueva lectura conjunta (lo deseo).
ResponderEliminar:D No voy a repetir lo que ya sabes. Gracias por pasarte por aquí!
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarAún no relaciono bien a cada miembro del Café literario con su respectivo blog así que no sé quién eres exactamente aunque eso no importa mucho ahora. Sobra decir que la reseña que has escrito es sencillamente brillante, que engloba la esencia del libro y que encima sirve de plataforma para unas referencias geniales. Un saludo.
Gracias Yossi por tu comentario! Supongo que todo lo bueno que puedas encontrar en mi reseña es meramente todo lo bueno que habita en La Broma.
ResponderEliminarGracias por pasarte y dejar tu huella!
Little bye!
Hola!
ResponderEliminarSeguí la lectura también en el Café Literario y me gustan tus reflexiones, quizás bastante más interesantes de lo que podrían haber sido las mías, pues no se muy bien como tomarme la novela (aún)...
Hola Nit!
ResponderEliminarSupongo que parte de la gracia de las lecturas es que cada uno sienta lo que quiera/pueda. Estoy seguro que tus reflexiones son tan pertinentes como las mías. Espero leerlas!
Little bye!