Voy
zanjando la lista de todos los Alpha Decay que quería leer. Puede que alguien
me tache de hipster o de gafapasta de
manual, pero lo cierto es que los títulos de su catálogo siempre me llaman la
atención. Será que tienen a alguien en comunicación que lo hace muy bien. O que
el diseño de sus libros es tan sumamente bonito que no puedo evitar adquirirlos
por puro placer estético. O que sus historias me tutean desde la primera
página, como si ya nos hubiésemos visto antes. Alguien dijo una vez que para
conocer la historia de un lugar, de un momento, no hay que leer los periódicos,
sino leer a los autores de dicho lugar, de dicho momento. Si esto es cierto,
los libros de Alpha Decay están contando una historia de la que yo soy
partícipe. Para bien o para mal, esta gente que habla, lo hace de mí y de los
míos.
Hacerse adulto sin instrucciones
Y
llegamos a los cuentos de Justin Taylor. Una colección de quince piezas que van
desde la más absoluta exquisitez narrativa hasta la mera anécdota narrada sin
la menor trascendencia. El maleficio de los libros de cuento prevalece aquí,
haciendo que grandes historias convivan con otras menos dramáticas, más
olvidables. Y es una pena, porque cuando Taylor lo hace bien, sus historias son
refrescantes, multiperspectivistas y con el tono perfecto. Es el caso de “Una
casa en nuestros brazos” donde un chico y una chica destinados a estar
juntos prefieren jugar con otras personas antes que enfrentarse el uno al otro, a lo que realmente son. En otro cuento, “Resplandecientes gemas de la noche de los
tiempos” una pareja disfuncional en extremo, mezcla literatura, torturas
militares y cortadores de carne en sus prácticas sexuales. Piezas breves, carentes
de una narración al uso, pero disfrutables como “Amber en la ventana en temporada
de huracanes” o “Encontrándome” alegran el camino
hacia el final del libro. Dándote una pausa, una tregua en ese aluvión de
personajes que Taylor mete en sus cuentos por metro cuadrado.