He
acabado siendo víctima de un libro. Sí, un libro me ha hecho bullying, o boolyng, o como se diga cuando un libro te destroza por el simple
hecho de ser un ingenuo. Y es que nada
es tan simple como parece. Ni tan superficial como para no ahogarte en el
proceso. Sí, el libro de Agota Kristof que publicó allá por 1986,
cuando yo acababa de nacer, no es trigo limpio. Es duro en todas las acepciones
del término. Y juega contigo. Con la idea de literatura. Y con la multiplicidad
de narradores. Este libro ha visto más países que yo. Se ha acostado con más
mujeres. Y escupe mucho más lejos. Me siento como Kate Winslet asomada a la
baranda del Titanic y manchada por completo con su propia saliva. Tres niveles
de realidad. Tres historias contenidas unas en otras. Juegos mentales e
identidades solapadas. No, no estoy reseñando la última de Christopher Nolan.
Este libro ya estaba en el mundo mucho antes de que este señor hiciese cine.
martes, 10 de marzo de 2015
miércoles, 4 de marzo de 2015
Book Haul - Febrero 2015
He llegado a la conclusión de que no puedo responsabilizarme de los libros de los
que hablo. Y esto lo digo en pleno uso de mis facultades, que no son muchas. No
existe elección por mi parte. Y si no soy el que elige, no puedo ser el que
asume. Puede que parezca todo lo contrario. Puede que me veas en algún
mercadillo de segunda mano o en alguna Central cometiendo el pernicioso acto de
intercambiar oro por especias. Y claro, eso podría llevar a cualquiera a una
interpretación errónea. No hay nadie más en mi cama, pero igualmente voy a
decirlo. ¡No es lo que parece! Para empezar hay libros que no entran en mi campo
de visión. Libros que pasan por mi lado y que dejan la misma huella que toda
esa gente que va en el metro en hora punta. En segundo lugar están aquellos
libros que mi cuerpo rechaza. La arcada bibliográfica. Libros que me hacen
mirar a otro lado. Después están los libros que no me eligen a mí, libros con
los que intento tener algo pero que no se presentan al encuentro, libros para
los que no soy lo suficientemente inteligente o divertido. Libros que no
quieren aparecer conmigo en Instagram. Libros-filtro que miran desde arriba a
humanos bajitos como yo. Y por último
están los libros que aún no sé que existen. Libros que me esperan. Libros con
los que quiero cruzarme, pero con los que nunca llego a colisionar. Éstos son
los peores. Éstos me dejan con la sensación hueca de que ahí fuera hay una
historia para mí que está siendo escuchada por cualquier otro. Una narrativa a
la que también le gustan los domingos pero que todavía no sabe cómo me llamo.
Al final, sólo quedan los que son. Estos que traigo. Estos que existen e
insisten. A mí ya me valen. Yo no me responsabilizo de ellos. Pero ellos asumen
el riesgo.
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