sábado, 3 de enero de 2015

La diferencia entre el cachivache y el artilugio





No sé por dónde empezar. Siempre me he considerado un tipo con recursos. Pero justo hoy no sé qué punto de partida tomar para hablar de Karen Russell. Es como cuando ves un truco de magia. Sabes que es imposible que la ayudante ingenua del mago haya sido cortada por la mitad. Pero ignoras por qué sus piernas patalean en una punta del escenario y ella se muestra nerviosa y sonriente en el lado opuesto. Las historias de Russell se viven de un modo parecido. Sabes que estás disfrutando, pero no sabes dónde está el truco. Y es justo cuando dejas de buscarlo, volviéndote tan ingenuo como la ayudante, cuando empiezas a pasártelo mejor. Lo difícil es hablar después de lo ocurrido.

Si algo tengo claro, es que Russell disfruta haciendo lo que hace. Ha aprendido todas las reglas de los realistas y sabe cómo reírse de ellos usando sus propios códigos. Es como esa invitada a tus fiestas que, tras dos copas de más, empieza a señalar los defectos –reales- de todo el mundo. Todos sus cuentos empiezan anclados en la realidad hasta que algo se rompe, dejando entrar por esa grieta cientos de cosas que nadie en su sano juicio podría controlar. Las palabras no pueden ser contenidas y el anfitrión de esa hipotética fiesta resulta ser un clon diabólico que busca someter a la raza humana empezando por todos los allí reunidos. ¿Creéis que exagero? Intentadlo con el libro del limón gigante en la portada y hablemos después. 

Pero basta de analogías. Basta de comparaciones que no dejan claro lo que aquí he encontrado. Ocho ideas potentes disfrazadas de cuentos de andar por casa. Acabé conquistado en cada uno de sus relatos y no soy de los que se rinden con facilidad. Sin embargo, las líneas argumentales de las que parte Russell son tan geniales y retorcidas que después las cosas sólo pueden ir a mejor. De hecho, en la resolución de los conflictos que plantea es donde vemos que la joven Russell tiene la fuerza necesaria para llevar a buen puerto su ecléctica mitología personal. Porque la autora de Vampiros y Limones sabe mucho de narrativa, pero ignora lo que es el miedo. Se lanza al agua sin saber la profundidad ni los huéspedes que alberga. Se zambulle, abraza con descaro a las criaturas con las que se cruza y vuelve a salir a la superficie con una gran carcajada. ¿Y sabes quién se ha quedado sin aire en el proceso? Tú.


Sigo dándole vueltas. Y pienso en sus personajes. En que todo es normal para ellos hasta que, de pronto, deja de serlo.  Y en cómo nadie se da la vuelta y se vuelve a casa. Ninguno renuncia a lo que la bruja de las realidades pone sobre su mesa. Todos se crispan y asienten a la vez. Todos redefinen sus creencias y asumen que ahora las cosas son diferentes. Que no hay vuelta atrás. Porque el cambio no sólo tienen lugar frente a ellos. El sistema inmunológico que nos protege de lo inexplicable también se actualiza y nos prepara para el nuevo patrón de realidad. Sí, creo que de eso tratan estos cuentos. Y también el truco de la mujer ingenua y divisible. La diferencia entre el cachivache y el artilugio. La magia no está sucediendo encima del escenario, sino en la segunda butaca de la fila tres. El auténtico milagro es la renuncia a la idea de imposible y aceptar lo que está sucediendo ante ti. Russell está descuartizando criaturas delante tuya y no busca que te asombres, sino que despiertes. Porque no hay mayor estupidez que quedarse dormido ante un mundo que no deja de intentar sorprenderte.

VAMPIROS Y LIMONES.  Karen Russell.  Tusquets Editores, 280 pags.

2 comentarios:

  1. Te imagino leyendo este libro con cara de estar echando un pulso con Karen Russell. Os habéis enfrentado en otras ocasiones, pero has salido victorioso sin apenas esfuerzo. Sin embargo, esta vez no has medido bien la fuerza de tu contrincante y eso te pilla desprevenido. Por suerte eres un chico versátil, con experiencia, sabes solventar un imprevisto de última hora. Así que agarras bien fuerte ese limón gigante que tienes entre tus manos, lo exprimes y te haces un zumo. Y ahora vienes aquí con ínfulas, hablando de artilugios, cachivaches y trucos de magia, regodeándote secretamente en tu triunfo sin saber que el auténtico enemigo está ahí, esperando, sentado en la segunda butaca de la fila tres. Veremos qué tal se me da a mí este duelo. Un abrazo!

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    1. La otra vez no quedé muy satisfecho con el resultado. Ésta, sin embargo, me ha convencido gratamente. Supongo que es com cuando, en la segunda cita a la que vas sin mucha fe, el otro se ha relajado un poco y ya no es tan terrible. O ya no tartamudea. O ya no parece intentar conquistarte con cada comentario absurdo. Y todo fluye. Empiezas a leer cada historia sin la presión de que todo salga bien. ¿Y cuál es mi sorpresa? Todo ha salido bastante bien. Ganas de repetir con el volumen de cuentos que me queda de ella.

      Un abrazo! De señor a señor.

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