martes, 17 de enero de 2012

Tan fuerte, tan cerca


Y si llamo a tu puerta

Hay quienes se pasan toda su vida buscando algo. No importa qué es aquello que se busca, no importa si está dentro del campo de lo posible o no. La verdadera cuestión es entregarse a una incógnita, cual sea, y convertir el rastreo en un motor vital, en una cortina de humo que nos impida ver lo que no queremos ver. Y en este estado anímico nos encontramos a Oskar Schell, un niño de once años muy especial que ha perdido a su padre en el atentado del 11-S.



Oskar tiene una forma muy diferente de ver el mundo. Su cantidad ingente de curiosidad hace que no entienda los dobles sentidos de la vida adulta, no le permite dejar de inventar –para bien y para mal-, y lo convierte todo en un reto. Por ello, cuando descubre en el baño de su padre recién fallecido un sobre con el apellido Black escrito y una llave dentro, empezará una búsqueda infatigable de todos los Black de Nueva York con el fin de encontrar la cerradura que abre dicha llave, con la esperanza de encontrar la última pieza de ese puzle que era su padre.

Durante su aventura, encontraremos a dos personajes que también tienen voz y voto en esta historia. Por un lado tenemos al abuelo paterno de Oskar, un escultor que perdió para siempre lo que tanto había soñado encontrar. Y a su abuela paterna, que teme perder aquello que desde un principio sabe que no le pertenece. Con esta tríada de narradores nos adentramos en la reciente historia de Nueva York, cruzando avenidas, sorteando heridas abiertas, apostando por una búsqueda cuyo desenlace hará enfrentarse a Oskar con una verdad no esperada.


Collage neoyorkino


Los límites del medio no tienen mucho sentido para Safran Foer. El autor juega con la narrativa creando un estilo fresco, muy asequible, que a la vez no lo aleja de la profundidad necesaria que exige el relato en ciertos pasajes. No sólo crea tres voces diferentes muy diferenciadas, sino que añade fotos, esquemas, garabatos, mensajes encriptados con números, colores, señala faltas ortográficas e inventa parte de nuestra historia actual. Todo con el fin de que la búsqueda de Oskar sea también una oda a la curiosidad innata que todos llevamos dentro pero que, sin darnos cuenta, muchos hemos perdido en el camino.


He leído en otras ocasiones en lo desacertado de estos “intentos posmodernistas” que lleva a cabo el autor en este Tan fuerte, tan cerca y creo personalmente que puede tildarse de muchas cosas pero no de desacertado. Si tenemos en cuenta que estamos ante un niño que bien podría ser considerado un outsider, la falta de ortodoxia a la hora de contar su historia me parece mucho más que oportuna. Esta coherencia entre fondo y forma hace que te olvides por completo del fondo y la forma. Te coloca tras los ojos de Oskar haciéndote sentir su pérdida, sus ganas irrefrenables de combatirla abriendo lo que sea que abra esa maldita llave.


Sólo si te busco, me encuentro


Empezaba diciendo que a veces buscamos sin saber. Desconocemos qué buscamos, dónde buscarlo y por qué hacerlo. Pero ahí estamos, sin zanjarlo, sin dejar de olfatear el aire para encontrar la siguiente pista que nos lleve a esa gran equis roja que aparece en el mapa. Entre risas, alguna lágrima inesperada y muchas vueltas en círculos, nos vamos acercando poco a poco a la respuesta del enigma. A la vez nos vamos dando cuenta de que esa respuesta final no importa tanto como creíamos en un principio. Porque al igual que Oskar va descubriendo con sus escasos once años, toda búsqueda es una persecución en la que el papel de perseguidor y el de perseguido son interpretados por la misma persona. Toda llave, según Safran Foer, no abre más que esos claroscuros que por miedo, vergüenza o misericordia, hemos encerrado en algún rincón de ese mapa vital cuyas localizaciones hemos tergiversado para que ni nosotros mismos podamos encontrarnos.



Jonathan Safran Foer

Pensé en la vida, en mi vida, en la vergüenza, las pequeñas coincidencias, las sombras de los despertadores de las mesitas de noche. Pensé en mis pequeñas victorias y en todo lo que había visto destruido […], había perdido a la única persona con la que podía pasar la vida, había dejado atrás miles de toneladas de mármol, podía haber sacado esculturas de él, podía haberme sacado del mármol a mí mismo. Había experimentado la alegría, pero no lo bastante ¿Podía haber bastante? El fin del sufrimiento no justifica el sufrimiento, y por eso el sufrimiento no tiene fin, menudo lío estoy hecho, pensé, menudo loco, qué chiflado y corto, qué absurdo, qué memo y qué patético, qué indefenso. Ni uno sólo de mis animales sabe su nombre, ¿qué clase de persona soy?

3 comentarios:

  1. Me encantó Todo está iluminado y más tarde la adaptación cinematográfica, lo que no sabía es que de la siguiente novela "Tan fuerte, tan cerca" (que también me fascinó) se había rodado un film. Anteayer vi el tráiler y enseguida reconocí la trama y sentí cierta emoción (he de reconocer que Hanks hace tiempo que no me motiva nada y la Bullock tres cuartos de lo mismo...pero en Stephen Daldry, del que sólo he visto Billy Elliot -me sigue gustando mucho-, confío bastante) a ver... a ver...

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  2. El libro está genial... Pero la película...
    Igual: Jonathan Safran es un autor genial y una adaptación pocas veces le llega a los pies a un libro.

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  3. Hola @brayan, aún no he visto la película, pero lo cierto es que le tengo ganas. Stephen Daldry, el director, no suele hacer malas películas. También es cierto que Safran Foer es díficil de adaptar. A ver qué sale de estas dos fuerzas antagónicas.


    Gracias por pasarte!

    Little bye.

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