Lo
cierto es que he evitado hablar de este libro tanto tiempo como me ha sido
posible. No tengo las facultades ni las ganas de remover la basura el tiempo
suficiente como para no sentir nauseas. Porque si hay algo por lo que destacan
las memorias de Édouard Louis, es por el vómito seco que acampan a lo ancho y
largo de todas sus páginas. Todo está ahí. No me lo estoy inventando. La
rugosidad de cada palabra, el olor insoportable y, por último, el miedo y el
asco regurgitado con el fin de explicar qué es y que no es una infancia
difícil. Y es que ser uno mismo puede ser un error fatal si tu piel decide por
sí misma repudiar a la mugre existencial de todo lo que la rodea.
Camina entre nosotros pero no es uno de los
nuestros
¿Es
un gesto cargado de teatralidad? ¿Es una forma de caminar inusitadamente
femenina? ¿Es una voz aguda que se asusta de lo estentóreo? Nadie sabría
concretarlo. Pero el pequeño Eddy Bellegueule no es como los demás niños. No es
fuerte. No camina erguido. Y cuando le escupes, no hace el más mínimo intento
por defenderse. Sonríe mientras la flema le recorre la cara. Intentar agradar a
aquellos que te rechazan de forma abierta es la jugada maestra de un instinto
de supervivencia arrollador y mezquino. Justo como el de Eddy, cuyo dolor tiene
que disfrazar en un intento desesperado por impedir que el mundo en el que ha
nacido lo engulla y lo vomite convertido en una parodia de sí mismo.
Esta
autobiografía terrorífica no permite concesiones. Llama a las cosas por su
nombre. Insulta más de lo necesario y pisotea hasta la última de las flores que
tienen el atrevimiento de surgir. En un contexto social absolutamente precario,
donde los roles se asientan en función de las necesidades mermadas del grupo,
salirse de la norma es una sentencia de muerte. La costumbre reproduce patrones
de comportamiento anticuados porque estos hombres y mujeres viven en una
prehistoria contemporánea. Apartados del cambio, siguen amaneciendo con el sol,
fuerzan a sus mujeres a copular en contra de su voluntad y ahogan en el río al
hijo invertido.
Tenéis tres opciones: escapar, esconderos o
morir
Si
hay un acierto indudable en estas crónicas no autorizadas de la clase obrera
francesa, es su absoluta desolación en cada uno de sus míseros detalles. No hay
atisbo de luz, no hay salvación, ni amago de belleza en ninguna de sus páginas.
Y digo acierto porque construir o recrear una historia en estas condiciones es
algo digno de mención. Louis no nos deja mirar a otro lado, ni siquiera el
deseo se nos muestra como una recreación placentera. Todo es óxido y grava.
Todo es derrotero y perros abandonados a los que llamamos “hijos” por pura
cortesía sin saber muy bien hacia quién.
También
es cierto que, como primer libro, el autor pierde un poco el tono en ciertos
pasajes. Y la voz se retrotrae a recuerdos que en numerosas ocasiones es
difícil ligar con la trama principal. Quizás es una de las cosas que más me ha
rechinado en conjunto. Ver cómo la voz del narrador confunde ambientación con
subtramas ha sido un desacierto estilístico que ha llegado a restar fuerza al
conjunto, provocando que el foco de interés se alejase de lo que realmente
importaba en esta historia.
La única manera de proteger a los que no
regresaron
Nos
lanzan desde la parte más alta de los edificios. Nos electrocutan. Nos marcan.
Nos aíslan. Nos castran y nos anulan. Intentan curarnos. O dejarnos sin voz.
Intentan convencernos de lo ílicito y de las barreras que no debemos superar.
Nos obligan a no mirarnos entre nosotros. Nos gestionan el deseo. Adoctrinan
nuestras erecciones. Nos abofetean. Nos insultan. En una fase temprana, incluso
sin haber tocado nunca a otro humano, nos condenan. Pero seguimos naciendo.
Seguimos apareciendo con cada nueva estación. Mejoramos. Nos adaptamos a la
falta de oxígeno, reescribimos nuestro propio concepto. Aprendemos incluso sin
explicaciones ni teorías. Agudizamos el oído, la mirada y las ganas de no mirar
a otro lado. Y nos extendemos a través de la cultura imperante. Aprendemos las reglas
y lo apostamos todo. Édouard Louis narra en primera persona esta supervivencia
imperiosa. Esta enfermedad que nos inmuniza ante aquello que quiere reubicarnos
debajo de una suela, en la esquina más desolada de la historia. Édouard Louis
asfalta un nuevo trozo de camino con su libro. Un camino que nos acerca a un quién que ya intuimos y nos aleja de una
absolución que no necesitamos. Un camino que recorremos con los zapatos de aquellos que no regresaron de la caída.
Antes de llegar al párrafo en el que hablas de lo que te rechina he notado que hay algo que no te deja lanzarte de cabeza a una historia que tiene todas las de ganar, pruebas el agua con el pie primero y tiritas un poco del frío. A un lector que mira a la cara sin pestañear a Agota Kristoff por ejemplo, a un lector como tú no le pasa eso, el problema está en el libro y, a decir verdad, me lo esperaba. Llevo viendo a este chico en televisión desde que publicó la novela, me la han regalado, en Francia ha sido éxito de ventas y crítica pero ya sabes lo que me pasa con la literatura francófona actual. Me lo veía venir, hay algo en el tono de tu reseña que invita a la prudencia y que da una perspectiva certera, te digo desde ya que el libro a priori parte con una sola estrella, todo será leer y ver.... Si me equivocado ya me lo aclararás cuando vuelva. Un abrazo.
ResponderEliminarHola José! Sí, no es lo mejor que he leído este año, pero sin embargo el tema que toca puede ser interesante en tanto que no ha sido explotado mucho en la literatura. A pesar de la fuerza del relato, que es mucha y auténtica, no puedo desligarme de la sensación de que narrativamente está un poco lejos de mí. No sé si queda claro o me estoy yendo por las ramas, pero lo cierto es que esperaba más de Louis. A sabiendas que las expectativas nunca son justas.
EliminarNo sé, prueba tú. Y dime. A veces tengo el músculo crítico en baja forma.
Gracias por pasarte!
Imposible resistirse tras leer tu reseña... Ya lo tengo conmigo, y espero disfrutarlo en breve.
ResponderEliminarBesos
Hola Cristina!
EliminarAdvierto que es un libro duro. Pero creo que eres una lectora fuerte, de esas que no tienen miedo a lo que llega.
Ya me contarás!