sábado, 29 de noviembre de 2014

Los viajeros de la noche

El frío vuelve a los humanos narrativos. Los reúne en torno a una hoguera o cualquier otra fuente de calor a contar historias. Propias o ajenas, estas narraciones siempre acaban hilándose con el sentido de la supervivencia. Alguna enseñanza para el joven que empieza o alguna confesión final para el viejo que se despide. Hay algo de conocimiento esencial, de sabiduría explícita en la historia que contamos a los demás o a nosotros mismos cuando llega el frío. Y no puedo desligarme de esta idea al leer la novela de Helene Wecker. Porque lejos de ser un libro al uso, la historia que nos ofrece Wecker va marcada con esas notas de oralidad propia de los cuentos. Hay elementos fantásticos, proezas increíbles, amores no correspondidos, villanos y mártires. Sí, y sin embargo no es esta una fábula para niños. Es la historia que alguien creyó oportuno guardar para justo este momento. Para que, ya de adultos, tuviésemos que mirar atrás entendiendo que aún sigue llegando el frío y aún nos queda un par de cosas por aprender. 




Si una noche de invierno dos viajeros

Esta historia empieza cuando dos criaturas se ven forzadas a vivir en un mundo que no comprenden. Un mundo en el que no tienen cabida si deciden ser ellos mismos. Ella es una gólem creada a partir de tierra y restos humanos. Él es un genio nacido del fuego y desterrado a vivir dentro de una botella. La ciudad que les da cobijo es el Nueva York de principios del siglo XX, un hervidero de personas y nacionalidades que convergen y difuminan las peculiaridades de nuestros dos protagonistas.

Un elenco de secundarios se alistarán en el bando de cada una de estas criaturas, otorgándoles alianzas y conflictos de diversa envergadura. Ya que justo en el momento en el que deciden formar parte de la comunidad, empiezan a entender que la criatura más extraña y bizarra de todas es el ser humano. Porque si existe un milagro mucho más potente que la creación de una moderna Galatea o la revisitación de una de las historias de Sherezade, es, sin duda, la creación de vínculos emocionales que nos atan y sujetan a partes iguales. Vínculos que te hacen fuerte ante la pérdida de la persona para la que fuiste creado o para la soledad inherente a llevar siglos existiendo.


Hay algo hipnótico en el paralelismo de las dos historias que se presentan en este libro. Algo de destino manifiesto y de la necesidad creada por la autora de que esta mujer de barro y este hombre de fuego se encuentren y mezclen sus mitologías. Y claro, acaba sucediendo y todo cambia. Dentro y fuera de ellos.

El lento despertar de las criaturas

Confieso que al principio tuve la sensación de estar ante un cuento tranquilo y sugerente de poca trascendencia. La escenas bien descritas y el Nueva York ingenuo de Wecker me pareció curioso y asequible. Con la llegada de una golem y un genio al nuevo mundo, estaba llegando yo también como lector. Pasos lentos. Conflictos nimios. Tramas paralelas y controladas. Sin embargo, en un punto que no sabría identificar bien, la densidad de la obra fue en aumento. Sin perder el pulso de la historia, Wecker ha ido añadiendo personajes, y la gravedad de los enfrentamientos ha crecido de forma tan gradual no me he percatado del proceso. Frente a esa primera parte emocionalmente estable, esta segunda mitad gana en agilidad e interés, hasta tal punto que la primera parte parece un truco de la autora para que bajemos la guardia. Al apretar el gatillo y comprobar que no todo son buenas intenciones, la toma de decisiones de los personajes así como su vinculación con la historia pierde todo rasgo superfluo. Funciona. Y convence.

El retrato de este Nueva York de principios de siglo es una maravilla hipnótica y coherente. Las etnias organizadas por barrios, así como sus negocios y los bajos fondos, otorga al texto una paleta de matices que ayuda a entrar en la historia. Aún no se ha escrito un libro que suceda en Nueva York en el que la ciudad sea una mera excusa, un elemento secundario. Y Los viajeros de la noche no es una excepción a esta clausula narrativourbanística. Por lo que el viaje está asegurado. Y la exploración será obligatoria.



