IMM #4 - Septiembre 2013

Venga, preguntádmelo. ¿Cuándo se ha convertido esto en un blog de IMM y ha dejado de ser un blog de reseñas? Tengo cientos de excusas. Algunas más perniciosas que otras, pero lo cierto es que voy de arriba abajo, de izquierda a derecha, cambiando lugares por personas, trabajos intensivos y cursos que comienzan. Por lo que puedo dedicarle poco tiempo al exquisito arte del análisis. Claro que eso no quita que siga adquiriendo libros.

                                                                               

 1. Sobre la belleza – Zadie Smith

La antóloga del momento parió en 2005 una novela imponente en cuya órbita se desplazan temas como el mestizaje, la inmigración, la familia y la camaleónica sociedad británica. Todos lo necesario para conocer la obra de una de las escritoras del momento según la decisiva Granta. A ver cómo reacciono ante tanta expectativa. Este otoño, Salamandra pública su última obra, Noroeste. 

2. Leer Lolita en Teherán – Azar Nafisi

Todos aquellos libros que tras su narrativa esconden clases de literatura son un caramelo que mastico con ansias y libreta y bolígrafo. ¿Pero qué sucede cuando estas clases de literatura pueden meterte en un problema por los autores elegidos? ¿Y si todo fuese real? ¿Y si se elige a Nabokov como referente de osadía? El resultado a todas estas preguntas es la obra de Nafisi. 

3. Botchan – Natsume Sôseki

Un clásico no sólo de la literatura japonesa, sino de aquellos que estudiamos el idioma y seguimos la fijación de Impedimenta por este autor. Aunque lo cierto es que la mayoría de mis blogueros favoritos no lo han dejado en muy buen lugar, creo que debo aceptar que Sôseki es de obligada lectura. Aunque sólo sea por conocer al padre de la literatura nipona contemporánea.

4. Dinero – Martin Amis

¿Por qué se habla tan poco de este enfant terrible de las letras inglesas? Agazapado junto a los libros de Easton Ellis y Palahniuk, se encuentra este Dinero que arranca en un viaje en taxi al mismo infierno de la urbe neoyorkina. Atención al portadón retro que se marcó en su momento Círculo de Lectores y que recuperé en un mercadillo tan ilegal que no diré ni una palabra más al respecto. Todo muy Amis, sí. 

5. Arlington Park – Rachel Cusk

Una de esas compras espontáneas. Toda esa literatura de mujeres deprimidas en los barrios altos de cualquier ciudad me hipnotiza. Fisgonear entre fogones a personajes creados por una escritora bajo la influencia de Virginia Woolf es una cosa probable de llevarme a casa. 

6. El lector común – Virginia Woolf

Y para contrastar la influencia, mejor tener al original a mano. En esta incursión a la obra de la inglesa, encontramos uno de esos intensivos sobre literatura de los que hablo más arriba. Woolf hablando de Austen, de Defoe, de Conrad o de Thomas Hardy. Buena conversación sobre libros, sobre lo que vamos robando entre líneas. El último de estos mini ensayos ¿Cómo debería leerse un libro? promete cambiar esquemas. Ahí es nada. 

7. Diario -  Ana Frank

En mi reciente viaje a Ámsterdam visité la casa de Ana Frank. A pesar de que nunca había leído su diario, la historia me fue contada a través del espacio. El topos narrativo, la arquitectura del relato en cada recodo asfixiante. Allí delante estaban presenten todas sus entradas, en el neerlandés original. Con su escritura diminuta y cursiva. Y no es que esté muy abierto a toda esa maquinaria literaria sobre la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en la tienda del museo coexistían ciento un mil ediciones posibles del diario. Todos los idiomas, todos los formatos. Colores y miradas. Lo cierto es que no dudé mucho en llevarme mi ejemplar.

8. Mil otoños – David Mitchell

La joya de la corona. La presa mayor. El alfa de mi IMM. Ay, no sabéis las ganas que le tenía a este Mil Otoños de Mitchell. Y no es que estuviera descatalogado. No es que fuera un incunable. Simplemente  no quería ir a una librería al uso y llevármelo. Quería cruzarme con él. Había decidido no decidir nada en cuanto al cuándo. Todos esos otoños de Jacob de Zoet llegarían a mi vida sin que yo forzase nada. Y casi en los primeros días de esta estación que comienza, apareció en un recodo inesperado de una librería de quinta mano, dejado para mí. Viajar al Japón de la era Edo con la prosa de Mitchell es un viaje que no me quiero perder. 

Y hasta aquí llego yo. Se acaban los días calurosos y alguna lluvia hace ya acto de presencia. Vuelvo para quedarme. O eso me digo a mí mismo. Qué ganas de que las estaciones sigan su curso.