Admito
que he entrado por la portada. Sé que es Mishima, sé que su historia truculenta
de pasiones mal direccionadas me ha hecho quedarme. Pero un día entré en la
librería y fui consciente de esta edición de bolsillo de portada maravillosa y
decidí que se venía conmigo. Da igual lo que fuese a buscar ese día. A efectos
prácticos, ya ni importa. Fue esa nuca inesperada, fueron las ondas irreales
del pelo de alguien que parece dormir. La tranquilidad de un muerto sin nada
que decir. La calma inexacta de tener cerca y no tener acierto alguno a conocer
a la persona que duerme a nuestro lado.
Sí,
la portada me arrastró sin saber que esa imagen extraña ya era parte de la
historia que Mishima me estaba contando. La historia de cómo podemos forzar a
otro humano a compartir con nosotros nuestra propia red de mentiras.
Ritos de iniciación tardíos
Taeko
Asano es una mujer independiente, divorciada y triunfadora. Tiene una red de
amistades y un selección de hombres que la dejan satisfecha en todos los
ámbitos de su vida. Este éxito sofisticado del que hace gala cobra mayor
validez si tenemos en cuenta que estamos en el Japón de los años 60. Si es
cierto que en medio mundo se está viviendo un revolución de género, también lo
es que los ecos de dichos cambios llegan tímidamente al archipiélago nipón.
Pero eso no impide a la señorita Asano moverse como pez en el agua entre
extranjeros y hombres de negocio provenientes de antiguas castas. Hasta que
llega él. Y todo se tuerce.
Es terrible.
Toda la independencia. Todas las conquistas y la quema comunitaria de
sujetadores, a veces quedan extinguidas por la llegada de un él que no vimos
acercarse. El de Taeko se llama Senkitchi. Y su belleza es tan absoluta como
menguante su moral. El contexto del encuentro no puede ser más revelador, un
bar gay del centro de Tokio. Y la primera revelación no deja a nadie
indiferente: por un módico precio, Senkitchi puede ir a casa de cualquiera.
Desde este punto hasta casi su más inminente final, vemos cómo Taeko pasa por
un amplio espectro de emociones que la llevan a ser desde una mera consumidora
de la carne por la que paga a convertirse en la salvadora de alguien que sabe
bien cómo sobrevivir sin ayuda de nadie.
La
Taeko de la sonrisa interna, la Taeko de la quietud eficiente va quedándose
atrás. Y una nueva versión convulsa e incontrolable va ocupando el espacio. Como
una gemela oscura. Como alguien expuesto a superar un rito de iniciación cuando
ya pensaba que la vida no tenía más sorpresas. Un aprendizaje lento y mezquino
sobre las verdaderas intenciones que nos escondemos a nosotros mismos.
De lejos, Mishima
Es
cierto que no estamos ante una de las obras más representativas del autor
japonés. Y hasta bien entrados en su trama, no podemos atisbar dónde quieren ir
a parar todas esas citas, encuentros furtivos y enfados de enamorados. Una
novelita menor de temática romántica con el Monte Fuji de fondo. Claro que, la
mente retorcida de su autor difícilmente nos dejaría salir impunes o limpios de
cualquiera de sus obras. Y es que Mishima, tarda en aparecer, pero aparece. Sin
desvelar trozos argumentales, sólo diré que la muerte como respuesta a
conflictos irresolubles se vuelve presente. Y que la belleza, la pasión y el
dolor como moneda de cambio hacen que estemos ante una muestra menor, pero
resabida, de su bibliografía. Una hija ilegítima que sabe perfectamente cómo se llama su padre y no
tiene pudor en decirlo abiertamente.
El
amor no se gana con las cartas bocarriba. La mentira sabe dónde está el tobillo
de aquel que podría marcharse y no volver. Y es que Mishima, usando la voz
ingenua de Taeko, va dejando que entremos en el juego de marras, donde ser uno
mismo desde el principio es un craso error. Y esto es tan válido para los
personajes como para el propio autor.
Tú, hoguera en llamas
Lo
llaman prueba de fuego, pero nadie te dice que eres tú el que está ardiendo.
Puede que ni siquiera ellos lo sepan. El humo podría venir de cualquier lugar.
Pero tú lo sabes. Reconoces el olor de tus propios deseos formando una pira que
no se detiene, que no reconoce a su amo. Una vez que han empezado los fuegos no
artificiales, la diversión está asegurada. Y digo diversión porque esta mente
desde la que escribo entiende el potencial decorativo de cualquier purgatorio. Entiende que quemar es una de la formas más
unívocas de empezar de cero.
Mishima,
que sabe de mentes febriles, construye una hoguera sustentada por la combustión
que produce un humano insoportablemente bello. Porque, admitámoslo, llevamos
años y años y horas evolucionando, pero aún no somos inmunes a la belleza, ni
siquiera a esa que huele a quemado. Sucede en Japón, sucede en tu calle,
sucede en la fiesta a la que no fuiste anoche. Aunque hoy seas conscientes de
todas las consecuencias. Y es que el autor japonés pone sobre la mesa uno de
los temas universales más inamovibles. Llega algo hermoso y nuestro cuerpo,
desde las orejas a la entrepierna, sucumbe. Y ya, la chispa está encendida.
Todas las señales están ahí. Para ti. Para la señorita Taeko. Para aquellos que
te observan desde un café cualquiera de Shinjuku. Nada tiene que ver con el
amor. Nada que ver con la perpetuación de la especie. Aquí sólo hay algo que
puede arder. Y algo que se enciende.
Fotografía de Miki Takahashi |
Le tengo muchísimas ganas a Mishima, y la verdad es que me ha pasado como a ti con la portada de este en concreto: hipnotiza.
ResponderEliminarHola Jorge!
EliminarEsta puede ser una buena puerta de entrada. Toca ciertos temas que verás aparecer en su obra. Y no exige mucho tiempo. Ya me dirás que tal.
Gracias por pasarte.
Vaya que interesante, todo lo japoné´s´´mé´chifla.
ResponderEliminarV.
Dale una oportunidad a Mishima. Es un producto nacional japonés digno de contemplar.
EliminarUn saludo!
Sí. Lo es.
ResponderEliminar:D
Es que ni me entero de cuando publicas.... en fin, ya no me quejo más. Mishima me fascinó aunque solo he leído un libro , es más, me estoy leyendo una biografía del autor escrita por Yourcenar porque quiero seguir pero los japoeneses me dan pánico. Yo, que andaba tan ilusionado creyendo que por fin empezaba a entenderlos tras leer Tonbo me di de bruces con mis propias ilusiones al comprobar que la autora está afincada en Montreal y que no estaba leyendo una traducción sino la versión original. Entre tanto vaivén, tanta duda, tanto pánico escénico ante la prosa nipona, noencontraba por donde seguir con Mishima y creo que me aclaras la duda, tomo tu reseña como preludio y ya me dirás si me he enterado de algo si lees mi reseña. Un abrazo.
ResponderEliminarHola José!
EliminarNo sé qué pasa con los feeds entre tu página y la mía!
Mishima es un tipo difícil. Una vez entras en su estilo y en su universo temático, decides si te quedas o te vas. Porque no es para todo los gustos. Lo que sí es cierto es que es una voz bastante diferente a todo lo que se cuece en su país de origen. Y eso, con todo lo japonés publicado, es un punto a su favor.
En cuanto a la película, ni idea. No he tenido la oportunidad de verla.
Gracias por pasarte!!