He
vuelto al instituto. He guardado en mi taquilla los libros de química y la he
cerrado con un golpe. Sí, mis hormonas también han vuelto. Me he sentido
invisible. Otra vez. Y me he convertido en la reina del baile, otra vez. He
acosado a los blandengues. Y se han reído de mí al tartamudear. He odiado a mis
padres. Me he odiado a mí mismo. He visto cómo mi cuerpo se despertaba ante los
estímulos más inesperados. Y me he enamorado de todas las personas incorrectas.
Sólo he pasado una semana con el libro de David Levithan, pero Cada día me ha hecho sentir como el
chico de intercambio que no entiende nada, pero que asimila las nuevas reglas a
la velocidad del sonido. He conocido a muchas personas. Y todas eran yo. Es una
novela rara. Quizás algo intensa. Pero ¿quién no es raro e intenso con
dieciséis años?
Encantado. Soy yo. Otra vez
A.
sabe quién es. Pero ésta es una información que queda rápidamente obsoleta.
Porque A. es una persona diferente cada día. Entre el despertar y la ducha de
la mañana, tiene quince minutos escasos para saber dónde está y qué tipo de
vida le espera durante las próximas 24 horas. A base de repetir este patrón, no
encuentra muchos inconvenientes. Su forma de existir le ha otorgado la
posibilidad de entender cómo sería tener otra vida, claro que, para descubrirlo,
tiene que renunciar a la suya propia.
Esta
forma parasitaria de vivir, de cobijarse bajo la piel de otras personas, tiene
reglas impuestas y autoimpuestas. Al no infringirlas, A. se asegura de que la vida
de su huésped no queda trastocada de forma irremediable. El plan sigue su curso
hasta que A. se enamora. Y claro, toda su pragmatismo y su política de no
inmiscuirse se va al traste.
Si
es cierto que la conquista del amor es un asunto de perseverancia A. lo tiene
todo en su contra. Ya que al despertar sabe de quién está enamorado, pero debe
forzar la rutina del cuerpo que lo alberga para cruzarse con la chica por la
que sufre. Y presentarse ante ella cada mañana como una persona completamente
nueva.
Seguir
hablando del argumento sería una mala jugada por mi parte. Sólo voy a añadir
que Levithan explota al máximo todas las posibilidades de su planteamiento.
Consigue sorprender y nos hace entrar en la dinámica de todos esos cuerpos que
giran en torno a una chica que no sabe que posee la órbita gravitacional más
hormonal de la historia.
Tierra, trágalos
Uno
de los aciertos de la novela de Levithan es su galería de personajes. Cada una
de las vidas que A. ocupa, está llena de detalles y personas que definen a la
perfección a alguien que curiosamente nunca llegamos a conocer. Identidades que
se quedan en el banquillo mientras nuestro protagonista sale al campo a jugar. Nunca
sabemos a dónde se dirige cuando sale el espectro. Pero no podemos negar la
comprensión medianamente certera de qué tipo de vida llevan aquellos que se ven
forzados a tomar este receso existencial. Y ahí es quizás donde Levithan te
acaba conquistando. Altos, bajos, delgados, fornidos, obesos, chicos, chicas,
bisexuales, homosexuales, transexuales, mezquinos, víctimas, afroamericanos,
asiáticos, latinos. No se deja a nadie en el tintero. Todos nos ofrecen el
ticket dorado para que pasemos un día en sus vidas. Y, frente a la trama
emocional que A. emprende, este río de historias paralelas son las que me
hicieron quedarme en el estupor maravilloso. Todo queda creíble. Despiertas con
unos nuevos ojos y la visión de aquello que te rodea cambia por completo. Y
aunque A. decide no interactuar más de lo necesario con estas vidas que no le
pertenecen, lo cierto es que cada humano que habita deja una marca en la
inexistente piel de este transmigrador de almas. A veces, esta marca es un
aprendizaje violento que queda asimilado en contra de su propia voluntad.
