No,
en serio. George Saunders juega en otra liga. Este tipo que dice haber llegado
tarde a la literatura es una rara avis que subsiste en su propio ecosistema. Me
cuesta compararlo con otra gente. Quizás con un Coupland con facilidad para los
medicamentos. Quizás con un Foster Wallace con un coeficiente menor pero
compensado con un sentido de la escena francamente apoteósico. No sé, todo lo
que digo de este señor me sabe poco. Imaginad por un momento a todos esos
teóricos definiendo qué es la literatura posmodernista. Pues bien, Saunders es
el que se está acostando con sus esposas.
Diez cuentos con moralija
O
con estaño por costuras. Busca cualquier material que levante la primera capa
de piel o de pintura y vierte encima tinta fresca diluida con ácido lisérgico.
Es así como Saunders se saca sus cuentos de la manga. Hay más aquí de
biblioterrorismo que de manual de escritura creativa. En las diez historias que
nos presenta, los personajes, las situaciones y las enseñanzas tienen un doble
filo que acaba cortando al menor gesto de duda. Aquí tienes que saltar con los
dos pies sin saber cuán profunda es la masa de agua. Y disfruta de la
zambullida. Porque es probable que para la recta final de cada cuento te quedes
sin aire.
Saunders,
que no le tiene miedo a nada, te lanza historias distópicas de futuros que dan
miedo dentro de una sociedad de bienestar perfecta y previsible. En cuentos
como Escapar
de La Cabeza de la Araña o Los
diarios de las Chicas Sémplica pone bajo el foco la idea de una
evolución coherente con nuestro presente y totalmente descorazonadora. Quizás
sean estas las historias más rocambolescas e impredecibles, pero aquí hay mucho más. Un denominador
común en todo lo que ofrece Diez de
Diciembre es la idea de familia distorsionada. Y, aunque todos sabemos que
no existe otro tipo, Saunders ofrece ejemplos dignos de enmarcar en las
consultas de Planificación Familiar como advertencia. En Palos y en Cachorro
encontramos ejemplos de redención consanguínea que acaban explotando en la cara
como una traqueotomía mal ejecutada. O en la maravillosa A casa donde queda
patente que el derecho de veto es inaplicable a ese grupo de personas con las que no
hemos tenido posibilidad de elección.
No
diré que todos los cuentos me parecieran sobresalientes, pero más de la mitad
merecen ser contados alrededor de una hoguera si algún día conseguimos un
trabajo de monitor de campamento para niñas de bien. Porque el humor y el miedo
es la aportación de Saunders a la historia de la literatura para adultos bien
entendida.
"¿Estamos siendo sinceros o estamos dando un rodeo para evitar el conflicto?"
George Saunders
— Sergio (@Sergsab) September 12, 2014
Hablemos de tú a tú
La
imaginación tiene un buen reconocimiento en la obra de George Saunders. Pero no
vamos a recordar a Saunders por su imaginación. El autor norteamericano es ante
todo un mimetizador de humanos. Este tipo se gana la vida cazando voces. Las
encierra en habitaciones insonorizadas y las domestica para su propio
beneficio. No hay que confundir a aquellos escritores taxidermistas que nos
presentan recreaciones de algo que una vez estuvo vivo. Las voces de Saunders
no están en tu cabeza. Al leer, las ves ahí, brillan en la página,
adaptándose a los trucos que el autor les ha enseñado. Voces de madres que han
perdido el norte. Voces de adolescentes agorofóbicos que observan el mundo
desde una ventana. Voces de jefes que exhortan a ser mejores profesionales a
sus incautos empleados. El circo de los ruidos que nos plantea en sus cuentos
es tan extraordinario que difícilmente podamos tener el oído tan afinado como
para disfrutar al completo del juego.
Y es
que si algo me ha sorprendido en estas historias es la importancia del
lenguaje. El gran cómo de la lingüística se convierte en el nodo que centraliza
las pulsiones narrativas de todos los cuentos. El lenguaje como nexo entre lo
que somos y lo que nos rodea. Hay una historia en concreto en el que esto roza lo
explícito de un modo casi pornográfico. En Mi fracaso como hidalgo el
protagonista asume a través de un medicamento la jerga medieval para una
representación teatral. Las palabras empiezan a conquistar su lengua. Luego sus
vasos sanguíneos. Y acaba asumiendo, sin poder evitarlo, el código moral de un
caballero con resultados desastrosos. Porque no es ésta tierra fértil para
gestas.
"¿De qué sirve una droga para la obediencia si necesitamos su permiso para administrarla?"
