He
ido a grupos de autoayuda. Ya sabes, eso de sentarnos en círculo para que la
mierda de cada uno nos salpique a todos. He dicho mi nombre en voz alta. He
comido galletas caseras en el descanso reglamentario de diez minutos. Y casi
llega a interesarme todos esas historias confidenciales y previsibles. Me he
portado bien. Me he mantenido alejado de las librerías. De la blogosfera.
Cuando alguien, en alguna fiesta, ha nombrado a Houellebecq, me he puesto mi abrigo
y me he marchado. Sin importar el frío que hiciese fuera. Sin importar lo
literario que pudiese ser volver a casa en metro a partir de ciertas horas.
Renuncié a todos esos elementos satélites que van con mi objeto nocivo
favorito. Le dije adiós a las camisas de cuadros, a las gafas de pasta, a la
leche de soja, a las pelis que salían victoriosas de Sundance. Intenté
simplificarlo todo. Que Nobel fuese una marca de tabaco. Que Donna Tartt fuese
sólo una señora con un corte de pelo bonito. Alpha Decay, una fraternidad
universitaria de segunda que no puede permitirse tres letras griegas. Juro que
he hecho todos mis ejercicios de respiración. De autocontrol. De mediocridad. He
llevado una chapa que decía UN MES LIBRE DE LIBROS. Luego otra que decía DOS
MESES LIBRE DE LIBROS. Y aquí estoy. No tengo remedio. He echado tanto de menos
la sensación de que todo se me iba de las manos. Tanto de menos saber que
estabas esperando esto. Soy nocivo. Y compro libros.
Las Luminarias – Eleanor Catton
Los
astros le sonríen a Catton. Su novela ha cautivado a tantos lectores que es
imposible que esta sea la primera vez que oyes hablar de Las Luminarias. La influencia que ejerce en aquellos que caen entre
sus páginas es similar a la ejercida por la luna en lo concerniente a mareas.
Uno queda sumergido, observando cómo vas perdiendo pie sin querer salir a la
superficie. Porque ¿qué importancia tiene el oxígeno cuando estamos ante una
novela con la capacidad de dejarte sin habla? Fue injusto que su publicación a
finales de 2014 no diera más de sí. Este año, sin embargo, la autora
neozelandesa va saldar todas sus deudas.
Al límite – Thomas Pynchon
Dudo
que Thomas Pynchon sea un hombre real. Dudo que exista como individuo. En mi
cabeza es algo así como una organización secreta donde rituales, motores de
búsqueda y teorías sobre posmodernismo y baja cultura se entremezclan hasta
rozar la esquizofrenia participativa. Esta sociedad tiene acciones en las
principales empresas farmacéuticas y patrocina tallares de escritura con fines
propagandísticos. Hay una mujer de fondo que parece controlarlo todo. Y una
madre autoritaria que la controla a ella. Pynchon no es un apellido. Es el
mundo de Oz para la paranoia especulativa. No, no he perdido los papeles. Es
que estoy entrando en este universo de locos a través de su última novela y
dudo que pueda salir de una pieza. O recordando cómo me llamo. También dudo
de que quiera salir de aquí. Si me acostumbro al ruido, esto puede ser la
hostia.
El efecto del aleteo de una mariposa en
Japón – Ruth Ozeki
Admito
que no me fiaba en un principio de la novela de Ozeki. Ese título y ese
buenrollismo ingenuo no me gustaban en absoluto. No eran para mí. Y de pronto, un
día, estuve frente a frente ante esa portada escandalosamente amarilla y me la tuve que
llevar a casa. No todo llega e impacta. No todo causa una fantástica primera
impresión. Hay veces, como en la novela de Ozeki, que uno tiene que esforzarse
un poco más en comprender qué tiene delante. Puede que no sea el chico más
guapo de la fiesta. Puede que no sea un proceso de ruptura con la narrativa
previa. Pero puede que acabe cuajando, que lo que iba a ser una historia o una
noche previsible, se convierta en el principio de algo que no viste venir. Y
eso hice, me quité los prejuicios antes de entrar en casa y le pregunté a esta
historia si quería quedarse a dormir.
Guerracivilandia en ruinas – George
Saunders
Sí.
Tenemos nuevas reediciones relucientes y con diseños geniales de Diez de diciembre y Pastoralia. Pero, eh, todos sabemos que,
hoy por hoy, la pieza ganadora, el vellocino de oro, es Guerracivilandia en ruinas. No, no me he inventado yo las reglas.
Este sistema de recompensas está justificado. Estamos hablando de un Saunders
que no sabemos si van a reeditar. Estamos hablando de un libro que no se
encuentra en cualquier fondo de biblioteca. Estamos hablando de una traducción
de Javier Calvo. Siete cuentos nuevos
como nuevos que nos vuelven a hacer sentir culpables por el hecho de haber ignorado
a Saunders durante mucho tiempo. Nos merecemos protagonizar una de sus historias. Es el castigo justo para este sistema de recompensas que, repito, no
me he inventado yo.
Kokoro – Natsume Sōseki
Tengo
el corazón en un puño. Las novelas imponentes de Sōseki suelen crear
sentimientos convulsos y una falsa sensación de tibieza que no acaba de
arrancar. En las novelas de este señor, nadie se levanta en mitad de una boda
para detenerla. Las pasiones son sosegadas antes de que el fuego se propague. No
es que estemos ante una falta de clímax patológica. Es que el corazón japonés
late tranquilo, sin querer molestar, sin ánimo de despertar animadversión en
todo aquello que le rodea. Una vez que entiendas esto, cuando comprendes que
las emociones que importan son aquellas que no te quitan el sueño, entonces Sōseki
se mostrará tal y como es, gigante. Y Kokoro,
vinculante y necesaria.