Tú y yo y todas las personas que conocemos
Las
personas tienen esa fea manía de llegar a tu vida y cambiarlo todo de sitio. No
respetan nunca el cordón policial que reproduce en bucle y en mayúsculas ese
taxativo NO PASAR. Uno no termina de decir el ‘bienvenidos’ y ya se han
descalzado y puesto los pies en alto. Todo lo que sucede y nos cambia para
siempre desconoce las reglas mínimas de cortesía. Y no hay mayor avatar de la
entropía que un humano medio. ¿Lo peor del asunto? Que si no eres Salinger o
Pynchon, te verás forzado a estas transacciones humanistas en lo que te resta
de vida. Inevitable es una palabra bonita para definir esta putada. Y justo Cada día deja claro ese problema con
las multitudes, con los millones de cara a las que uno se enfrenta.
Pero
tranquilo, aquí llega tu venganza. Todo aquel que pasa por ti, se lleva la
marca de que has existido. Una especie de polinización ontológica con la que
llenas de ideas, recuerdos, olores y fluidos al resto de la humanidad. Y
aprendemos como especie.
A.
cada noche cambia de cuerpo y en su camino hacia otra fisicidad ya no es él.
Todo se modifica en este trasvase. El quién se desborda y gira por nuevos
derroteros. De ahí que querer a alguien sea, como aprende A., un ejercicio
diario de readaptación. Es como respirar a una altura diferente cada día. Este
libro es la prueba irrefutable de que aquello de “no cambies nunca” es el peor
de los insultos y la mejor de la excusas.
Ilustración de Ashley McKenzie |
Para ya, no? Te has puesto las pilas y no hay quien te detenga. Me hice, con mi método fishing for presents con Autorretrato y con el Atlas. Ya subiré foto, son los dos muy negros. En cuanto al de Mishima, me voy a sentir algo desarraigado de la versión francesa que conozco y me da pánico pero este apunta a un cinco estrellas seguro. Lástima que haya llegado ya un paquete y tenga que esperar al próximo porque lo quiero ya. Y ahora vendrán todos los lectores eruditos que dirán que si novela juvenil como si eso fuera un problema. No hemos tenido todos 16 años? No somos producto de lo que vivimos en esa época de la vida? No conviene mirar atrás al momento en el que todo bullía para ver cómo y por qué se han apaciguado las aguas? Si siguen fluyendo, si están estancadas? Y la referencia a July y la reseña, I just can't wait!!!!!
ResponderEliminarYo necesito treguas de este tipo para enfrentarme a los Wallace y a los DeLillo que me asaltan desde la estantería. Necesito la visión periférica. Estar dentro de todos los arquetipos. No me siento cómodo enclaustrado. No me siento vivo con lo monotemático.
EliminarEres el único que pillas todas las referencias estúpidas que entierro en mis reseñas... Bien! Hay alguien al otro lado!
Gracias por pasare Jose!
Le tengo el ojo puesto a otro de Levithan, Boy meets boy, para las próximas semanas; de este me gusta mucho el planteamiento, pero las reseñas que he leído son muy contradictorias, y creo que prefiero empezar a leer al autor con otro libro que polarice menos a los lectores. Tampoco es que tenga grandes esperanzas depositadas en él, pero dicen que es un escritor de juvenil más decente que la media, y este género a mí me gusta mucho para desengrasar entre lecturas más densas y para practicar leyendo en inglés, así que...
ResponderEliminarMe gusta mucho tu forma de reseñar. Bueno, de escribir más bien ^^.
Yo llevo dos de Levithan y no puedo esperar a ver cuál será el siguiente. Es una cosa tan adolescente que no entiendo cómo me puede gustar tanto. Será porque me lo creo. Lo que me dice no me rechina al oído.
EliminarYa me dirás qué tal ese Boy meet boy. Supongo que será otro acierto.
Gracias por pasarte!
Yo tengo apuntado este libro, y la tuya es la primera reseña que leo de el aunque si que he visto muchas, lo que pasa es que la sinopsis me llamo mucho la atención y quería leerlo sin ningún tipo de expectativa u opinión encima, haber que tal.
ResponderEliminarJohana, léetelo si puedes. Yo también llegué a él por su historia. La posibilidad ser una persona diferente cada día puede ser una auténtica perdición cuando quieres atarte a un sitio en concreto.
EliminarYa me dirás qué tal. Espero que cumpla tus expectativas.
Un saludo!