martes, 20 de agosto de 2013

Sueño Profundo


Siempre es una buena opción combinar cualquier lectura densa con relatos de Banana Yoshimoto. Éstos son tan sutiles, tan atmosféricos, que nunca roban protagonismo ni tiempo ni energía de la lectura principal que estás llevando a cabo. Y cuando creías que le estabas dando una importancia secundaria, te ves aplazando por momentos cualquier otra cosa para cerrar la historia que la señorita Yoshimoto te ha ido narrando a lo largo de todos esos días que no acaban. Sin duda, este Sueño Profundo me ha mantenido más de una noche despierto, con sus cuentos zanjados y mi mirada perdida a través de las calles de esta ciudad que camina dormida.

Somnolencia participativa

Hay algo mágico en los cuentos de esta autora japonesa. No sabes cómo, sus historias te llegan aunque el surrealismo implícito de la cultura japonesa, así como la dosis extra que Yoshimoto añade, parece colocar sus textos en las antípodas de la identificación. Y sin embargo, sucede.


En el caso que nos ocupa, el libro está compuesto por tres relatos independientes pero con una temática en común. Mujeres que han perdido a un ser querido y cuya respuesta natural es alejarse del mundo que compartían con estos que ya no están. Dormir hasta que el mundo sea completamente distinto a aquél en el que no tenemos cabida. Buscar el origen, el punto de inflexión donde se torció la vida y empujamos lejos al único ser humano que logró comprendernos. Desenterrar del pasado a un enemigo para reconciliarnos en la última batalla, en esa en la que nadie querría estar solo.

Cuentos sobre cómo la soledad se vuelve gruesa en la piel que llevamos puesta. Cuentos en los que una frontera difusa tiene que cruzarse para entender el precio que pagamos por nuestras decisiones. Al fin y al cabo, las historias propias de Yoshimoto, relatos en los que lo cotidiano se cobra el peso de nuestra existencia y deja patente el duro camino que todos recorremos hasta convertirnos en la persona que necesitamos ser.


Arropar con crisálidas de aire

Exceptuando casos contados como Ryu Murakami o Yasutaka Tsutsui, la sutileza es uno de los elementos emblemas del estilo literario japonés. Incluso aquellos autores más europeizados, aún comulgan con conceptos como el iki (いき粋), que representa lo calmado, lo sofisticado como sinónimos de exquisito sin caer en complicaciones que lo emborronen todo.  Banana Yoshimoto, fiel representante de los valores que definen su país y su cultura, manufactura sus pequeñas palabras sin olvidar estos conceptos. El silencio. La conversación. El nuevo japonés más occidentalizado que no olvida de dónde viene. Todas las luciérnagas que uno pueda soñar están encerradas en ese frasco de cristal que son los relatos de Yoshimoto.

La convivencia perfecta con lo extraordinario se nos presentan aquí con la misma naturalidad que el frú frú de un kimono que se desplaza a la velocidad del silencio. Conversaciones con muertos. Fronteras fantasmagóricas con puertas de entrada. Videntes enanos con capacidad para hipnotizar. Ningún personaje se sorprende nunca de estas revelaciones. Todo se acepta. El escándalo nunca se refleja en un rostro japonés.

Como un cuento antes de dormir, Banana Yoshimoto, va tejiendo lo fantástico con conversaciones extensas sobre qué habrá hoy de cenar. Y de ese mestizaje de lo onírico con lo tangible, surge la ensoñación propia del sonámbulo que se desplaza con los ojos cerrados por el mundo de la vigilia.  Sueño recurrente y recorrido al que tarde o temprano la autora consigue inducirnos.


Señuelo de una noche de verano

He caído en la trampa. Usé a Yoshimoto como cortina de humo y no me di cuenta de que la materia prima procedía de ese opio narcotizante que es la sintaxis japonesa. Quería despejarme y acabé sumergido en el relato manifiesto.  El cepo de la distracción se aferró a mi tobillo, a mis ganas de huir, a la ensoñación que evita caer dormido. Descubrí que las ventanas de esta ciudad son como las de Tokio, de noche todas las miradas se pierden en el infinito de luces que auguran otras vidas. Otras posibilidades.

