Siempre
es una buena opción combinar cualquier lectura densa con relatos de Banana
Yoshimoto. Éstos son tan sutiles, tan atmosféricos, que nunca roban
protagonismo ni tiempo ni energía de la lectura principal que estás llevando
a cabo. Y cuando creías que le estabas dando una importancia secundaria, te ves
aplazando por momentos cualquier otra cosa para cerrar la historia que la
señorita Yoshimoto te ha ido narrando a lo largo de todos esos días que no
acaban. Sin duda, este Sueño Profundo me ha mantenido más
de una noche despierto, con sus cuentos zanjados y mi mirada perdida a través
de las calles de esta ciudad que camina dormida.
Somnolencia participativa
Hay
algo mágico en los cuentos de esta autora japonesa. No sabes cómo, sus historias
te llegan aunque el surrealismo implícito de la cultura japonesa, así como la
dosis extra que Yoshimoto añade, parece colocar sus textos en las antípodas de
la identificación. Y sin embargo, sucede.
En
el caso que nos ocupa, el libro está compuesto por tres relatos independientes
pero con una temática en común. Mujeres que han perdido a un ser querido y cuya
respuesta natural es alejarse del mundo que compartían con estos que ya no
están. Dormir
hasta que el mundo sea completamente distinto a aquél en el que no tenemos
cabida. Buscar el origen, el punto de inflexión donde se torció la vida y
empujamos lejos al único ser humano que logró comprendernos. Desenterrar del
pasado a un enemigo para reconciliarnos en la última batalla, en esa en la que nadie
querría estar solo.
Cuentos
sobre cómo la soledad se vuelve gruesa en la piel que llevamos puesta. Cuentos
en los que una frontera difusa tiene que cruzarse para entender el precio que
pagamos por nuestras decisiones. Al fin y al cabo, las historias propias de
Yoshimoto, relatos en los que lo cotidiano se cobra el peso de nuestra
existencia y deja patente el duro camino que todos recorremos hasta
convertirnos en la persona que necesitamos ser.
"Y luego ya no me quedó nada, sólo el fondo de la noche que me instaba a seguir adelante." Banana Yoshimoto
— Sergio (@Sergsab) August 11, 2013
Arropar con crisálidas de aire
Exceptuando
casos contados como Ryu Murakami o Yasutaka Tsutsui, la sutileza es uno de los
elementos emblemas del estilo literario japonés. Incluso aquellos autores más
europeizados, aún comulgan con conceptos como el iki (いきo 粋), que representa lo calmado, lo sofisticado como sinónimos de
exquisito sin caer en complicaciones que lo emborronen todo. Banana Yoshimoto, fiel representante de los
valores que definen su país y su cultura, manufactura sus pequeñas palabras sin
olvidar estos conceptos. El silencio. La conversación. El nuevo japonés más
occidentalizado que no olvida de dónde viene. Todas las luciérnagas que uno
pueda soñar están encerradas en ese frasco de cristal que son los relatos de
Yoshimoto.
La
convivencia perfecta con lo extraordinario se nos presentan aquí con la misma
naturalidad que el frú frú de un
kimono que se desplaza a la velocidad del silencio. Conversaciones con muertos.
Fronteras fantasmagóricas con puertas de entrada. Videntes enanos con capacidad
para hipnotizar. Ningún personaje se sorprende nunca de estas revelaciones.
Todo se acepta. El escándalo nunca se refleja en un rostro japonés.
Como
un cuento antes de dormir, Banana Yoshimoto, va tejiendo lo fantástico con
conversaciones extensas sobre qué habrá hoy de cenar. Y de ese mestizaje de lo
onírico con lo tangible, surge la ensoñación propia del sonámbulo que se
desplaza con los ojos cerrados por el mundo de la vigilia. Sueño recurrente y recorrido al que tarde o
temprano la autora consigue inducirnos.
"Un color azul marino como éste. El color de la noche cerrada, donde se concentra todo: los ojos, los oídos, las palabras" Banana Yoshimoto
— Sergio (@Sergsab) August 11, 2013
Señuelo de una noche de verano
He
caído en la trampa. Usé a Yoshimoto como cortina de humo y no me di cuenta de
que la materia prima procedía de ese opio narcotizante que es la sintaxis
japonesa. Quería despejarme y acabé sumergido en el relato manifiesto. El cepo de la distracción se aferró a mi
tobillo, a mis ganas de huir, a la ensoñación que evita caer dormido. Descubrí
que las ventanas de esta ciudad son como las de Tokio, de noche todas las
miradas se pierden en el infinito de luces que auguran otras vidas. Otras
posibilidades.
