
Las
primeras citas son lo único que nos ha quedado de la idea clásica de purgatorio.
¿Quién no ha fingido alguna vez ir al baño para pasar por caja y pagar su parte de la cena
antes de salir por la puerta de empleados? Existe toda una literatura sobre
primeras veces porque hay material suficiente para hablar de ello hasta la
siguiente fase evolutiva, una mucho más sabia en la que, a la hora de conocer a
alguien, se te ofrece un estudio de mercado, un análisis psicopedagógico y una
serie de entrevistas breves con familiares y amigos cercanos al sujeto en
cuestión. Sí, las primeras citas sacan lo peor de ciertas personas,
concretamente de aquellas que se sientan frente a ti. Mi primera cita con David
Foster Wallace fue un error absoluto de fondo y forma. Me pareció insoportable
y repulsivo. Mi primera cita con Lorrie Moore me pareció algo mucho más
terrible. Y es que no hay nada peor que aquello presumiblemente divertido.
Aquello que te subraya Ríase Aquí. Con Foster Wallace pude resarcirme. Admití
mi error y acabé claudicando ante el talento de este señor con problemas
severos de sudoración. Ahora, la justicia cósmica ha puesto a Moore otra vez en
mi camino. Y, para mi sorpresa, me ha gustado, me he reído y he podido relajarme
un poco en el tú a tú. Quizás es hora de que empiece a asimilar que lo que sale
mal en todas mis primeras citas soy yo.
El matrimonio es una conversación
innecesariamente larga
“Para
toda la vida” es una cantidad de imperfecciones insostenible. Es una expresión
temporal que abarca mucho más allá que el tiempo de las proezas y las últimas
horas del día. Desde la física y desde la literatura de Lorrie Moore, los
matrimonios y las relaciones de sujetos que cohabitan bajo el mismo techo son
fenómenos antinaturales y, como tales, la naturaleza y la entropía siempre se
encargan de obstruir los vasos comunicantes de este tipo de uniones. En los
ocho cuentos que la autora nos ofrece en Gracias
por la compañía hay hombres y mujeres que han fracasado en una empresa
amorosa que parecía sólida (o que no lo parecía y que aún así decidieron
intentar). En su mayoría, el resentimiento y la no aceptación han acabado
sustituyendo aquello que una vez fue afecto. Y es justo ante este reemplazo
sobre lo que construye los conflictos y el humor negro con el que Moore riega
cada relato.
Cónyuges
infieles que obligan a sus parejas a salir al mercado de las citas a una edad
tardía, hombres que una vez fueron pareja de amigas fallecidas y cuyas
revelaciones derivan en celos de ultratumba, la guerra de Irak como reflejo
perfecto de una inestabilidad emocional sin sentido, la tarea de ser padres de
adolescentes en guerra con sus progenitores por quién sabe qué motivos, las
segundas oportunidades que nos ofrecemos a nosotros mismos cuando nadie parece
dispuesto a dárnoslas. Sí, la narrativa de Moore orbita por una galaxia muy
concreta y sus temas recurrentes acampan en una zona de confort que la autora
conoce bien. Una visión bastante certera de lo que esperamos en el siglo XXI
de las relaciones cuando ya se ha terminado la cosecha de las pieles tersas y
las mentiras sostenibles.
Todo aquello que no soporto de ti hace que
te quiera
No
me gusta Lorrie Moore. Sus historias tienen siempre finales anticlimáticos. O
no resuelven nada. O no hay nada que resolver. A veces estamos en presencia de
un trozo del viaje a la deriva de alguien y cuando nos vamos, cuando cerramos
el relato, sabemos que el personaje seguirá así como lo hemos dejado aún por
más tiempo. Sus mujeres están tocadas por algún hombre, dolidas y atadas por
una presencia masculina que en la mayoría de los casos carece de peso físico.
Son muchas las mujeres en estos relatos dejadas por un caballero de dudosa
naturaleza. Mujeres que esperan. Mujeres resentidas. Mujeres en guerra contra
tanques imaginarios. No, no es la imagen que me gusta de las mujeres ni de los
hombres en la literatura que frecuento. Pero es una imagen real. Y esto es lo
que más me ha costado ver. Es esto lo que no supe ver en otros libros de Moore.
La asquerosa verosimilitud de lo que cuenta. La primera persona desdeñable que
podría tener nuestra propia voz si admitiésemos que también hemos estado en
guerra contra ejércitos invisibles capitaneados por alguien que hace mucho que
no está. Y es aquí donde le ofrezco una tregua a Moore.
