miércoles, 27 de marzo de 2013

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?



Escribir en 2013 sobre ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? es, cuanto menos, redundante. ¿No está todo dicho ya sobre la obra más mediatizada de Philip K. Dick a.k.a. Dueño y Señor de la Paranoia Metafísica? Quizás sí. O quizás es su adaptación cinematográfica, Blade Runner, la que se ha llevado el gran trozo de ese pastel que es el conflicto hombre – maquina. Deckard versus Nexus-6. No, no voy a escribir sobre las eternas comparaciones entre libro y película, porque cada uno ha sabido encontrar su hueco en la ciencia ficción. No se pisan. No se agreden porque orbitan en sistemas diferentes.

Entrar en Dick es, ante todo, una prueba de fe. No de esa fe televisada que destiñe, sino fe de la de antes, de la de no saber siquiera si vas a disfrutar del aprendizaje. Si la retribución por dicha entrega será, ya no satisfactoria, sino mínimamente útil. Y aunque la novela que nos ocupa no sea turbulenta en la mayor parte de su recorrido, sí que nos encontramos pasajes marca Dick®. Momentos de no entender nada, de cambiar de arriba abajo las reglas del juego, de dudar de si lo que creíamos que era cierto no lo era en absoluto. Citando al autor: 

"La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece."


¿Qué mejor que un androide para cazar a los propios androides? Puede ser plausible ¿no? ¿Es Deckard un circuito cerrado que cree en una organicidad que no posee? La idea se atraviesa de puntillas y, aunque aclarada, de algún modo, uno duda y se convence a sí mismo de que la entropía maquinista está devorando lo único que creíamos cierto. El lector está contra la espada y la pared. El propio cazador de bonificaciones te ayuda a encontrarte en dicha tesitura. Son muchos los Deckard que coexisten en esta novela. Muchas la Rachael Rosen a las que hay que enfrentarse.

La humanidad como conflicto es la que prevalece en la novela, la que siempre se está poniendo a prueba. Uno no sólo deja de ser humano por el simple hecho de estar cableado por dentro. La falta de empatía, la piedra angular de la novela, es una degradación que nos reduce a algo indefinido entre hombre y androide. Algo por lo que no vale la pena dejarse la piel. No sentir el dolor del otro, no ser capaz de detectar cuando está a punto de romperse, también es un modo de alejarse de la humanidad. Un viaje sin retorno hacia fuera o hacia abajo o hacia atrás. Y aquí los que más viajan son androides descorazonados y humanos desconectados de su especie.

Estaba en juego la diferencia entre los verdaderos seres humanos y los objetos humanoides. “Pero en el ascensor del museo –se dijo Rick-, yo estaba entre dos criaturas, una humana y otra androide… Y mis sentimientos eran exactamente opuestos a lo previsto, a lo que estoy acostumbrado a experimentar. A lo que debo sentir.”

El desgaste que sufre el protagonista a lo largo de la novela es digno de exaltar. No es fácil apagar una maquina que tiene la habilidad de abrazarte. Cuando el reflejo de nuestro enemigo se parece mucho a nosotros, destruir, retirar o matar son verbos que pueden intercambiarse, incluso cuando el peso al conjugarlos sean diametralmente opuestos. Cada androide que cae es una piedra en el bolsillo de Deckard. Una lapidación interna que ralentiza lo que se suponía que era un trabajo más.

Al final sucede lo que viene siendo habitual en las novelas de Dick, sus personajes buscan algo que sea cierto. Y una vez encontrado, sea un sapo, sea creer en uno mismo, lo agarran fuerte, se obligan a sentirlo. Se extienden en la conexión que podemos establecer con aquello que no ha sido hecho para confundir al ojo humano. Y llega, la maldita retribución dickiana, la revelación concedida. Descubrimos que el mayor enemigo al que uno puede enfrentarse no es aquel que nos ataca directamente, sino el que nos pisotea al señalar que lo que una vez creímos cierto no lo es en absoluto. Que nuestras creencias, que el animal que cuidamos, que la persona a la que amamos, tienen una tapadera en algún lugar que al abrirla nos muestra su mentira electrificada.

 ¿Usted cree realmente que los cazadores de bonificaciones existen? […] Roy Baty está tan loco como yo –respondió Pris-. Nuestro viaje ha sido desde un hospital mental de la Costa Este hasta aquí. Somos todos esquizofrénicos, con vidas emocionales defectuosas. Achatamiento de los efectos, le llaman a eso. Y tenemos alucinaciones en grupo. 

La ofensa no está en creer que algo es erróneamente cierto, sino forzarnos a descubrir que nos estamos aferrando a una mentira sin ofrecernos nada a cambio. Sin tender mano alguna que nos salve del desagüe, del desguace.

 
Philip K. Dick (1928 - 1982)

4 comentarios:

  1. Un clasicazo que tengo pendiente =)

    Besotes

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  2. Hola Sergio,
    No lo he leído aún. Blade Runner la he visto muchas veces y es quizás por eso por lo que no me he acercado. Del autor quería leer este año "The man in the high castle", no creo que tarde, la leeré con Jordi :) Sólo conozco historias cortas que he ido coleccionando de revistas literarias o publicaciones de ciencia ficción. Un placer leerte. Un abrazo.

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  3. Philip K. Dick fue fagocitado por la adaptación de su obra más conocida al cine. ¿Qué tiene "Blade runner" de "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?"? ¿Nos quedamos con la película o con el libro? ¿O en este caso son tan diferentes que nos podemos quedar con los dos? Muchas preguntas y un libro pendiente de lectura. Gracias por traerlo aquí. Un abrazo.

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  4. - Hola Shorby, la verdad es que yo tampoco era capaz de sacarle el tiempo que se merece. Pero finalmente, dejé de lado las infinitas lecturas pendientes y me puse con ello. Hazlo si tienes la ocasión, no te arrepentirás.


    - Hola José, "El Hombre en el Castillo" DEBE caer este año. Hay tanta gente fascinada con ese libro, que ya me han contagiado las ganas. Si organizas conjunta, avísame. Gracias por pasarte! Un abrazo!


    - Manel, en general creo, que es mucho el K. Dick que hay mercantilizado y distorsionado. Mucha gente habla de él, pero creo que no tantos se han sumergido en su obra. Confieso que ésta es la segunda novela que leo de él. Aún me queda mucho camino paranoico por delante. Pero no claudicaré, la metafísica unida a ese aire pulp hacen de este autor una joya rarísima. Gracias por pasarte! Abrazos!

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