martes, 7 de mayo de 2013

Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo


Qué tontería de nombre, ¿no? Sam Pink. Suena a personaje de Nickelodeon venido a menos. Y sin embargo estamos ante el enemigo Número 1 de todo lo preestablecido hasta la fecha. Procedente de esa Generación Anomia de la que tanto se habla a colación del más conocido Tao Lin, sale este engendro postnarrativo cuyas palabras están cargadas de imágenes violentas. Frases tan centradas en el impacto del simbolismo sucio que el autor se ha visto obligado a pagar el precio de la coherencia interna. Son poemas. Obras de teatros. Microrrelatos. Pero no en el sentido en el que estos géneros se sienten cómodos en tu cabeza.

No, olvídate de la comodidad. Es lo primero que Sam Pink ha estrangulado con sus propias manos. 

Aunque tenga cierta trayectoria en Estados Unidos, casi nada hay traducido de este artista disfuncional. Este Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo me llega gracias a la editorial argentina Triana. Tengo entendido que también Alpha Decay traerá algo de él este año. Y no puedo más que admirar el valor de la pequeña editorial barcelonesa porque esto es lo más indigesto he tragado en mucho tiempo.


El dolor físico invertido en todo aquello que queremos es el pilar sobre el que se sustenta esta obra inclasificable. Huesos que se rompen al chocar con otros huesos. Desgarros internos y viscerales en busca de algún tipo de luz interior. Aquí, lo que duele suele traducirse al lenguaje al uso como un te quiero descorazonado, incompresible, solitario y bizarro. Y nos decimos a nosotros mismos que esto no es amor, que esto no es sano. Esto es otra cosa. Algo insufrible que el autor no alcanza a comprender del todo. Y Sam Pink, desde su Chicago actual, se ríe de nosotros. Sobre todo de nosotros. Porque ha entendido algo de las relaciones y de la lujuria distópica del siglo XXI que nosotros aún no comprendemos.

Sam Pink es de esos tipos que uno nunca querría que su hija trajese a casa. La mala influencia para cualquier niño prodigio. La sonrisa burlona del tipo con el que no te quieres cruzar a medianoche camino a casa.

Este poemario injustificable guarda joyas inusitadas en sus palabras. Pero para encontrarlas nos hace hundir la mano, demasiado, en una sustancia que nos repugna. No sé qué será de mí si vuelvo a cruzarme con él. Supongo que entraré a ver qué me ofrece. Sí, soy de ésos. Cualquiera que tenga información nueva sobre mi caso, llama mi atención.

Y en el fondo, muy en el fondo, Sam Pink sabe lo que se hace. Por eso se ha vuelto medio loco. Porque algo ha entendido al mirarnos de frente. Puede que él no sea un dibujo animado. Pero ¿quién tendría el valor de asegurar que nosotros no somos una caricatura?

 
Sam Pink

Pero te quedarás dormida y yo esperaré, con la esperanza de ser aliviado, aunque sea por un segundo, del peso creciente que se limpia los pies frente a mi puerta todas las noches.

Es difícil determinar si la emoción que estoy sintiendo es mía o viene de algún lado.

No empatizo con nadie. Tomo mis lecciones de violentas intenciones.

No tengo amigos que hayan sobrevivido a todas las circunstancias.

Eres todo lo que escondes. Te abrazo para ver detrás de ti.

El peso de mi cuerpo corresponde al tiempo que he pasado solo.

Pensé en estar sentado en el árbol durante mucho tiempo. Y que mi vida tiene que ser diferente pero no estoy dispuesto a hacer nada para que eso ocurra.

Dale la mano a tu enemigo para poner tus huesos a prueba.

Estoy enamorado de ti. No busco intercambiar horrores. Ni tragedias. Estoy esperando por lo que sea que es mío. No tengo nada que decir y estoy orgulloso de mi decisión de no tratar de inventar algo.

Y miro tu sonrisa para ver si he mejorado.


2 comentarios:

  1. Hola Sergio,
    Me provoca curiosidad y no sé por qué. Mi relación con Tao Lin ha sido desastrosa aunque tengo propósito de enmienda y además corto plazo. Este autor era del todo desconocido para mí así que investigando he encontrado un libro llamado Rontel, no sé qué me voy a encontrar pero por intentarlo... un abrazo.

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  2. Uy! Es que Tao Lin es una pieza retorcida del engranaje narrativo del siglo XXI. Confieso que el Robar en American Apparel no me convenció en absoluto. Pero Tai Pei su "upcoming book" me atrae lo suficiente como para volver a intentarlo. Sam Pink, en cambio, sin ser una estrella mediática, me ha movido mucho más que Lin. Será porque, al menos, en su violencia explícita se mueve hacia algún lugar. Hay bastante de él en inglés, por lo que anímate si tienes ocasión. Y me cuentas!

    Gracias por pasarte José, un abrazo!

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