Una
de las más recientes incorporaciones del catálogo de Alpha Decay cayó hace poco
en mis manos gracias a @Karostra. Contagiada aún por los tiempos sin prisas de
la protagonista de esta novela breve, quiso compartir conmigo esta historia de
vestidos viejos y recuerdos imborrables. Un cuento que, como bien dice ella en
su blog “…no corre, pasea. Respira hondo, coge grandes bocanadas del aire.
Susurra, se queda en silencio, espera el deshielo…”.
Costumbrismo urbano en tiempos de Internet
Isabel
vive sola con su gato. Tiene veintitantos y trabaja restaurando libros. Su día
a día transcurre sin muchos sobresaltos. Original de Alaska y residente actual
de Portland, Isabel se escapa de las prisas propias del mundo en el que vive.
Pasan a su lado, ignorándola, dejándola hacer a su ritmo lento. Mientras el mundo no para de dar a luz a
psicóticos sociales atados a sus trabajos y a relaciones destructivas, amantes
de la comida rápida y el sexo exprés, Isabel se demora tanto como puede en su
sosegado estilo de vida.
Colecciona
vestidos vintage de segunda mano y
postales escritas de sitios en los que nunca ha estado. Recuerda su infancia
como fotografías que abusan de la luz fría, del hielo propio de los imposibles
inviernos vividos. Y ahora, en los últimos días de un verano que toca a su fin,
ella va y se enamora de un chico silencioso. Y las pocas palabras que se
ofrezcan será la historia más larga jamás contada entre dos personas que no
están destinadas a compartir el mismo espacio, la misma lentitud.
Tengo recuerdos de cosas que no he vivido
El
estilo de M. Smith es depurado y salpicado de detalles estéticos que decoran
visualmente el relato. Su historia breve está construida con capítulos
cápsulas. Pequeñas píldoras de nostalgia que al entrar en nuestra corriente
sanguínea acuden en manada a nuestro órgano de añorar. Nuestras pequeñas
hazañas infantiles cobran matices nuevos. Nuestra bendita ignorancia a la hora
de saber qué debíamos elegir, qué dejar de lado y el tiempo que tardamos en
darnos cuenta de si habíamos acertado. O no. Una especie de viaje en el tiempo
sin ciencia ficción.
Casi
no pasa nada trascendente en toda la novela. Algún que otro giro sutil y mucho
detalle de cosas bonitas. Pero lo cierto es que este Glaciares no pretende
otra cosa. No engaña ni decepciona. Es justo lo que es. Y hay tan pocos
artificios narrativos, que en todo ese espacio vacío entra luz a raudales. Se
ilumina desde dentro y lanza destellos de una luminiscencia casi rota. Leer
este Glaciares
es otear tu propio horizonte vital sin apartar el visillo blanco de la ventana
que has elegido para observar el mundo.
El adulto que duerme en mí
Uno
nunca acierta a conectar al niño que fue con el adulto en el que se ha
convertido. Porque en ese plan infalible que todos hemos diseñado de pequeños faltan ciertas variables que ignoramos durante gran parte del trayecto. Y al
final, la vida que establecemos cuando somos lo suficientemente altos es la
oportuna. Nuestros recursos emocionales, nuestros ahorros precarios y nuestra
conflictiva identidad nos empujan a ese hogar y no a otro. Al punto exacto que nos
otorga validez como una persona completa. O, cuanto menos, al punto desde donde
continuar nuestro proceso de acabar completos antes de que el tiempo se agote.
Isabel
sueña con ese soldado que le haría sacrificar parte del espacio destinado a sus
hermosos vestidos usados. Isabel come despacio, come sola, come sólo vegetales.
Isabel piensa en esas ciudades que tanto ella como tú, lector, sabéis que no va
a visitar. Y así está bien. Y si él se va, así está bien. Y si cocina para dos
y desaprovecha la mitad, así está bien. Porque la vida que había elegido Isabel
se ha quedado atrás. Junto con los recuerdos nacarados de aquel verano en casa
de su tía. Y la vida presente, la otorgada, está justo ahí, delante de ella.
Junto a todas las personas que aún le queda por conocer. Junto a esos vestidos
que aún no se ha probado.
Y no
hay tristeza. No te confundas. Sólo el entendimiento exacto de que en cada
momento hacemos lo mejor que podemos con aquello con lo que lidiamos. Y esa
verdad es de ese tipo de cosas ciertas que no hacen ruido. Y todos sabemos lo
fácil que es confundir silencio con tristeza.
Alexis M. Smith (Seattle, 1979) |
Lo mejor nunca son los trajes de novia, ya sabes. Los guardamos también, pero sólo porque son rematadamente caros. No. He visto suficientes armarios de ancianas para saber cuáles realmente nos convencen. No son los trajes tipo “hasta que la muerte nos separe”, sino esos maravillosos primeros vestidos: los vestidos de bailar canciones lentas, los vestidos del beso de buenas noches. Esas primeras ocasiones son las que nos seducen.
Cuando llevan andando casi una manzana, él se para un momento y la mira. Están en mitad de la acera, cara a cara, entre un estanco y un cubo de basura. Todo lo que nunca se han dicho fluye en el estrecho espacio que queda entre ambos. Isabel siente intensamente el paso del tiempo, como si se acercase una riada y quedasen sólo unos segundos para reunir las cosas importantes.
El párrafo de los trajes de novia enamora.... Gracias por tu reseña.
ResponderEliminarLo cierto es que el texto en general tiene mucha chispa. Si tienes la oportunidad, crúzate con él.
ResponderEliminarGracias por pasarte Elena.
Preciosa reseña e inevitable que a través de ella me quiera llevar el libro
ResponderEliminarEspero que si acabas leyéndolo te deje la misma cálida sensación que a mí.
ResponderEliminarGracias por pasarte Albanta.
Esa novelucha tiene tanto valor para mí porque me visitó en un momento "solitriste" y sentó como una taza de café caliente, es una mezcla, capsulita de vigor y calidez, creo que mis días necesitan ese boost poco pretencioso, de vez en cuando. Que te haga flotar, aunque justo por encima de superficie... arrastrando las puntas de los dedos en el pasado, encarando la valentía hacia el futuro.
ResponderEliminarPues va a resultar que no solo me ha gustado a mí. Quise venir en cuanto me dijiste que lo tenías reseñado, se me pasó, según blogger, tu última entrada es el IMM de noviembre ....
ResponderEliminarMe gustó mucho, conecté desde los primeros párrafos, creo que es una cuestión de compatibilidad directa con la autora, es sencillo aunque salpicado de detalles estéticos como dices, detalles que disfruté tanto... Es subrepticiamente otro cinco estrellas, lo he leído dos veces y sé que es desmesurado, que no es para tanto pero Karo ahí arriba lo dice. Tiene mucho valor para mí. Un abrazo.