Noggin. Una sola palabra en el título y
toda una portada para especular. Chaveta, chorla, mollera. El lugar donde nacen
todas las expectativas y las frustraciones. El 90% de nuestros aciertos y de
nuestras pifias más absolutas suceden de cuello para arriba. Cuando todos
empezaron a hablar de una novela sobre la incapacidad de una cabeza de
adaptarse a su antigua vida con un nuevo cuerpo, no pude negarme. Entré de
lleno en la historia de Travis Coates y su segunda oportunidad. Otra de mis
incursiones de este año en toda esa literatura adolescente que tenía pendiente.
Lo que encontré, sin embargo, fue un pelín desconcertante y poco explosivo.
Vayamos por partes (prometo no hacer ninguna otra broma fácil).
Tu cabeza me suena
Tras
una larga enfermedad que lo deja aniquilado, Travis Coates muere. De cuello para
abajo. Una clínica de medicina avanzada consigue criogenizar su cabeza hasta
encontrar un donante de cuerpo compatible. Tras cinco años encerrado en un
congelador, Travis consigue volver a la que cree que es su antigua vida para
descubrir que nada ha permanecido en su lugar. Personas, sentimientos y objetos
que creía estáticos han tomado derroteros tan diferentes, que está a punto de
perder lo único que se mantiene en su sitio: su cabeza.
Todo
se vuelve más raro y funesto cuando queda patente que cada persona que formaba
parte de su vida ha superado el duelo de la pérdida y ahora tienen que
integrarlo de nuevo dentro de ese salto temporal en el que vive el chico de la
cicatriz en el cuello. La mayor complicación es que Travis está en fase de
negación de su propia muerte. Y tenerse a sí mismo frente a un espejo, respirando,
no le ayuda a aceptar que está forzado a ser una persona completamente
diferente de la que era hace apenas un par de horas (que es su conciencia del
tiempo que ha transcurrido desde que murió por vez primera).
De
forma reiterada, durante el transcurso de la novela, Travis se plantea cuál es
el fin de tener una segunda oportunidad en la vida si no queda nada de lo que
te importaba. Poco a poco, tendrá que descubrir una verdad de cajón: la gran
diferencia entre revivir y renacer está en la dirección hacia la que camina el que
regresa. Hacia atrás o hacia delante. Recordar o conocer. Repetir o comenzar.
Ha aparecido un cuerpo en tu cuello
Estoy
muy enfadado con John Corey Whaley. El autor es un tipo de 31 años que escribe
muy bien. Su estilo fluye sobre las páginas y no te das cuenta de la voracidad
con la que consumes la tinta que va soltando. Sus reflexiones, sus diálogos y
las voces de sus personajes son creíbles y se sincronizan en un conjunto bien
orquestado.
Pero
hay un pero del tamaño de un brontosaurio.
Y es
que todo el tiempo estaba deseando leer una historia diferente a la que Corey
Whaley me estaba contando. Y no es algo que suela pasarme. Estaba encandilado
por el potencial de la idea-semilla de la que parte el autor, pero mi ira iba
en aumento al ver cómo malgastaba la historia en el más puro sentimentalismo. Y
eso, no. Después de haber leído a Andrew Smith, no.
No
puedo creer que un adolescente despierte tras cinco años y se pase tres cuartas
partes de la novela intentando recuperar a su novia. Y eso que el nuevo cuerpo
tiene nombre, identidad, aficiones y particularidades. Sin embargo, nada de eso
le importa a Travis porque él sólo quiere que su chica vuelva con él. Enough! ¿Es que no había potencial para hablar de miembros fantasmas aplicados a un cuerpo entero? ¿Es que la memoria
corporal no le va a jugar una mala pasada y tomar decisiones de las que Travis
no es partícipe? ¿Es que nadie que conociese al antiguo dueño de este cuerpo va
a hacer nada por entrar en contacto con Travis? No. No. Y no. El autor
desaprovecha toda la miga que implica su propio planteamiento para jugar la
carta de volver tras un coma prolongado. Y donde pudo haber riesgo o giro
inesperado o una nueva oportunidad de dar rienda suelta a los instintos mezcla
de dos identidades, sólo hay un sinfín de intentos vacíos para recuperar a una
chica que llora todo el tiempo.