Ella es la sutil experiencia de lo sumergible en aguas estancadas. No esperen aquí giros ni climax ni cliffhangers imprevisibles. No, esta autora japonesa juega con otro tipo de baraja. Y sin tener ninguna de las cartas marcadas, consigue ganar en las tres rondas que componen este libro.

Es difícil enfrentarse a la quietud y salir victorioso. Justo por ello, Sueño Profundo es un triunfo que Banana puede adjudicarse como escritora, pero que tú no puedes asumir como lector. En serio, no hay truco. Pero sabes que has sido víctima de un señuelo transparente. Y eso nunca es justo.

Banana Yoshimoto (Tokio, 1964)


Aunque no sea  más que la pequeña historia de una resurrección, la historia de las pequeñas olas que habían embestido mi corazón por la pérdida de una amiga y por mi cansancio de la vida cotidiana, pienso que el ser humano es fuerte. No recuerdo si esto me había ocurrido con anterioridad, pero cuando me enfrenté a las tinieblas de mi corazón, cuando me sentí herida en lo más hondo y me rompí en pedazos, exhausta, de improviso emergió de mi interior una fuerza inexplicable.  


8 comentarios:

  1. Como siempre, la mejor forma de cerrar el ciclo de un libro es leer tu reseña como punto final. Me encantaron estos tres relatos, que me hicieron despertar de una somnolencia que venía acumulando desde hacía meses. Espero que a ti también te hayan ayudado, o que al menos te hayan hecho disfrutar de sumergirte en ese irreal mundo nocturno en el que todo se normaliza.

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    1. Lo cierto es que ya antes de Yoshimoto habíamos hablado de por qué el sueño constante, por qué la somnolencia que no se despegaba. A veces no es la cama. A veces no son las horas que duermes. A veces es una cosa que aún no tiene nombre y que subyace bajo aquello que somos.

      Ojalá tengas suerte en aquel lugar en el que despiertas estos nuevos días.

      Little bye!

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  2. Tu primer párrafo describe perfectamente la sensación que me causa lo que he leído de esta autora, Banana Yoshimoto. Me anoto este porque me has recordado que quería leer algo más suyo pero se me han ido acumulando otras lecturas.

    Saludos!

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    1. Hola Ana,

      yo llevo ya tres de la autora y ninguno me ha dejado mal sabor de boca. Estos cuentos tranquilos se agarran al tobillo porque te hablan de cosas que todos somos capaces de sentir. Habla de historias protagonizadas por humanos dormidos ante todo aquello por lo que merece la pena despertarse.

      Ojalá te guste tanto como a mí.

      Un saludo y gracias por pasarte!

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  3. Empecé Kitchen y lo dejé por otro, me siento atraído por esta autora pero ya sabes los miedos que me asaltan ¿ y si no me entero de nada? ¿y si me entero mal? Me falta bagaje nipón, lo estoy supliendo con los clásicos que creo poder dominar mejor, en breve empiezo con Mishima y con Kawabata fue mejor de lo que creía. Disfruté muchísimo con este último. Incluso Murakami con todo lo ocidental que se supone que es me da miedo... Un abrazo :)

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    1. José!

      NO PUEDE DARTE MIEDO!! Eres un tipo todoterreno, no supondrá reto alguno. Simplemente, acabas sintiéndolo o no. Con Yoshimoto, con Murakami, todo sucede fuera del proceso lógico del entendimiento y el raciocinio. Mi consejo es que te dejes llevar. Que aparques a un lado las expectativas. Que vivas la delicadeza de las estaciones de la mano de esta autora.

      Gracias por pasarte!

      PD: Tengo que ponerme con Mishima sí o sí.

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  4. Estamos de acuerdo en que Banana es una tejedora nata. Murakami es más de descenso, ella tiende más bien a hacer trenzas, un bucle de realidad cede ante un mechón de lo supernatural, de lo irreal, de lo mágico.

    De una sutileza desbordante, siempre - un rara avis... :) Un placer leerte, otro más grande - entenderte y concluir con la misma nana...la de luciernaagas.
    Besos!


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    1. Lo efímero de Yoshimoto. Arrulla y llama sin tocarnos, desde una distancia que ella misma ha convertido en un mundo propio e intransferible. Una gozada dejarse llevar por ella de vez en cuando.

      Qué bien, qué bien que vuelvas con Yoshimoto.

      ABRAZOS!

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