No,
en serio. George Saunders juega en otra liga. Este tipo que dice haber llegado
tarde a la literatura es una rara avis que subsiste en su propio ecosistema. Me
cuesta compararlo con otra gente. Quizás con un Coupland con facilidad para los
medicamentos. Quizás con un Foster Wallace con un coeficiente menor pero
compensado con un sentido de la escena francamente apoteósico. No sé, todo lo
que digo de este señor me sabe poco. Imaginad por un momento a todos esos
teóricos definiendo qué es la literatura posmodernista. Pues bien, Saunders es
el que se está acostando con sus esposas.
Diez cuentos con moralija
O
con estaño por costuras. Busca cualquier material que levante la primera capa
de piel o de pintura y vierte encima tinta fresca diluida con ácido lisérgico.
Es así como Saunders se saca sus cuentos de la manga. Hay más aquí de
biblioterrorismo que de manual de escritura creativa. En las diez historias que
nos presenta, los personajes, las situaciones y las enseñanzas tienen un doble
filo que acaba cortando al menor gesto de duda. Aquí tienes que saltar con los
dos pies sin saber cuán profunda es la masa de agua. Y disfruta de la
zambullida. Porque es probable que para la recta final de cada cuento te quedes
sin aire.