Voy
zanjando la lista de todos los Alpha Decay que quería leer. Puede que alguien
me tache de hipster o de gafapasta de
manual, pero lo cierto es que los títulos de su catálogo siempre me llaman la
atención. Será que tienen a alguien en comunicación que lo hace muy bien. O que
el diseño de sus libros es tan sumamente bonito que no puedo evitar adquirirlos
por puro placer estético. O que sus historias me tutean desde la primera
página, como si ya nos hubiésemos visto antes. Alguien dijo una vez que para
conocer la historia de un lugar, de un momento, no hay que leer los periódicos,
sino leer a los autores de dicho lugar, de dicho momento. Si esto es cierto,
los libros de Alpha Decay están contando una historia de la que yo soy
partícipe. Para bien o para mal, esta gente que habla, lo hace de mí y de los
míos.
Hacerse adulto sin instrucciones
Y
llegamos a los cuentos de Justin Taylor. Una colección de quince piezas que van
desde la más absoluta exquisitez narrativa hasta la mera anécdota narrada sin
la menor trascendencia. El maleficio de los libros de cuento prevalece aquí,
haciendo que grandes historias convivan con otras menos dramáticas, más
olvidables. Y es una pena, porque cuando Taylor lo hace bien, sus historias son
refrescantes, multiperspectivistas y con el tono perfecto. Es el caso de “Una
casa en nuestros brazos” donde un chico y una chica destinados a estar
juntos prefieren jugar con otras personas antes que enfrentarse el uno al otro, a lo que realmente son. En otro cuento, “Resplandecientes gemas de la noche de los
tiempos” una pareja disfuncional en extremo, mezcla literatura, torturas
militares y cortadores de carne en sus prácticas sexuales. Piezas breves, carentes
de una narración al uso, pero disfrutables como “Amber en la ventana en temporada
de huracanes” o “Encontrándome” alegran el camino
hacia el final del libro. Dándote una pausa, una tregua en ese aluvión de
personajes que Taylor mete en sus cuentos por metro cuadrado.
Hasta
aquí lo bueno, porque cuando los cuentos no llenan, se hacen cuesta arriba e
interminables. Algunos me hicieron perder el más mínimo interés a medida que
avanzaba el relato como es el caso de los cuentos con personajes en común “Estrellas
y rascacielos” y “Hasta el último golpe”. Una
comunidad con aspiraciones anarquistas, una cantante sobredimensionada por
aquellos que la observan, el dolor de las elecciones cuando nosotros no somos
los elegidos. Caóticos y faltos de ritmos, estos dos son, a mi parecer, las
peores piezas de un conjunto salvable.
Polaroids sin filtro
Una
de las cosas más destacable en estos cuentos es el sentimiento que prevalece de escena aislada. Como si empezásemos a ver una película en
el minuto 40 y la quitásemos en el 59. Gente que habla sobre cómo se sienten,
sobre hacia dónde creen que van, pero donde nunca se muestra de forma explícita
el conflicto de lo que allí se cuenta. Claro que habrá quienes consideren
suficiente conflicto hacerse adulto o querer a alguien en las circunstancias
menos óptimas posibles. Y es que la atmósfera que se respira en estas historias
breves es poco esperanzadora. Poca gente normal transita por aquí. Tanto fuera
como dentro de las páginas del libro de Taylor. Polaroids del siglo XXI, cuyos
marcos blancos nos ayudan a focalizar nuestra atención saturada de nosotros
mismos.
Esperando a que Coupland nos dé un nombre
Si
alguien llega a analizarnos en perspectiva supongo que tendrá en su haber
muchos nombres con los que definirnos. La generación del yo, los infantes
postmodernistas, el baby crash… Claro que lo que de verdad será curioso es ver
con qué rasgos quedamos descritos. Qué males habremos hecho nuestros. Qué
estigmas habremos inventado. Qué neologismo hablará con exactitud del hecho
de estar triste ante la no elección de un número infinito de posibilidades simplemente por falta de apetencia. Puede que en Dejad de lloriquear todo esto
quede aclarado –sí, ¡otra vez Alpha Decay!- pero mientras los ensayos despejan
las dudas, la ficción como la de Taylor nos permite sincerarnos. Fantasear
sobre nuestra sexualidad. Mentir sobre nuestro celibato. Y es que la narrativa
tiene el poder de dejarnos espacio para aclarar aquello que sentimos. Y lo que
sentimos nosotros, los de ahora, es tan breve, abusamos tanto de la puntuación
fática para llamar la atención, que no hay pieza más idónea para hablar de esta
generación que un cuento breve. Medida que Taylor ha elegido para la ocasión.