Fenómenos de la naturaleza

Nos debemos a nuestros impulsos. Aunque seamos criaturas racionales, tenemos el poco margen de maniobra que nos ofrece aquello de lo que estamos hecho. El barro nos hace lentos, pero sólidos. El fuego, expresivos y volátiles. El miedo, astutos y solitarios. Dime qué aparece en la etiqueta de componentes que llevas en la espalda y te diré cómo vas a consumirte. En pequeñas dosis. En un único y apoteósico atracón. Somos la consecución lógica e inexcusable de nuestra propia naturaleza. Humano, gólem, genio o excusa. Nuestra forma de estar en el mundo sirve para cotejar y delimitar los límites de nuestra realidad. Nuestra zona de confort. Hasta que llegue algo y lo cambie todo.

Aquello que somos es un hecho irrefutable. Aquello que podemos llegar a ser es un campo abierto a la posibilidad y la redención. Justo ahí es donde un ser de piedra puede volverse cálido o un ser de fuego puede atreverse a esperarnos bajo la lluvia. Wecker no habla de mitos antiguos ni de historias infantiles, sino de la vigencia de la transformación. La adaptación de la piel a la forma de la herida para cerrarla o para dejar que algo nuevo anide en ella. Porque si algo queda claro en esta historia, es que todos fingimos ser humanos hasta que llega algo que nos hace trascender nuestras propias posibilidades.



- Tendría que ser fácil. Son ellos, los humanos, quienes lo complican más allá de lo razonable.
- ¡Para ti es muy fácil decirlo! ¡Supongo que debería seguir tu ejemplo y entregarme a todos los placeres que pudiera!
- ¿Por qué no si no hace daño a nadie?
- Lo cual significa que tú no te haces daño, ¡eso es lo que te importa! –Se volvió hacia él, llena de ira-. Tú vas de aquí para allá dejando Dios sabe qué a tu paso y encima los desprecias porque les preocupan las consecuencias, y, mientras tanto, yo tengo que oír cada “ojalá no lo hubiera hecho” y “qué voy a hacer ahora”. ¡Es egoísta, desconsiderado e inexcusable!
Su repentina ira pareció haberse quedado sin gas. Frunciendo el ceño, se dio la vuelta otra vez en pétreo silencio. Al cabo de un momento, él dijo:
- Chava, ¿he hecho algo de lo que no sea consciente? ¿He herido a alguien?
- No, que yo sepa –musitó ésta-. Pero tu vida afecta a los demás y no pareces darte cuenta. –Bajó la vista hacia sus manos, enlazadas en su regazo-. Tal vez sea injusto esperar otra cosa. Pertenecemos a nuestra naturaleza, tanto tú como yo.

2 comentarios:

  1. Pues ni idea de que se había publicado aquí. Poca trascendencia dices, al menos al principio, y eso es lo que a mí me pareció también aparte de que hay que concder a la autora alguna licencia en la descripción poco ortoidoxa ( y nunca mejor dicho) de lo que es un gólem, al menos... pero estoy dispuesto. Me ocurre algo extraño con el libro que reservé para este periodo en el que se solapan Hannukah y Navidad, sé que hay algo que bulle desde el principio, esa antítesis debe terminar en conjunción absoluta, aún no sé ni cómo ni por qué y tengo algo de miedo en estar mirando más allá del horizonte que delinea la autora, supongo que tendré que terminarlo para ver pero desde el libre albedrío hasta la necesidad de independencia absoluta o de dependencia sumisa del líder que guía, todo está en mi abanico de posibilidades. ¿Me dirás si he leído demasiado entre líneas?

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    1. El dilema de culturas contrapuestas José está sobre la mesa. Eso está claro. La autora se toma no una, muchas licencias. Pero lo cierto es que la recreación de ese Nueva York de principios del XX a mí me dejó muy buen sabor de boca. A esos primeros niveles, de relato fantástico la novela funciona a mi parecer.

      Sé que quizás a ti puede tocarte por temas más cercano, pero desde mi opinión es una entretenida novela con bastantes giros y unos personajes que acabo aceptando dentro del código de la fantasía que ellos mismos establecen.

      Ya me dirás qué tal te fue a ti.

      Little bye!

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