miércoles, 19 de febrero de 2014

Naíf. Súper.

¿Os ha pasado alguna vez? Dejas caer el libro que estabas leyendo y abres uno que te llama desde el lugar más recóndito de la estantería. Piensas ¿ahí había un libro? y lo abres y sabes que tienes que hacerle frente a su lectura porque, por algún motivo que aún desconoces, es importante que ese libro en concreto ocupe tu tiempo. Bueno, a mí me ha pasado. Y es que este Naíf. Súper ha colapsado mi capacidad de procesar otra información que no sea la suya. Y no, no es síndrome de Estocolmo, pero debo dar las gracias por este bendito secuestro.

De pronto, no siento nada

Él ha intercambiado cualquier sentimiento por el de la ira. En un momento que no sabe identificar, sucumbió a un estado embrionario en el que las emociones aún no se han formado y por tanto no puede relacionarse con otros humanos. Él, protagonista absoluto de esta novela, deja todo lo que conlleva interactuar con otras personas y se refugia en el piso de su hermano ausente. Él, que no sabe lo que quiere, que le pesa el tiempo sobre su cabeza como una teja mal colocada, busca un anteproyecto, un pequeño esquema que le indique cómo seguir. Mientras, golpea un tablón de madera, elabora listas, le envía faxes a un amigo meteorólogo y busca desde dónde vendrá la siguiente tormenta.


El bombardeo constante de pensamientos y la maldita comparación con los demás se convierte en poco tiempo en dos dragones a los que hacer frente. Con poco más que una pelota de goma, un niño entrometido y un viaje a Nueva York pondrá las cosas, no en el orden correcto, pero sí en un lugar donde la armonía interna le deje a uno probar qué vendrá después.



Sólo oigo mi voz

Frases cortas. Por si perdemos el hilo de nuestra propia conversación. Listas largas. Porque clasificar cosas es un modo ficticio de poner orden. Y muchas ganas de salvarse. El autor usa con soltura un lenguaje donde el cinismo acampa a sus anchas y el mundo adulto carece del sentido necesario para entender sus reglas. Holden Caulfield vuelve a las andadas 25 años después para dejar claro que la insatisfacción sigue siendo la marca identificativa de todo joven que sea capaz de apreciar el mundo que existe más allá de su acné.


La narración nunca ha sido tan perfecta como cuando sólo habla aquel que se siente solo. La carencia de respuesta es un reflejo certero de cómo se manifiestan esas ausencias. Y es que en este libro tratamos con muchas ausencias. Y nunca hay respuestas directas. Sí, quizás un fax que trae de vuelta cosas que le hacen feliz a alguien que no está cerca. Quizás un niño que no sabe hacer oraciones subordinadas. Pero nadie al que mirar de frente como si se tratase de un igual. El estilo de Loe funciona bien dentro de este hábitat desalojado. Porque esta es la historia de un chico de veinticinco años que está denotativa y connotativamente solo.



El tiempo es un canalla

La hipótesis es certera. ¿Y si el tiempo no existiese? Prisa sería sólo un gigante editorial lento y encallado. Ahora no sería más que el pan nuestro de cada día. Y los verbos designarían acciones sin importar un mierda el cuándo. Una utopía desincronizada que daría pie a la contemplación esporádica, a la acción consecutiva del deseo y al destierro de esa fea manía de confesarlo todo en el último momento, porque nadie entendería el vacío póstumo.

El narrador entiende las ventajas de este microuniverso cuyo ritmo está marcado por la respiración y el despertar. Incapaz de vivir en el otro mundo, el real, crea entre cuatro paredes este otro. A imagen y semejanza de ese chico que tiene miedo a no entender la cronología del metal, ese tiempo dorado en el que todo es mejor, en el que la vida nos consume y nos ensalza.

Y le dice adiós a la vida conocida. Y se encierra en un libro. Y no sabe cómo hablar con otras personas. Y deja cosas aparcadas porque no siente nada al realizarlas. Y golpea un tablón porque de algún modo la frustración tiene que manifestarse físicamente. Y porque el golpeteo deja callado al cerebro. Esta historia me suena demasiado. Lo del miedo y lo de las ganas de entender lo que todo el mundo asume con tanta facilidad. La atención desmedida hacia uno mismo cuando el obstáculo saluda al mundo desde lo alto y usa nuestra propia voz para ello.

Da miedo. Pero creedme, el tiempo no existe. Es la mentira que hemos dado por supuesta lo que lo ha trastocado todo. El reloj en vuestra muñeca es el simulacro en vuestra percepción. Me lo ha tenido que explicar un libro. Justo como le pasa a este chico súper naíf.

Erlend Loe (1969, Trondheim, Noruega)


Yo te veo, pero tú no me ves a mí. Nunca nos conoceremos, pero hay una cosa que quiero que sepas. Mi tiempo no es el mismo tiempo que el tuyo. Nuestros tiempos no son el mismo. Tú tienes tu tiempo y yo tengo el mío. Nuestros momentos no son el mismo. ¿Y sabes lo que significa eso? Significa que el tiempo no existe. ¿Te lo digo otra vez? El tiempo no existe. Existe la vida y la muerte. Existen los humanos y los animales. Existen nuestros pensamientos. Y el mundo. Y el universo. Pero el tiempo no existe. Puedes relajarte. ¿Te sientes mejor? Yo me siento mejor. Esto puedo salir bien. Que tengas un buen día.


8 comentarios:

  1. Cómo siempre tus reseñas son geniales, menudo libro al que te has enfrentado! Casi parece que lo hayas batallado. Super interesantes las ideas del tiempo, ponen muchas cosas en perspectiva, no?

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    1. Supongo que hay libros para cada ocasión, a veces son lecturas placenteras, otras batallas inigualables. Y no es un libro difícil, pero sí sincero. Demasiado. Y eso nunca sienta bien. Siempre acaba apareciendo algo a lo que enfrentarse. Pero el resultado ha sido muy positivo.

      Me gustó!

      Gracias por pasarte!

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  2. El epílogo perfecto a la novela de este noruego es esta reseña y sus directrices. No, no existe el tiempo y cuando no podemos seguir el ritmo uniforme, constante y desesperado de los que sí creen y viven según sus pautas buscamos ese refugio ácrono desde el que obtener perspectiva, sin prisa, dejándonos vivir, nada más, nada menos, hay quien no sabe hacerlo de otro modo. Este libro es terapéutico y siempre tendrá cinco estrellas. Un abrazo, Sergio.

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    1. Sí, sin duda el gran tema es el de la perspectiva. Esa distancia necesaria entre el conflicto y uno mismo. Lo tenía por ahí, perdido, y gracias a ti lo recuperé. Y gracias a Dios! Qué desacierto hubiese sido no darle la oportunidad más que merecida.

      Terapéutico. Sí. Necesario, añado.

      Un abrazo, José!

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  3. Lo que da miedo en verdad es que el tiempo exista. Magnifica reseña que me dejo cerquita, justo al lado del libro.

    Gracias y un saludo

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    1. Hola Ana, sí, tiempo y dragones. Nunca sabremos si son mitos o realidades deformadas que hemos asumido. ¿Quién sabe? Quizás algún heredero de Einstein nos lo explique. Sería tan radicalmente esperanzador…

      Gracias por pasarte!

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  4. La verdad es que tu reseña da muchas ganas de leérselo.

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    1. Ah! Pues lánzate. Ya verás como no decepciona. Este tipo sabe cómo escribir y cómo llegar a sus lectores.

      Ya me dirás!

      Un saludo!

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