Sin duda, Coupland estará orgulloso de él.
Justin Taylor |
“No me reconocí de inmediato. Nos llevó algún tiempo. Sabíamos que yo lo sabía, pero no estábamos seguros, así que nos quedamos ahí, operando con futuros de lugares comunes mientras sondeábamos todas y cada una de nuestras profundidades internas en busca de lo que debían alojar. Los dos tratando de recordar nuestro nombre, de ser el primero en metérselo a la fuerza al otro.”
“Promoción del 2000. Esos somos nosotros […] Nos educaron para venerar nuestra propia grandeza, para creer que estábamos tocados por la fortuna. El destino, lo que sea. Pusieron su fe en el augurio del calendario, esa trola centelleante, y nos hicimos adultos justo a tiempo para votar, pero resultó que ésas fueron las elecciones en las que los votos dejaron de contar, si es que alguna vez contaron para algo, y nos despacharon a la universidad, y fuimos, y cuando terminamos ya no podíamos ir a ningún otro sitio. Las calles están vacías. El aire, húmedo, podrido, apestoso. En nuestros trabajos de mierda hacemos horarios de verano. Todos los que tienen adonde ir ya se han ido. ¿Y os extraña que nos estemos asilvestrando?”
Me encanta la forma en la que tus pensamientos se hacen palabras.
ResponderEliminarNo soy muy de este tipo de literatura del momento, pero el placer lo encuentro en la historia de tu propia narrativa.
Un saludo :)
Bueno Sergio, mientras no te autodefinas hipster todo está en orden, ya sabes la norma, que los demás te consideren así es en cierto modo halagador :P
ResponderEliminarPor otra parte, no conozco demasiado los libros de Alpha Decay aunque sí que tengo varios, publicados por otras editoriales en otros países Este lo tengo aunque aún no lo he leído. Me quedo con la visión de conjunto teniendo en cuenta la irregularidad que citas con respecto a la calidad de los relatos y echaré un vistazo al catálogo, parece ser que tienen títulos que me interesan, si no me equivoco también tienen "Glaciares". Un abrazo.
-Alejandro, ante todo, gracias por pasarte y dejar tu huella. Pero más aún gracias por tus palabras! Sí, es verdad que mucha gente no comulga con este tipo de historias. Hay una edad para dejar de lado estas trivialidades del yo, y creo que ya pasé esa edad. Todas estas lecturas? Puro flashback!
ResponderEliminar- José, sí, me pasa a menudo con las colecciones de cuentos. Aún no he entrado en ninguna que cada uno de sus relatos haya salido por la puerta grande. Sin embargo, como comento en la reseña, ésta tiene un par que bien merecen tu atención. "Glaciares" también me lo leí en su día y por aquí andará la reseña. Vuelve a recrearse en esa extraña ficción que es madurar. Ya me contarás! Un abrazo!
Para mí, seguramente sea más interesante el análisis que haces del libro que el propio libro. Alpha Decay siempre me ha llamado la atención y tengo un par de títulos pendientes de leer. Entonces veré si soy Alpha Decay o no. De momento soy bastante Anagrama, con toques de Acantilado y Tusquets. :-) Enhorabuena por como escribes. Un abrazo.
ResponderEliminar-Manel, lo cierto es que has estado más que acertado a la hora de definirte por editoriales. Sería divertido que todos nos midiésemos de este modo. Ya me dirás que tal tus contactos con Alpha Decay!
ResponderEliminarGracias por pasarte!
Pues yo me declaro de todas las editoriales que habéis mencionado y sumaría alguna más (creo que soy un poco promiscuo). Pero sí, Alpha Decay tiene un atractivo visual innegable, además de publicar excelentes novelas, al menos las que he leído hasta ahora me parecen apuestas muy valientes, y este libro que nos presentas de relatos parece que va por el mismo camino. A mí me has convencido, ya te contaré cuando los lea.
ResponderEliminarBesos
Creo que has dado en el clavo Jordi, suelen ser apuestas arriesgadas, valientes. Historias que al leerlas piensas esto sólo tiene cabida en Alpha Decay. No voy a negar que en mi experiencia con la editorial he encontrado pedruscos importantes, pero ¡oye!, no por ello restamos méritos. No?
ResponderEliminarGracias por pasarte, ya me contarás qué tal te resultaron a ti estas historias.