lunes, 18 de abril de 2016

Jack

No sé qué estaba haciendo hasta ahora. A qué autor estaba enarbolando como el buque insignia de la literatura norteamericana. Estaba equivocado. Olvidad todo lo que os he dicho hasta la fecha de mis autores favoritos. Olvidad que una vez pensé que la letras estadounidenses estaban agotadas. Porque había postergado a una de las mejores narradoras del equipo yankee. Y es que, con tan sólo su primera novela, esta señora ya me ha conquistado. Ya me ha obligado a localizar sus otras nueve historias que había puesto en lo más bajo de la pila. Claro, ahora todo lo que lleva sus iniciales acaba de pasar a primera división. Y sí, este Jack es muy bueno. Pero es que creo que la mente pensante que hay detrás tiene talento para mucho más. Y es esta promesa de lo que está por venir, lo que me hace recomendaros a la maestra de la situación cotidiana truncada. Dejadme que os hable de Amy Michael Homes. 



A mamá y a papá les gustan los hombres

Un divorcio con desavenencias sexuales es todo lo que Jack, un adolescente de quince años, necesita para que su mundo se venga abajo. Un madre despechada, un padre que sale del armario, y las nuevas parejas de sus progenitores, y dile adiós a tu reputación en el instituto. Para siempre. O, cuanto menos, hasta que el siguiente escándalo de primera haga acto de presencia. Y seamos sinceros, ante este panorama, tiene que ser algo muy gordo para que Jack quede desbancado como la víctima estrella de los pasillos de su instituto. Y es que el mundo de los adultos es un pésimo intento de cordialidad y buenas maneras, demostrando a medida que uno profundiza en él que no dista mucho de la inmadurez propia de la edad de nuestro protagonista.

Como demuestra Homes con maestría, ser uno mismo es una auténtica prueba de valentía cuando tus referentes están torcidos de una forma irreconocible. Cuando tienes que postergar ese quién quieres llegar a ser porque tus padres te han puesto en modo espera mientras ellos mismos lidian con  dicho interrogante. Y es que si de algo habla esta primera novela de Homes es de la familia como un concepto completamente abierto a reinterpretaciones y a modificaciones. Como una autovía en constante remodelación con el fin de evitar accidentes mortales antes de que lleguemos a donde sea que nos estemos dirigiendo.


El eslabón perdido

Difícilmente puedo hacer un juicio del estilo de Homes, ya que sólo he leído este primer libro suyo. Claro que justo en el minuto después de terminarlo, me ha faltado tiempo para sentarme delante del ordenador y hacerme con una copia de Tha safety of objects -estoy dejando toda su obra traducida para el final-. La voz otorgada a Jack me ha convencido desde la primera línea. Su rechazo absoluto a lo que le sucede frente a su capacidad para no lanzarle sus frustraciones a cualquiera, es una batalla que consigue darle una validez absoluta al personaje. Estamos ante un Holden mucho más cercanos a nosotros en el tiempo y con muchas más horas de televisión a sus espaldas. Porque si de algo ya me pusieron en preaviso, es de la capacidad de Homes para llevarte a la risa fácil de un modo elegante.

El balance que puedo hacer teniendo en cuenta el tiempo que tiene esta novela -publicada en 1989- es que quizás estamos ante ese espécimen perdido que consigue enlazar la literatura adulta con todo ese nuevo Young Adult cuya versatilidad en temas y situaciones dramáticas nada tiene que envidiarle a su hermana mayor. ¿Estamos ante ese ejemplar que forzó el salto evolutivo del género? ¿Ha descubierto Jack el fuego que otros adolescentes literarios han utilizado para prenderle fuego al statu quo? Estoy seguro de que sí. Probad a leerlo vosotros mismos y decidme si no estaríamos ante un libro que ambos públicos –en el caso de que aún quede gente que decide no mezclarse- pueden reclamar como propio.


La velocidad de lo que nos cambia

‘De repente’ es una medida temporal errónea. Todo lo que sucede sin previo aviso lleva tiempo teniendo lugar ante nuestras narices, sin hacer ruido, sin levantar sospechas. Gestándose en la casa de al lado, en el cuarto de arriba, detrás de la puerta que cruzamos cada día. Sí, ‘de repente’ es una concesión que nos damos a nosotros mismos para no parecer estúpidos. Para eludir la culpa o la falta de previsión. Para no dejar claro que nuestras carencias ante aquello que no podemos controlar tampoco han surgido de la noche a la mañana. La velocidad de lo que nos cambia goza de una parsimonia inquebrantable. Es la anunciación de dichos cambios lo que nos pilla por sorpresa. Lo que nos despierta del sueño tranquilo, lo que nos despega del niño que no podemos volver a ser.

La ópera prima de Homes habla de estas dos velocidades. De cómo las confundimos. De cómo intentamos manejarlas para entrar en el mundo de los adultos y de cómo, a pesar de habernos expuesto a ellas, seguimos siendo poco fiables a la hora de distinguirlas. Y es que Jack, como cualquier adolescente, piensa que el mundo comienza justo cuando abre los ojos por primera vez y mira con atención todo lo que le rodea. Sin entender, que también por primera vez, el mundo va a devolverle la mirada. Reconociéndolo. Integrándolo. Haciéndole partícipe de lo que sucede desde tiempos inmemoriales. No, aquí tampoco aplica 'de repente'.

Fotografía de Richard Brandon

2 comentarios:

  1. Buenos días, Sergio. Tu último párrafo narra perfectamente lo que todos sentimos cuando el mundo detiene su mirada en uno mismo. Yo también quiero conocer a Amy Michael Homes.
    Un abrazo.

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  2. ¡Hola Sergio! Soy Iván, del blog Libros y Literatura. No encuentro un email de contacto en tu web, así que ¿podrías ser tan amable de escribirme? Mi correo es ivan[arroba]librosyliteratura.es. ¡Muchísimas gracias!

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