Y
aún hay más. Porque incluso si no llega a interesarte lo pertinente de sus
relatos, aún queda su voz. Y es que la narración en sus relatos está salpicada
de cientos de reflexiones sobre la vida y sobre las relaciones que haces que te
olvides que es posible que la historia que estás leyendo no llegue a ninguna
parte. Moore es divertida como esas abuelas que te explican todo lo que saben
de la vida entre tragos disimulados a una petaca que sólo Dios sabe qué contiene. El
cristal desde el que nos hace mirar no siempre está del todo limpio, pero así
te haces una idea mucho más rápida de aquello que quiere explicarte. Y lo mejor
es que no nos habla desde una sabiduría forjada en ciento un mil
reencarnaciones. Habla desde la más certera supervivencia, desde la necesidad
imperiosa de salir vivos aun pisando unas cuantas flores o ahogando
a un par de gatitos en el proceso.
Explícamelo otra vez, pero ahora más
despacio
Los
libros de autoayuda no ayudan en absoluto. Hay cientos de manuales sobre cómo
sobrevivir a la mordida de una serpiente, al ataque de un tiburón, a una
hipoteca, pero ninguno que pueda prepararte para el despecho o para la
desolación. Las amenazas exóticas son más fáciles de vender. Eso es algo que
saben bien los directivos de Discovery Channel y los nuevos empleados de
cualquier agencia de seguros. Pero, ¿qué pasa con los peligros reales que nos
destrozan a todos por igual, todas esas putadas democráticas que no distinguen
sexo, religión o etnia? Conozco a personas incapaces de empezar una nueva
relación debido a una ruptura que tuvo lugar hace más de diez años. Y conozco a
personas que han decidido renunciar a cualquier tipo de afecto que dure más de
24 horas. Los sistemas de seguridad que instalamos en nuestras cabezas intentan
cubrir ese espectro de amenazas al que no podemos enfrentarnos con puños y
dientes. Evitamos el dolor que podría llegar con una anestesia que ya está
circulando por nuestras venas. Sentimentalmente hablando, somos un insulto para
la probabilidad.
Hacemos lo que podemos, hacemos lo que cualquier personaje de
Lorrie Moore haría. Miramos dos veces antes de cruzar. Ayudamos a nuestros
padres. A nuestros ancianos. A nuestros hijos. Y rezamos para que la caída de
ellos no sea tan dura como la nuestra. Hay algo de sabiduría popular en
callarse lo que duele. Algo sobre la incapacidad de prosperar como especie si
describiésemos con todo lujo de detalles los recovecos de un corazón
destrozado. En algún cuento de Gracias
por la compañía alguien dice que la estupidez nos sustenta y nos arroja a
la posibilidad remota de un final feliz. Y es ahí donde dejé de luchar contra
Moore. Donde dejé de buscar todo lo que no funcionaba en su literatura. Me
rendí ante la idea de que la sabiduría llega tan tarde en la vida porque, de
otro modo, no habría modo alguna de soportarla. Y que el humor puede ser un
buen sustitutivo casi de cualquier cosa. Sobre todo cuando nace, crece, se
reproduce más que nosotros y muere desde nuestra bendita ignorancia.
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Ilustración de Alexandra Kuzmicheva |
Hola Sergio,
ResponderEliminarSupongo que es Bark. Lo tengo, lo compré cuando todas las plumas de críticos señalaban a Moore como alguien insoslayable pero vinieron esos pájaros, sí, sí, esos de América, tú también estabas en esa cita y salvo por un relato, la conexión entre Moore y yo no se establecía. Cuentas tu primera experiencia con DFW, también con ella... yo reaccioné de manera similar, lo dejé a medias y lo devolví a la lista de to-read asumiendo que el problema era del todo mío. Ahora tú, administrador de uno de los cinco blogs de la miríada que conozco y que sigo a pies juntillas dices que aquí hay algo, probablemente ese algo que yo buscaba, ¿será esa asquerosa verosimilitud? ¿será esa anestesia que fluye durante un día y que justo después de vomitarla nos hace decir FUCK, debí haber vuelto cuando me dispuse a abandonar por la puerta de empleados. No sé, sinceramente creo que es tu reseña lo que me empuja más que el libro en sí, incluso más que esas ganas de encontrarme con ese algo que buscaba. Habrá que leer para ver. Un abrazo.
Hola José!
EliminarSinceramente creo que en Norteamérica son muy fan de Moore. A niveles tan idiosincrásicos que creo que por mucho que nos esforcemos los foráneos, nunca acabaremos entendiendo del todo bien qué está provocando todo ese ruido mediático. Recuerdo que cuando 'Bark' salió a la venta, todos los medios estadounidenses se volcaron con ella. No encontré ni una sola mala crítica. Aquí hay de todo. No te diré que que todas las alabanzas son merecidas, pero, fíjate, ha habido momentos en los que me lo he pasado bien. Cosa que no me sucedió con 'Pájaros de América' (que ni siquiera reseñé).
¿Deberías darle una oportunidad? No lo sé. Si algo he aprendido, es que Moore es una agente externo tan único en sí mismo que no sé si compensará a lectores de largo recorrido como es tu caso.
Igualmente, gracias por pasarte y gracias por la compañía.
Un abrazo!