sábado, 11 de mayo de 2013

Una súper triste historia de amor verdadero




¿Una distopía fundamentada en las redes sociales? Algo así no iba a tardar en aparecer. Y lo cierto es que seguramente existan precedentes. Mis conocimientos restrictivos me han llevado a inaugurar este subgénero con el libro de Gary Shteyngart que publica Duomo. Aquí se plantea un mundo explícitamente interesante que se va al garete por la digitalización aberrante del individuo. Lástima que la novela no gane mayor repercusión en mi estantería por la voz narrativa con la que esta historia nos es contada. ¿Más detalles? Claro.

Decir ‘te quiero’, esperar reply

Lenny Abramov y Eunice Park son los Romeo y Julieta de un mundo inalámbrico en exceso. Pero aquí no es la familia la gran fuerza antagónica que los separa. Tampoco el esnobismo de Eunice ni el casposismo ilustrado de Lenny. La diferencia de edad, 20 años, es lo que los aísla y avergüenza en un mundo donde la juventud se comercializa a límites inimaginables. Donde tu móvil te dice en qué puesto del ranking está tu nivel de follabilidad y donde ser sexualmente explícito es la educación mínima que se espera de ti. En este contexto, el amor dista mucho del mero cortejo. La inseguridad es la devaluación de nosotros como mercancía. Y los actos románticos sólo tienen validez si son apoyados por una cantidad significante de espectadores conmovidos por nuestra intimidad mediatizada.


El mundo occidental se prostituye a los gigantes asiáticos. La exportación de extranjeros feos se ha convertido en un negocio. Y los valores de ese batido étnico que es Estados Unidos se convierten en una odisea interpretativa codificada en siglas y abreviaturas. Códigos de acceso hacia otro humano incapaz de ser descifrados por aquellos que tengan en su haber la maldición de haber cumplido los 30 años.


Una súper triste historia de auténtico egocentrismo

La historia se nos plantea en un contexto atractivo y pertinente. Una realidad no muy lejana que nos ayuda a entender hacia dónde vamos o hacia dónde nos estamos dejando llevar. Las redes sociales en las que todos participamos se han convertido en la vida real y la otra, la analógica, en la hermana aburrida y lenta de ésta.

Sin embargo, Lenny, la voz narrativa predominante de la novela y trasunto poco oculto de Shteyngart no para de intervenir, llegando incluso a molestar. Para la historia constantemente para contarnos trivialidades que lejos de modelar al personaje lo engordan a niveles intratables. De este modo, lo que interesa cada vez más es lo que sucede más allá de él. Y lo que encontramos, por desgracia, es Lenny, Lenny y más Lenny. La intención que a priori se plantea es la identificación con él, claro que esto, hacia la mitad de la novela, deja de ser un objetivo realizable. Pues cuanto más desgracias le suceden al protagonista y más se lamenta, más drena el interés que pudiera tener esta historia en un principio. Y poco a poco, todo el relato se convierte en una cuesta hacia arriba que poco tiene que ver con lo que uno esperaba.

Si además sumamos que el tipo de narración que aquí se usa es el diario, esta crítica se acentúa más. A veces escapamos de su voz con las intervenciones de los emails que Eunice le escribe a sus contactos. Pero la partición del relato no es equitativa, siendo predominante la parte que narra el infierno por el que Lenny está pasando al saberse incapaz de adaptarse a un mundo futurista que no le da tregua. Infierno que saltará de la página al lector. 


Denunciar la falta de etiqueta

No ceder ante el chantaje del #followback. Usar filtro Brannan para matizar el insomnio. Etiquetar. Desetiquetar. Y finalmente denunciar la foto. Linkar tu perfil. Siempre. Estar perdido y no tener problema alguno para hacer check in en ese no-lugar. Sígueme allí donde sea que me manifieste.

Nuestro código de conducta ahora está encriptado en HTML y nadie se ha quejado de la transición. Ahí siguen gritando los críticos del postmodernismo. Pero si no tienen blog en Wordpress, poco podrán hacer para que nos llegué el mensaje que intentan transmitir. ¡Eh! Pero no estamos perdidos. La Primavera Árabe sólo fue posible gracias a Twitter. Y el estar solo ya no es una dinámica destructiva cuando puedes compartir tu desayuno con cientos de personas. Ahora que nada es tangible todo está al alcance de tu mano. Pero procura no bajar el ritmo de cardiaco. No te despistes. Tener velocidad en la sangre es lo único que va  a asegurar que seas tecnológicamente multidisciplinar.

