miércoles, 30 de mayo de 2012

A de Amor


Ante todo no estamos ante una reseña común porque este libro no es un libro al uso.

Basta decir que es un diccionario en el que se recopila, palabra a palabra, el nacimiento, punto álgido y declive de una relación.

Cronológicamente es un puzle sin formar, pieza a pieza sólo el lector puede entender los tiempos, las pausas, los diálogos interrumpidos.

Durante todo el libro conocemos las impresiones de sólo uno de los dos miembros de esta pareja. Sus pensamientos, su visión del otro, lo que recuerda de cada diálogo.

El encuentro de ambos tiene lugar a través de Internet y desde el minuto uno hay un sentimiento de desigualdad, de un sentimiento de inferioridad de la voz que habla en relación al otro, sobre el que gira todo lo que se dice.


Funciona. No cabe duda de que engancha, de que el lector participa encantado en el juego que esta voz narrativa le propone.

Gestos, este libro no es más que una enciclopedia de gestos. Lo que significa el detalle y lo que llegan a impactar las ondas expansivas procedentes de esas ingenuas maquetas de colisiones.

Hay, sin embargo, un sentimiento de estar ante algo incompleto. De conocer sólo la mitad de lo que sucede porque nunca indagamos en la mente del otro miembro con la misma profundidad con la que nos sumergimos en la de aquel que habla.

Inquisitivamente, no querer de otro modo. Como el proyecto de ciencias, como la tesis fin de carrera, como el circuito eléctrico cuya bombilla a veces se enciende y a veces no. Una oda a la comprensión del cortocircuito que nos jode esa bombilla indecisa.    

Judas se agazapa entre las páginas de este libro. Su misión es que entendamos el sentirse traicionado a través de un estúpido beso sobredimensionado en el aspecto semántico.

Kién, Quién, Qién. Da igual cómo lo escriba, para el protagonista de este libro la respuesta siempre es “Tú”.

Límites. ¿Son necesarios en una relación? ¿Es necesario derribarlos? Ambas preguntan tienen como respuesta un sí rotundo aquí. Y la contradicción, dice el autor, es necesaria para que una historia sentimental tenga coherencia, cohesión y duración.

Miedo, claro. Teníamos que llegar a la letra que cobija “muerte”, “mordisco” “migajas”, “mutismo”.

No. No. No. Y entonces, sí. (Parte I)

Ñ. No aplicable.

O de disyuntiva. De la duda contenida en perdonar o no. En lanzarse o no. En escondernos de lo que queremos o desnudarnos ante esa jauría que sabe cómo nos llamamos.

Palabras. Es lo único que el protagonista tiene en su haber para diseccionar su relación. Palabras que reflejan en su pequeño diccionario inventado todo lo no que dice, todo lo que no se ha dicho, todo lo inenarrable.

Quiéreme. En el libro de Levithan, siempre está ese ruego implícito. Un “no te canses de mí” dilatado, preocupante por necesario.

Ruido de fondo. Silencio y Zumbido tienen sexo. Uno se queda sin palabras. El otro gime. No es más único un ser humano que cuando le toca convertirse en una puerta cuya función es la de ser atravesado por otro.

, sí, sí. Y entonces, no. (Parte II)

Tiempo. También T de tic-tac. Porque nadie nos avisa de que toda relación tiene un temporizador, una cuenta atrás que puede ser detenida cortando un cable rojo que debe ser ignorado justo hasta el último momento.

Últimos vocablos para entender que me ha gustado bastante esta novela carente de ortodoxia.

Vale la pena cruzarse entre sus páginas. Decidir si estamos o no ante una buena radiografía sentimental sesgada.

W. No aplicable.

X como incógnita. Así se nos presenta en el libro.  X como elemento no resoluble en una ecuación de demasiados grados centígrados.

Y dejar paso, finalmente, al entendimiento de que no entenderlo todo es la clave del éxito. Aprender a convivir no sólo con otra persona, sino con el margen de maniobra que permite que la entropía se sienta segura y en casa.  

¡Zas! ¿Lo has notado? Volverá a suceder. Ya lo sabes ¿no? Pero siempre será un ¡zas!




Disipar
 Fue tu forma de decir: “Tengo algo que contarte”. Sentí que la magia se evaporaba de la sala.


Elección
 Las primeras tres noches que pasamos juntos no pude dormir. No estaba acostumbrado a tu respiración, a tus pies entre mis piernas, a tu peso en la cama. En verdad, sigo durmiendo mejor solo. Pero ahora sé que dormir no es siempre lo más importante.


Libidinoso
 Nunca había entendido por qué la gente hace el amor en el suelo. Hasta que llegaste tú y comprendí que ni siquiera te percatas de que estás en el suelo.

7 comentarios:

  1. Hago mío también el mensaje de Offuscatio, añado un ¡genial! y me llevo la letra V.

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  2. Suscribo los mensajes anteriores y me llevo el Libidinoso.
    No podré evitar buscarlo cuando entre en una librería para tenerlo entre mis manos aunque sólo sea por unos minutos.

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  3. Gracias Offuscatio y Yossi por pasaros. Es una novela extraña. Y fácil. Si os surge la oportunidad, leedla.

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  4. Lo ciero Jordi es que ese es un gran término! Ojéalo si puedes!

    Little bye!

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  5. Una reseña, o lo que sea, genial y original!!! Le echaré un vistazo si me cruzo con él. Un abrazo

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  6. Gracias por pasarte Carol, dale una oportunidad. Cuanto menos es original y, en estos tiempos que corren, ya es mucho poder decir eso de un libro.


    Little bye!

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