¿En serio? ¿De verdad alguien se ha atrevido a reseñar el buque insignia de Wallace y no ha perdido la cabeza en el intento? Lo máximo que puedo dar de mí es este cuaderno de bitácora, un paseo de lo que ha sido, de lo que nunca fue y de lo que pudo haber sucedido si otro que no fuese yo hubiese leído La Broma Infinita. Si otro que no hubiese sido Wallace hubiese escrito una carta de despedida, dando instrucciones pormenorizadas de cómo hacer arder todos los ejemplares de la maldita obra. Y es que La Broma Infinita puede acabar con cualquiera. Y lo peor de este libro, quizá lo más llamativo, es que no te mata como lo haría una bala al perforarte, sino que asume el rol de esa falta de reflejos que te impide esquivarla.
1. Empecé la novela el 1 de julio y la acabé el 7 de septiembre. Un total de 69 días. Empecé en Barcelona y acabé en Sevilla. Supongo que he superado todos los parámetros de tiempo y distancia que un lector debería llevar a cabo con este libro. Nunca fui muy rápido.