Desde
que supe de la existencia de la novela de Scott Hutchins no pude dejar de
pensar en ella. Todo el potencial de la inteligencia artificial dentro de los
confines de esa ciencia ficción sutil y elusiva propia de los autores que no
frecuentan el género. San Francisco de fondo y un declive sentimental fueron
los dos elementos que me hicieron decidirme. Lo cierto es que todo vibraba con
una intensidad mayor de la esperada debido a la referencia directa en mi cabeza
a Her, mi alma gemela
cinematográfica. ¿Podría ser Teoría y práctica del amor una prolongación literaria de la película que me quitó el
sueño durante todo el pasado año? Admito que es algo terrible, eso de volcar
aquello que se ha acabado y que no somos capaces de dejar ir en un nuevo
formato para otorgarle una segunda vida. Para otorgarnos una segunda
oportunidad. Es terrible e inmaduro. Y toda la novela de Hutchins trata justo
eso. Por lo que mi incapacidad para cerrar capítulos se convirtió en
metaficción gracias a un divorciado, un ordenador y un padre ausente.