Ella
es la sutil experiencia de lo sumergible en aguas estancadas. No esperen aquí
giros ni climax ni cliffhangers imprevisibles.
No, esta autora japonesa juega con otro tipo de baraja. Y sin tener ninguna de
las cartas marcadas, consigue ganar en las tres rondas que componen este libro.
Es
difícil enfrentarse a la quietud y salir victorioso. Justo por ello, Sueño
Profundo es un triunfo que Banana puede adjudicarse como escritora,
pero que tú no puedes asumir como lector. En serio, no hay truco. Pero sabes
que has sido víctima de un señuelo transparente. Y eso nunca es justo.
Banana Yoshimoto (Tokio, 1964) |
Aunque no sea más que la pequeña historia de una resurrección, la historia de las pequeñas olas que habían embestido mi corazón por la pérdida de una amiga y por mi cansancio de la vida cotidiana, pienso que el ser humano es fuerte. No recuerdo si esto me había ocurrido con anterioridad, pero cuando me enfrenté a las tinieblas de mi corazón, cuando me sentí herida en lo más hondo y me rompí en pedazos, exhausta, de improviso emergió de mi interior una fuerza inexplicable.
Como siempre, la mejor forma de cerrar el ciclo de un libro es leer tu reseña como punto final. Me encantaron estos tres relatos, que me hicieron despertar de una somnolencia que venía acumulando desde hacía meses. Espero que a ti también te hayan ayudado, o que al menos te hayan hecho disfrutar de sumergirte en ese irreal mundo nocturno en el que todo se normaliza.
ResponderEliminarLo cierto es que ya antes de Yoshimoto habíamos hablado de por qué el sueño constante, por qué la somnolencia que no se despegaba. A veces no es la cama. A veces no son las horas que duermes. A veces es una cosa que aún no tiene nombre y que subyace bajo aquello que somos.
EliminarOjalá tengas suerte en aquel lugar en el que despiertas estos nuevos días.
Little bye!
Tu primer párrafo describe perfectamente la sensación que me causa lo que he leído de esta autora, Banana Yoshimoto. Me anoto este porque me has recordado que quería leer algo más suyo pero se me han ido acumulando otras lecturas.
ResponderEliminarSaludos!
Hola Ana,
Eliminaryo llevo ya tres de la autora y ninguno me ha dejado mal sabor de boca. Estos cuentos tranquilos se agarran al tobillo porque te hablan de cosas que todos somos capaces de sentir. Habla de historias protagonizadas por humanos dormidos ante todo aquello por lo que merece la pena despertarse.
Ojalá te guste tanto como a mí.
Un saludo y gracias por pasarte!
Empecé Kitchen y lo dejé por otro, me siento atraído por esta autora pero ya sabes los miedos que me asaltan ¿ y si no me entero de nada? ¿y si me entero mal? Me falta bagaje nipón, lo estoy supliendo con los clásicos que creo poder dominar mejor, en breve empiezo con Mishima y con Kawabata fue mejor de lo que creía. Disfruté muchísimo con este último. Incluso Murakami con todo lo ocidental que se supone que es me da miedo... Un abrazo :)
ResponderEliminarJosé!
EliminarNO PUEDE DARTE MIEDO!! Eres un tipo todoterreno, no supondrá reto alguno. Simplemente, acabas sintiéndolo o no. Con Yoshimoto, con Murakami, todo sucede fuera del proceso lógico del entendimiento y el raciocinio. Mi consejo es que te dejes llevar. Que aparques a un lado las expectativas. Que vivas la delicadeza de las estaciones de la mano de esta autora.
Gracias por pasarte!
PD: Tengo que ponerme con Mishima sí o sí.
Estamos de acuerdo en que Banana es una tejedora nata. Murakami es más de descenso, ella tiende más bien a hacer trenzas, un bucle de realidad cede ante un mechón de lo supernatural, de lo irreal, de lo mágico.
ResponderEliminarDe una sutileza desbordante, siempre - un rara avis... :) Un placer leerte, otro más grande - entenderte y concluir con la misma nana...la de luciernaagas.
Besos!
Lo efímero de Yoshimoto. Arrulla y llama sin tocarnos, desde una distancia que ella misma ha convertido en un mundo propio e intransferible. Una gozada dejarse llevar por ella de vez en cuando.
EliminarQué bien, qué bien que vuelvas con Yoshimoto.
ABRAZOS!