Pérdida de una juventud tardía
Si
uno sobrevive a las turbulencias de la década de los 20, llega a los
indefinidos 30 años. La meta sobrevalorada de los ideales y los éxitos
conseguidos. Como si más allá de esta cifra hubiera sólo campos de amapolas
donde quedarse dormido mientras uno disfruta de lo cosechado.
Lejos
de este planteamiento encontramos a nuestro protagonista, un hombre japonés que
acumula a sus espaldas un divorcio, una agencia de publicidad bastante mediocre
y una novia con unas orejas maravillosas y una vida laboral un tanto
desaforada. Y todo esto con 30 años. Sin amigos. Sin casa propia. Sin atisbo de
trascendencia, ni de sentimiento de logro.