La historia de los libros que se interponen
Noggin es un libro interpuesto. Un
libro que llega y mira su lugar en la cola y finge que alguien de delante le
conoce. Ese alguien soy yo. El descaro me puede y acabo dejándolo pasar. Este
tipo de historias no siempre salen bien, ya que el tiempo que se ha llevado el
chico de la cicatriz en el cuello, bien podría haber sido invertido en una
Marina Keegan que lleva rato esperándome o una Link cuya última tanda de
cuentos dejé a la mitad.
Pero
esta historia va de agarrar lo que llegue. Esta historia está animándome a que
vuelva a hacerlo. Con los libros, con las personas, con lo que siento. Me
refiero a entender que hay cosas que están llegando y cosas que ya no están. Lo
que aprende Travis al final (muy al final) es que aquello que empieza de cero
es mil veces mejor que aquello que nunca sucedió. Y aunque da miedo renunciar
al tiempo de espera que ya fue invertido, aunque asusta entender que hemos
mirado en la dirección incorrecta durante demasiado tiempo, siempre es un buen
momento aquel en el que dejas de hacerlo. Esperar, digo. O rezar o rogar o
cualquier otro verbo que indique la intervención de una fuerza externa para que
algo suceda en nuestra vida.
(Imagen de Pepedsgn) |
Tienes toda la razón, sabía que te había molestado ese sentimentalismo que yo decidí perdonar para quedarme con la idea de un coming-of-age paralelamente físico y mental. Adaptarse a la vida "en cuerpo y alma". El punto álgido del sentimentalismo que mencionas llega en la escena de la tumba que también me pareció un poco tear-jerker.
ResponderEliminarTambién me faltó un poco más de desarrollo en cuanto a un conflicto potencial entre su mente de siempre, el chico es listo, y su nuevo cuerpo de atleta. ¿Qué hacer con el resto de mi vida? ¿Hacia dónde me dirijo? ¿Cómo me canalizaré? Creo que de ahí se podría haber sacado mucho más y no solo que es capaz de hacer más flexiones y tiene más reflejos jugando a los videojuegos.
De todas formas a mí me pudo la idea-semilla , las relaciones con su familia y cierta valentía que se le puede otorgar al autor al defender que "el alma" está en el cerebro, te decía que el libro está de rabiosa actualidad porque un científico loco dice que en 2016 será posible hacer lo que propone la novela ;) También me gusta el estilo, a ti también, pero yo ya había leído un libro del autor antes.
Ahora DeLillo, he decidido leérmelo todo de principio a fin en orden cronológico, el miércoles empiezo End Zone del que no sé mucho más que puede ser que me encuentre una historia parecida al del sueco de Roth en Pastoral Americana pero al revés ;) Curiosamente todo el mundo ha empezado por Punto Omega, te puedo decir que es algo distinto al resto pero me parece una muy buena elección. Si te gusta puedes ir a por algo más novelado y entretenido, Punto Omega es un poco hueso duro, como White Noise.
Ya me contarás, la reseña me la llevo para meterla en el libro y repito, tienes toda la razón.
Un abrazo.
Hola Jose,
Eliminarsupongo que hay una fina línea entre lo que puedo tolerar y lo que no en YA. La producción es descabellada y su contenido a veces innecesario. Lo cierto es que esperaba más de Corey, quizás por lo que había leído de él.
No me parece una mala novela. Ni mucho menos. Pero no puede salirse de su género y es algo que no va conmigo. Aquellas historias que tienen las limitaciones del público al que van dirigidas es algo que me rechina, siempre. Y más, como ya digo en la reseña, viniendo de leer a Andrew Smith que es una auténtica joya.
Gracias por pasarte!!
Un abrazo.