Mi educación – Susan Choi
¿Por
qué nadie está hablando de esta novela? Hizo un montón de ruido el año pasado
en la Bendita América y aquí ha pasado desapercibida. Me niego. Una novela de
campus en la que un profesor abusa de su carisma, una historia de amor a tres
bandas en la que se disecciona cómo se caduca el deseo, cómo muta y adopta
nuevas y exquisitas formas. La historia de los ridículos y convulsos años 90 y
la búsqueda de identidad hacen de la primera novela traducida de Choi una
decisión acertada lo mires como lo mires.
Homes
es mucho más que aquella señora que nos brindó un cuento sobre cómo un chico se
beneficia a la Barbie de su hermana. Es mucho más que la mujer que nos contó
cómo un marido le pone un rastreador a su suegra con alzheimer para cuando se pierda. Homes es una escritora con principios. Aunque puede que éstos no
coincidan con los tuyos. Homes es esa guía turística que te enseña todo eso que
está fuera de tu zona de confort y que nunca deja de sonreír. No importa cuánto
hiperventiles, si su misión es mostrártelo, tú lo vas a ver. Sí o sí. Su última
novela es el colofón que todos esperábamos a todos sus años de trayectoria. La
historia de dos hermanos cuya relación hace parecer a Caín y Abel protagonistas
de un folleto sobre cómo convivir con tus prójimos.
Admítelo.
La nueva literatura YA se está refinando y se está haciendo mayor. El lector,
que ya se las sabe todas, espera mucho de ella. No importa que tengas 16 o 29
años, la exposición masiva a la narrativa que vivimos hace que todo el mundo se
haya puesto las pilas a la hora de escribir. De evitar el truco fácil. De dejar
clara la crítica y el contra quién luchamos. Y de esta nueva oleada de títulos, he convertido a Amanecer Rojo en santo de
mi devoción. Una historia ambientada en un futuro en el que las castas vuelven
a estar vigentes y en el que un arribista intenta conseguir que el mundo vuelva
a ser tal como era. Si tenemos en cuenta que todo esto tiene lugar en Marte, la
incógnita de ese mundo anterior se sobredimensiona. Sí, espero mucho jaleo de
este libro. Ganas no me faltan.
No
sé si sabrás que el año pasado morí de amor por Her. La película de Jonze me conmovió a todos los niveles. La
estética, las dosis de ciencia ficción y todo ese final posthumanista hicieron
de mí un fan acérrimo del largometraje. Y luego me encuentro con la novela de
Hutchins. Y claro, no pude dejarla escapar. Déjame que te lo explique. Un tipo mantiene conversaciones con su padre muerto y volcado a un
servidor informático sobre la naturaleza del amor y la fragilidad de las
relaciones en un San Francisco que promete más de lo que ofrece. ¿Hola? ¿Quién
le ha explicado a Hutchins cómo funcionan mis circuitos del placer? El amor en
la era de Internet y todas las metáforas posibles sobre puertos de entradas y
extracción segura. Amén.
El
Alfa de mi manada tiene un 2’90 de nota media en Goodreads. Su autor publicó
esta novela en 2008 y ya no ha vuelto a ponerse ante un teclado. ¿Entonces? ¿A
qué viene a colocarlo en este sitio de honor? ¿He perdido la cabeza? ¿Finjo ser
un outsider literario con aires de
grandeza? Sí. ¡A todo sí! Pero además la novela de Gessen se convirtió en su
momento en uno de esos títulos que todo el mundo tenía que leer costase lo que
costase. Imagina una serie como Girls pero en la que todos sus protagonistas
quieren ser escritores. Usa Nueva York de fondo. Y adereza la mezcla con
infinitas rupturas sentimentales. Aún no existían los selfies. Pero ¿quién
los necesita cuando eran años en los que uno se veía reflejado en sus héroes
literarios tardíos? Gessen dejó su carrera a un lado. Y yo, que no sé qué va a
ser de mí, he decidido reconducirla para que no pases por alto esta novela. No
habla de gente como tú y como yo. Habla directamente de ti y de mí. Y ni
siquiera lo sabías.
¡Hola!
ResponderEliminar¿Y cómo no ibas a comprar libros? Menudos libros que has comprado, que envidia en algunos. Este mes también ha llegado a mi estantería Al límite y también Puro vicio, aún no he leído nada de Pynchon. A ver que tal la experiencia...
Las luminarias, El efecto del aleteo de una mariposa en Japón y Kokoro son tres libros a los que tengo muchas ganas. Espero tener la oportunidad de hacerme con ellos.
Y me llevo apuntados otros, para mi larga lista de deseos literarios. Mi educación me ha llamado la atención, Ojalá nos perdonen tiene buena pinta, Teoría y práctica del amor me atrajo desde que lo vi. Y Todos los jóvenes tristes y literarios, a pesar de la mala nota en goodreads, si tengo la oportunidad lo leeré.
Un beso y disfrute de tus lecturas.
Hola Isa!
EliminarMe alegro de que compartamos tantos libros en el punto de mira. Lo cierto es que esto de comprar libro, normalmente se me va de las manos, por eso debería controlarme un poco. Pero es que los veo ahí, en la librería, llamándome, y ya no hay vuelta atrás.
Pynchon da miedo. Lo admito. Pero ahora que se ha puesto de moda, creo que es el momento de ir a por él. En cuanto a Homes y Hutchins, también. Son objetos de adoración. El diseño que los contiene me tiene maravillado.
Ya me contarás qué tal tus experiencias literarias.
Gracias por pasarte!
Un abrazo.