George Saunders
— Sergio (@Sergsab) August 28, 2014
Tu propia aventura te elige a ti
Eliges
A. Eliges la puerta número 3. Eliges a la chica rubia. Eliges salvarte. O no
eliges, es decir, eliges no elegir. De algún modo hemos dejado de definir la
libertad como la capacidad de tomar nuestras decisiones sin coacción. Porque
estudios recientes han demostrado que nunca elegimos de un modo abierto. ¿Quién
elige publicar todos estos estudios recientes? Las probabilidades nunca son
50/50. No es determinismo. No quiero caer en la disyunción falaz. Quiero que me
entiendas cuando digo que la elección sólo puede valorarse cuando ya no importa
cuál es el resultado. Por eso, los personajes de Saunders siempre eligen mal. O
se mueren por no ser capaces de elegir. Literalmente.
Es
la primera vez que veo a la opción A vengarse por no ser la elegida. Nunca antes
hubiera pensado que ser el segundo plato de alguien podría llegar a ser
indigesto. Y es que Diez de Diciembre
nos plantea todo un número de elecciones cuyas consecuencias nos hacen volver
al inicio del cuento, pero no hay plan B. Saunders nos ha otorgado una versión
adulta, mejorada y rocambolesca de aquellos Elige tu propia aventura.
Esos libros rojos en los que una y otra vez podías remendar tus errores. Tu
falta de criterio era de algún modo anecdótica. No es este el caso. Hemos
elegido el libro azul. Somos el ingenuo Neo decidiendo sin saber cuáles son
nuestras opciones. Y cuando nos morimos, nos morimos de verdad. Porque George
Saunders podrá jugar con nuestro visión de conjunto, pero la miopía ya viene de
fábrica.
Y es
divertido. Y duele. Y no tienes que esperar al último cuento, hace frío desde
mucho antes. Y aún así, con esta pésima sensación térmica, volveré a encontrarme con este tipo. Porque puedes elegir no leer a Saunders. Aún eres joven para seguir
cometiendo errores estúpidos. ¿No? ¿No?
Losing it - Amy Bennett |
Hemos resuelto un misterio eterno. Cómo cambia el juego. Supón que alguien no puede amar. Ahora él o ella podría. Podemos hacer que ame. Imagina que alguien ama demasiado. O ama a una persona que sus tutores o un profesional de la salud considera inapropiada para ellos. Podemos cortarles las alas a esa mierda. ¿Y si una persona está triste por culpa del amor verdadero? Ahí es donde entramos nosotros, o su tutor o su médico: no más triste. Ya no somos, en términos de control emocional, barcos a la deriva. Nadie lo es. Vemos un barco a la deriva, nos subimos a bordo, instalamos un timón, le ponemos a él o a ella rumbo al amor. O lejos del amor. ¿Crees que All you need is love? Pues mira, por ahí viene ED289/290. ¿Podemos acabar con la guerra? ¡Frenarla sí, desde luego! De pronto los soldados de ambos bandos empiezan a follar. O, con una dosis baja, se gustan muchísimo. O, pongamos, dos dictadores rivales que se la tienen jurada. Suponiendo que el ED289/290 puede desarrollarse bien en forma de pastilla, permíteme ofrecerle a cada dictador una aspirina. En un periquete tendrán la lengua en la garganta del otro y habrá palomas de paz cagando sobre su charreteras. O, dependiendo de la dosis, quizás sólo se abracen. ¿Y quién nos ayudó a hacer esto? Fuiste tú.
He aquí una de mis mejores lecturas del año pasado. Fabulosa. Demoledora. Como dirían los ingleses: mind-blowing. Y 'Pastoralia' es como mínimo igual de bueno que este. Ah. Lo de jugar en otra liga es un rasgo que Saunders comparte contigo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Pastoralia parece que vuelve a colapsar mis opciones pero no sé si debería volver tan pronto a Saunders. Ahora que ha entrado en mi vida no quiero gastarlo todo así, rápido.
EliminarLo de las ligas, ya me los explicarás.
Un abrazo!
Buenísimo pero a mí Pastoralia me gustó más en conjunto, algunos relatos de Tenth of December ya los había leído en The New Yorker. Un abrazo.
ResponderEliminarAy, ¿Entonces voy a por Pastoralia? Tendré que hacerlo. Os gusta demasiado a muchos. Pero este 'Diez de diciembre' es una inmejorable carta de presentación, aunque no todos sus relatos me parecieron soberbios.
EliminarGracias por pasarte José.
Un saludo!
Buena reseña! el libro es una pasada, uno de mis descubrimientos más afortunados del mes pasado :) lecturas que se entrecruzan!
ResponderEliminarun saludo :)
Hola Su!
EliminarLo cierto es que Saunders opera a unos niveles diferentes al resto. Nadie sabe por dónde va a salir hasta que Zas, entras en su historia y no hay vuelta atrás.
No hay nada mejor que lecturas que se cruzan.
Gracias por pasarte!