sábado, 12 de enero de 2013

Glaciares



Una de las más recientes incorporaciones del catálogo de Alpha Decay cayó hace poco en mis manos gracias a @Karostra. Contagiada aún por los tiempos sin prisas de la protagonista de esta novela breve, quiso compartir conmigo esta historia de vestidos viejos y recuerdos imborrables. Un cuento que, como bien dice ella en su blog “…no corre, pasea. Respira hondo, coge grandes bocanadas del aire. Susurra, se queda en silencio, espera el deshielo…”.

Costumbrismo urbano en tiempos de Internet

Isabel vive sola con su gato. Tiene veintitantos y trabaja restaurando libros. Su día a día transcurre sin muchos sobresaltos. Original de Alaska y residente actual de Portland, Isabel se escapa de las prisas propias del mundo en el que vive. Pasan a su lado, ignorándola, dejándola hacer a su ritmo lento.  Mientras el mundo no para de dar a luz a psicóticos sociales atados a sus trabajos y a relaciones destructivas, amantes de la comida rápida y el sexo exprés, Isabel se demora tanto como puede en su sosegado estilo de vida.


Colecciona vestidos vintage de segunda mano y postales escritas de sitios en los que nunca ha estado. Recuerda su infancia como fotografías que abusan de la luz fría, del hielo propio de los imposibles inviernos vividos. Y ahora, en los últimos días de un verano que toca a su fin, ella va y se enamora de un chico silencioso. Y las pocas palabras que se ofrezcan será la historia más larga jamás contada entre dos personas que no están destinadas a compartir el mismo espacio, la misma lentitud.


Tengo recuerdos de cosas que no he vivido

El estilo de M. Smith es depurado y salpicado de detalles estéticos que decoran visualmente el relato. Su historia breve está construida con capítulos cápsulas. Pequeñas píldoras de nostalgia que al entrar en nuestra corriente sanguínea acuden en manada a nuestro órgano de añorar. Nuestras pequeñas hazañas infantiles cobran matices nuevos. Nuestra bendita ignorancia a la hora de saber qué debíamos elegir, qué dejar de lado y el tiempo que tardamos en darnos cuenta de si habíamos acertado. O no. Una especie de viaje en el tiempo sin ciencia ficción.  

Casi no pasa nada trascendente en toda la novela. Algún que otro giro sutil y mucho detalle de cosas bonitas. Pero lo cierto es que este Glaciares no pretende otra cosa. No engaña ni decepciona. Es justo lo que es. Y hay tan pocos artificios narrativos, que en todo ese espacio vacío entra luz a raudales. Se ilumina desde dentro y lanza destellos de una luminiscencia casi rota. Leer este Glaciares es otear tu propio horizonte vital sin apartar el visillo blanco de la ventana que has elegido para observar el mundo.


El adulto que duerme en mí

Uno nunca acierta a conectar al niño que fue con el adulto en el que se ha convertido. Porque en ese plan infalible que todos hemos diseñado de pequeños faltan ciertas variables que ignoramos durante gran parte del trayecto. Y al final, la vida que establecemos cuando somos lo suficientemente altos es la oportuna. Nuestros recursos emocionales, nuestros ahorros precarios y nuestra conflictiva identidad nos empujan a ese hogar y no a otro. Al punto exacto que nos otorga validez como una persona completa. O, cuanto menos, al punto desde donde continuar nuestro proceso de acabar completos antes de que el tiempo se agote.

Isabel sueña con ese soldado que le haría sacrificar parte del espacio destinado a sus hermosos vestidos usados. Isabel come despacio, come sola, come sólo vegetales. Isabel piensa en esas ciudades que tanto ella como tú, lector, sabéis que no va a visitar. Y así está bien. Y si él se va, así está bien. Y si cocina para dos y desaprovecha la mitad, así está bien. Porque la vida que había elegido Isabel se ha quedado atrás. Junto con los recuerdos nacarados de aquel verano en casa de su tía. Y la vida presente, la otorgada, está justo ahí, delante de ella. Junto a todas las personas que aún le queda por conocer. Junto a esos vestidos que aún no se ha probado.

Y no hay tristeza. No te confundas. Sólo el entendimiento exacto de que en cada momento hacemos lo mejor que podemos con aquello con lo que lidiamos. Y esa verdad es de ese tipo de cosas ciertas que no hacen ruido. Y todos sabemos lo fácil que es confundir silencio con tristeza.

Alexis M. Smith (Seattle, 1979)

Lo mejor nunca son los trajes de novia, ya sabes. Los guardamos también, pero sólo porque son rematadamente caros. No. He visto suficientes armarios de ancianas para saber cuáles realmente nos convencen. No son los trajes tipo “hasta que la muerte nos separe”, sino esos maravillosos primeros vestidos: los vestidos de bailar canciones lentas, los vestidos del beso de buenas noches. Esas primeras ocasiones son las que nos seducen.

Cuando llevan andando casi una manzana, él se para un momento y la mira. Están en mitad de la acera, cara a cara, entre un estanco y un cubo de basura. Todo lo que nunca se han dicho fluye en el estrecho espacio que queda entre ambos. Isabel siente intensamente el paso del tiempo, como si se acercase una riada y quedasen sólo unos segundos para reunir las cosas importantes.

6 comentarios:

  1. El párrafo de los trajes de novia enamora.... Gracias por tu reseña.

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  2. Lo cierto es que el texto en general tiene mucha chispa. Si tienes la oportunidad, crúzate con él.

    Gracias por pasarte Elena.

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  3. Preciosa reseña e inevitable que a través de ella me quiera llevar el libro

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  4. Espero que si acabas leyéndolo te deje la misma cálida sensación que a mí.

    Gracias por pasarte Albanta.

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  5. Esa novelucha tiene tanto valor para mí porque me visitó en un momento "solitriste" y sentó como una taza de café caliente, es una mezcla, capsulita de vigor y calidez, creo que mis días necesitan ese boost poco pretencioso, de vez en cuando. Que te haga flotar, aunque justo por encima de superficie... arrastrando las puntas de los dedos en el pasado, encarando la valentía hacia el futuro.

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  6. Pues va a resultar que no solo me ha gustado a mí. Quise venir en cuanto me dijiste que lo tenías reseñado, se me pasó, según blogger, tu última entrada es el IMM de noviembre ....

    Me gustó mucho, conecté desde los primeros párrafos, creo que es una cuestión de compatibilidad directa con la autora, es sencillo aunque salpicado de detalles estéticos como dices, detalles que disfruté tanto... Es subrepticiamente otro cinco estrellas, lo he leído dos veces y sé que es desmesurado, que no es para tanto pero Karo ahí arriba lo dice. Tiene mucho valor para mí. Un abrazo.

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