Dejen paso. Aquí llega el antihéroe que todos necesitábamos. En un mundo como éste en el que los villanos se muestran como tales, que nadie finge ser otra cosa, era normal que llegase un héroe con más extravagancias y desaciertos que aquellos a los que se enfrenta. Y es que Ben Brooks (1992, Gloucestershire) (sí, ¡1992!) en su pequeña odisea por acostarse con la chica más virginal del instituto, nos regala una novela de iniciación en la que lo primero que se nos enseña es a pulsar reset.
‘El guardián entre el centeno’ de Chuck
Palahniuk
Ser
adolescente no es fácil en estos tiempos que corren. Vale, puede que ser maduro
ya no sea un requisito. Pero hay mil cosas nuevas en las que estar a la altura
y la información que uno tiene para enfrentarse a ello es demasiado abundante
para que sea certera. En este contexto distópico tenemos a Jasper, un chico de
17 años experto en conseguir drogas nuevas por Internet, crear ambientes
propicios para sus conquistas sexuales y ver Harry Potter cada vez que la pasan
por televisión.
Jasper
va desgranando a través de su satírica mirada los resortes de su generación y
la imperceptible línea divisoria que separa al niño del adulto. Rodeado de toda
una fauna terrible y elocuente, el protagonista irá transitando de fiesta en fiesta,
y de vagina en vagina, con el fin de encontrar su sitio en el mundo o, cuanto
menos, un lugar en el que no quede patente que no siente absolutamente nada.
"Cuando se levanta, siempre tiene el pelo como si acabara de follarse a un adicto al crack en una habitación con las paredes de velcro."
— Sergio (@Sergsab) December 20, 2013
Los sinsabores del verdadero mediocre
Las
dobles lecturas y la capacidad de autocrítica no llega hasta mucho después.
Cuando uno es joven, la única escuela cuya doctrina asume como propia es la del
hijoputismo. La carcajada a costa de
los demás es el suelo sólido sobre el que uno se alza. La risa nunca procede de
nuestra propia mediocridad. Y sobre estas bases, Brooks utiliza el humor de un
modo sucio y certero. La broma incómoda acampa libre gracias a la inmunidad
diplomática que otorga la falta de madurez. Frente a otros estilistas de su
generación que abusan de la leche de soja,
Brooks salta sobre los muros de la contención y suelta a sus perros. Y
éstos, bien amaestrados, atacan ahí donde duele, ahí donde nuestras madres nos
han enseñado a no mirar.
Cuando
la fiesta acaba, cuando todos se han ido, también lloran. Y se
autolesionan. Los bajones. La inercia. Y el miedo. Andan en manada porque
cuando la risa toca a su fin, cuando ya no hay nadie que aplauda el
chascarrillo, nos damos cuenta de que estamos más solos de lo
que cualquier niño debería estarlo. Y en ese crack insonoro uno
empieza a pensar demasiado, a pensar en lo necesario, en lo inevitable.
Al escribir desde el yo, Brooks no se olvida de nada de esto. Tampoco se esconde en una
narrativa ficcionada cuando las cosas se ponen feas. Y se ponen. Mucho.
"A veces es mejor esconderse en lugares en los que nunca has estado."
Ben Brooks, Crezco
— Sergio (@Sergsab) December 21, 2013
Fuck off cautionary tale
Cuando
el barco se estaba hundiendo es lo primero que lanzamos por la borda. Se estaba
alimentando de nosotros, se estaba volviendo pesado y peligroso. Y, para ser
sinceros, ya nadie atendía al ruidito que emitía. Esas palabras sobre aquello
que nos hace válidos como humanos. Y toda esa mierda incomprensible que nada
dice sobre cómo hacer frente al frío y al inminente hundimiento. Todos nos
asomamos para ver cómo se perdía en el agua sin oponer resistencia. Ninguno oyó
el último de los “no debéis…” que nos lanzó. Y ahora estamos inquietos. Con al
agua al cuello. Bebiendo nerviosos por el atrevimiento. Con miedo de que
lleguen a casa las figuras paternas y se den cuenta de que ya no estamos a
salvo, a flote, como ellos nos dejaron cuando decidieron marcharse.
Y es
que nadie puede salvarnos. Y todos los consejos apestan a incienso. Brooks
dictamina que nadie puede enseñarnos a ser jóvenes en estos tiempos que corren
porque nunca han tenido lugar unos tiempos como estos. La moraleja brilla por
su ausencia. No hay un discurso necesariamente malo en torno a las drogas, al
alcohol o al sexo mal entendido. Pero ya no estamos en esa fase evolutiva. Misericordia
es el nombre que usamos para designar a aquel que trae más cervezas frías en el
momento exacto de la fiesta. Culpabilidad y unicornios. Camellos y Dumbledore.
Si no sabes quién eres, difícilmente podrás saber qué es lo mejor para ti. Cada
cosa a su tiempo. Cada noche, despiertos.
Ben Brooks (1992, Gloucestershire) |
Es extraño pensar en lo fácil que resulta ponerle fin a tu vida. Es posiblemente la decisión más importante que puedes tomar y, aun así, requiere muy poco esfuerzo. No hay que rellenar formularios ni ahorrar dinero ni estudiar en la universidad. Para cruzar las líneas imaginarias trazadas en el mundo se necesita mucho más. Pasaportes, visados, dinero. En cambio, si quieres morir, solo tienes que atarte una media de rugby alrededor del cuello y desapareces para siempre. Llevarán tu cuerpo al crematorio, y allí el tío Eb se pondrá a gritar, Mamá se desmayará y pondrán a Leonard Cohen mientras te conviertes en cenizas.
Sí que crece este chico, sí. En casa tengo The Kasahara School of Nihilism esperando su momento, la verdad es que estuve mirando páginas casi a riesgo de caerme dentro pero no me sentía con ánimos y opté por los adictos a la leche de soja, fue mal, muy mal, fui yo el que terminó gritando Eeeeeeehhhh, empezaré por el que tengo y seguiré por este. Un abrazo, Sergio.
ResponderEliminarHola José, sin duda, dale una oportunidad. Este chico apunta alto y me reí muchísimo con su desvergonzada visión de la distopía que es su propia vida.
EliminarY, sorpresa, escribe medianamente bien dentro de los patrones de la nueva generación.
Ya me dirás si le hincas el diente.
Little bye!