Y claro que puedes bajarte. Ahí tienes a Lenny Abramov. Incapaz de entender. Incapaz de sumarse a la carroza futurista que transita las autopistas  de la información del i-Siglo. Claro que puedes no seguir el juego. Pero no te lo aconsejo. La Megalópolis no lo tolerará. No tendrás un nombre válido sin una arroba que te dignifique. No tendrás rostro si no está subido a Gravatar. Ahora que cualquiera puede llegar a ser quien quiera, el número de nadies se ha vuelto imparable. Eso es lo que uno aprende por las malas de Lenny, un Nadie Alfa, un auténtico Don Nadie.

 
Gary Stheyngart (San Petersburgo, 1972)

Nosotros los judíos, somos los que dimos con todo esto, los que nos inventamos la Gran Mentira de la que derivan toda la Cristiandad y todas las civilizaciones de Occidente, porque también nosotros sentíamos vergüenza. Muchísima vergüenza. La vergüenza de ser machacados por naciones más fuertes. El martirio interminable. Los quejidos junto a la tumba de nuestros antepasados. ¡Podríamos haber hecho más por ellos! ¡Les decepcionamos! Ardió el Segundo Templo. Ardió Corea. Ardieron nuestros abuelos. ¡Menuda vergüenza! Poneos de pie. No os deshagáis de vuestros corazones. Conservadlos. El corazón es lo único que importa. ¡Deshaceos de la vergüenza! ¡Deshaceos de la modestia! ¡Deshaceos de los antepasados! Deshaceos de los padres y de los que van de padres y aseguran ser los ayudantes de Dios. Deshaceos de la timidez y de la ira que se oculta tras ella. ¡No os creáis la patraña judeocristiana! ¡Aceptad vuestros pensamientos! ¡Aceptad los deseos! ¡Aceptad la verdad! Y si hay más de una verdad, aprended lo difícil: aprended a elegir. ¡Sois lo suficientemente buenos y lo suficientemente humanos como para elegir! 

4 comentarios:

  1. Hola Sergio,
    parte de una muy buena idea, es un libro que me habría lanzado a leer pero veo claramente lo que resulta molesto o insustancial al leerlo. No sé... todo sea por no quedarse atrás y ver qué disponen las nuevas tendencias.

    Leí un Sam Pink, "Rontel", me gustó bastante más que el Eeeeehhh, eeeeehhh de Tao Lin. También estuve merodeando por su blog y es evidente que sus libros no son del gusto de todos pero pasé un buen rato viendo como sale al quite de críticas por otra parte ridículas. la voz del personaje principal de "Rontel" me gustó, de hecho le he estado dando vueltas al libro y releyendo pasajes, unas veces por esa instrospección tan "random" y otras por reírme con algún lance de ingenio. Estoy buscando más. Un abrazo.

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  2. Hola José, me alegra que te gustase Sam Pink. Yo que tú no me metería con Stheyngart, no lo veo necesario. Qué vértigo ir probando a gente nueva siempre, no? A veces uno debería ir sobre seguro. Y apostar por el caballo ganador.

    Bueno, malas lecturas tenemos todos ¿no? Mejor no darle más vueltas.


    Gracias por pasarte de nuevo! Un saludo!

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  3. Pese a que la crítica que haces no es buena, leyéndote me ha despertado interés el tema: las distopías en las redes sociales.

    Un saludo!!

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    1. Hola Laura!

      Sí, creo que si algo salvo de la novela es el panorama que plantea. Cómo las redes sociales han sustituido a todo lo tangible de las relaciones interpersonales. Si te gusta el tema, te animo a leerlo. En este aspecto me parece bastante innovador y puede que lo que a mí me molesta de la lectura, para ti resulte meramente anecdótico.

      Hay tantos tipos de lectores!

      Gracias por pasarte!

      Un saludo!

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