Reconozco
que fue Glazer el que me presentó a Isserley. La película me hizo preguntarme
por la novela y, curiosamente, la novela me ha hecho olvidar la película
totalmente. A veces cuando crees que has encontrado algo, sólo estás ante la
puerta hacia otro algo más auténtico, más necesario. Hay aquí una historia de
ciencia ficción atípica, cuyos elementos no muestran más que las orejas y a
través de las cuales uno tiene que imaginar el resto. Un 5 por ciento de
extraterrestres y naves y un aplastante 95 en el que se nos pregunta cuántas
veces tiene uno que romperse a sí mismo (física y emocionalmente) para estar a
la altura de lo que se espera de nosotros. Sí, hay algo en la otra punta de la
galaxia que se parece ligeramente a nosotros.
En mi casa no soy raro
Isserley
es la protagonista indiscutible de la historia. Una mujer cuya misión es
recoger autoestopistas sano y fuertes. Cada día se levanta, hace sus
estiramientos, se mira al espejo sin reconocerse y sale de casa. A cazar.
Excepto algún que otro contratiempo, sus recorridos por las carreteras del
norte de Escocia suponen el grueso de la novela. Pero lejos de volverse
monótona o previsible, la historia se enriquece desde dentro de esta
extranjera. Su visión del mundo. Su amplitud de miras y la capacidad para
adaptarse a sus presas convierten estos viajes en una masa compacta de
vivencias extrañas. Porque cuando el desencanto de Isserley parece tocar fondo,
Faber nos suelta una de sus perlas milagrosas y todo se vuelve más raro si
cabe. Cada vez que el autor nos deja entrever un atisbo de la verdadera
identidad de Isserley, el mundo se vuelve más opaco. La capacidad de asombro
aumenta. Y la realidad se convierte en una pieza cárnica de exquisita calidad
preparada para forzar a un vegano a alimentarse.
Porque
Isserley oculta tras de sí toda una civilización bizarra que sólo podemos
entrever a través de sus silencios y sus deformidades. Su raciocinio es
producto del miedo. Su falta de asertividad es producto del más puro ostracismo. Y es que a veces volver a casa no es una opción.
Lucha de clases estelares
Aunque
lo anecdótico pasa por un cielo llena de estrellas habitadas, el sustrato de
esta historia tiene raíces retorcidas y
separatistas. Isserley es el ejemplo de que otros mundos tampoco funcionan
bien. Su papel en el nuestro es la consecuencia directa del utilitarismo ortodoxo
aplicado a la hembra. Su miedo a ser reemplazada hace que soporte todo tipo de
vejaciones. Porque la otra opción, dejar de ser útil, es infinitamente más
terrorífica. Y toda ese poso de tristeza se mezcla con el asfalto, con sus
escapadas a ver el mar del Norte en todo su magnético esplendor. Isserley ha
sido despojada de todo atisbo de salvación. Y ni siquiera la belleza natural de
la celda en la que ahora habita consigue abrirle los ojos a una nueva
posibilidad, a un nuevo comienzo. La crueldad se vuelve explícita cuando el
amor y el abandono se solapan de un modo que nadie podría identificar,
filtrar, discernir. Ni siquiera ella.
El
derrotismo está enfrentado a la belleza. La aceptación del final con la
posibilidad de que otros, cualquiera, empiece de nuevo ocupando nuestro lugar.
Y es ahí donde Faber hace lo que quiere con nosotros y nos sincroniza con la
emoción universal de la competitividad biológica. El impulso que nos hace ajenos a nosotros mismos cuando los recursos conocidos nos son suficientes para
sobrevivir.
Forastera en tierra extraña
Ser
uno más es una técnica de subterfugio que todos sabemos usar desde
pequeños. ¿Qué otra función tiene aprender a colorear dentro de las líneas que
delimitan el dibujo? Es ahí donde los instructores separan el ganado de los
salvajes. Es ahí donde los salvajes aprenden a balar. Balar o morir.
Integrados, oliendo a limpio, los salvajes asumen las líneas del dibujo, pero
siguen ahí agazapados en los colores elegidos. Casas rojas que arden. Cielos
ennegrecidos que anuncian tormentas. Los salvajes empiezan a entender el
engranaje. Y en cada sonrisa, en cada saludo cordial, se identifican entre
ellos. Ser pacientes es ganar al final. Porque el ganado sigue siendo superior
en número, pero ya no está alerta.
Isserley
se alza para cazar al animal que no reconoce como a un igual. La depravación
reside en aquello que es inferior pero que camina erguido. Esta es la historia
da una cazadora capaz de fingir ser la gacela tonta de la manada. Y de tanto
hacerlo, se clona a sí misma y su identidad diverge. Se convierte en una presa
más. El verdugo y la víctima no necesitan dos espejos para mirarse a la vez. Porque
cuando uno aprende qué lo separa del resto, asume mil veces mejor los detalles de
la uniformidad a la que no pertenece.
Isserley
es la ruptura de un conocimiento básico y erróneo: Puede que la empatía nos
ponga en el lugar del otro. Pero la venganza consigue lo mismo de un modo mucho
más satisfactorio.
Michel Faber (1960, La Haya) |
Pero, en realidad, los vodsels no sabían hacer ninguna de las cosas que definían realmente a un ser humano. No sabían siuwilar, no sabían mesnistilar, no poseían el concepto de slan. Estaban en un estadio tan primitivo, que no habían alcanzado el desarrollo necesario para utilizar el hunsur. Sus comunidades eran tan rudimentarias, que no existían los hississins, y parecía que aquellas criaturas no veían la necesidad del chail ni siquiera la del chailsin.
Me gusta mucho este tipo de novela, que esconde mucho de lo que aparenta y que cuando te paras a pensar que es de X género (en este caso, ciencia ficción), no puedes encasillarla muy bien. El hecho de haber hecho autostop por Escocia hacen la novela aún más rica (pese al temor de no querer volver a repetir después de leerla jaja), así que creo que intentaré hacerme con ella. No sé porqué, pero mi cuerpo me pide algo así.
ResponderEliminarGracias por la reseña, no conocía ni el autor ni su obra. ¡Un beso!
Una vez leí que lo más interesante de una narración es que aquello que crees que va a pasar al final, pase a la mitad. Cambiándolo todo de sitio en la página y en tu cabeza. Y creo que esta máxima es aplicable a esta novela. Con tantos elementos satélites uno no sabe cómo denominarla. Pero si tienes la oportunidad, ve a por esta historia.
EliminarUn saludo!
Gracias por pasarte!
He oído mil opiniones sobre el libro y la película y ahí han estado en el montón de pendientes esperando a ver si alguien mería la mano y extraía algo más que lo que vemos siempre en la superficie. Esta vez lo haré bien, leeré el libro primero y después veré la película, no creo que me demore.
ResponderEliminarPor cierto, llegó Spanbauer en el paquete pero creo que releeré the man who fell.... Antes de hincarle el diente a To love you more. Un abrazo, Sergio.
Hola José!
EliminarSí, léete la novela. No creo que te decepcione. Incluso cuando no soy muy fan de las narraciones descriptivas, aquí hay algo de incomprensible que me gustó mucho. Un Kundera feat. Miéville que quizás también te convenza a ti.
Ya me dirás!
Con Spanbauer, todo el mundo debería empezar con 'El hombre que se enamoró de la luna'. Es un básico. Lo amarás o odiarás, pero vas a aprender un par de cosas en el camino.
Un abrazo!
Una gran novela. Una gran crítica. Un gran blog!
ResponderEliminarHola Sergio! Gracias por tus palabras!
EliminarUn alegría que te guste!