Noggin. Una sola palabra en el título y
toda una portada para especular. Chaveta, chorla, mollera. El lugar donde nacen
todas las expectativas y las frustraciones. El 90% de nuestros aciertos y de
nuestras pifias más absolutas suceden de cuello para arriba. Cuando todos
empezaron a hablar de una novela sobre la incapacidad de una cabeza de
adaptarse a su antigua vida con un nuevo cuerpo, no pude negarme. Entré de
lleno en la historia de Travis Coates y su segunda oportunidad. Otra de mis
incursiones de este año en toda esa literatura adolescente que tenía pendiente.
Lo que encontré, sin embargo, fue un pelín desconcertante y poco explosivo.
Vayamos por partes (prometo no hacer ninguna otra broma fácil).
domingo, 19 de abril de 2015
lunes, 13 de abril de 2015
Jungla de Saltamontes
Jamás
hubiese leído algo como Jungla de
Saltamontes. No sabía quién era Andrew Smith hasta hace un par de meses. Y
esa portada horrible de tres adolescentes huyendo por un maizal, perseguidos
por un ejército de mantis cicladas no tenía nada que ver conmigo. Claro que la historia tiene una forma
retorcida y truculenta de hacerte ver lo que necesitas ver de un modo u otro. Y
no hay instrumento del destino más afilado que este señor y sus reseñas sobre toda esa literatura de serie B por la que me siento fascinado. No tardé mucho
en encontrar el libro en la última balda de una estantería cualquiera de una
librería cualquier de Barcelona. Detrás de un montón de romances paranormales y
chicas anémicas, aparecieron miles de patitas de insecto curvadas, de antenitas
diabólicas capaces de detectar al lector que las buscaba. Jamás hubiese entrado
en esto por mí mismo. Pero la historia ha demostrado que todas las veces que
tomamos un camino que no aparece en nuestros mapas, llegamos a lugares que
nunca habíamos visto. Los mapas no sirven para nada. Check. Los adolescentes y
los bichos sólo quieren follar. Check. La lectura más bizarra de la década.
Check.
domingo, 5 de abril de 2015
Para acabar con Eddy Bellegueule
Lo
cierto es que he evitado hablar de este libro tanto tiempo como me ha sido
posible. No tengo las facultades ni las ganas de remover la basura el tiempo
suficiente como para no sentir nauseas. Porque si hay algo por lo que destacan
las memorias de Édouard Louis, es por el vómito seco que acampan a lo ancho y
largo de todas sus páginas. Todo está ahí. No me lo estoy inventando. La
rugosidad de cada palabra, el olor insoportable y, por último, el miedo y el
asco regurgitado con el fin de explicar qué es y que no es una infancia
difícil. Y es que ser uno mismo puede ser un error fatal si tu piel decide por
sí misma repudiar a la mugre existencial de todo lo que la rodea.
martes, 10 de marzo de 2015
Claus y Lucas
He
acabado siendo víctima de un libro. Sí, un libro me ha hecho bullying, o boolyng, o como se diga cuando un libro te destroza por el simple
hecho de ser un ingenuo. Y es que nada
es tan simple como parece. Ni tan superficial como para no ahogarte en el
proceso. Sí, el libro de Agota Kristof que publicó allá por 1986,
cuando yo acababa de nacer, no es trigo limpio. Es duro en todas las acepciones
del término. Y juega contigo. Con la idea de literatura. Y con la multiplicidad
de narradores. Este libro ha visto más países que yo. Se ha acostado con más
mujeres. Y escupe mucho más lejos. Me siento como Kate Winslet asomada a la
baranda del Titanic y manchada por completo con su propia saliva. Tres niveles
de realidad. Tres historias contenidas unas en otras. Juegos mentales e
identidades solapadas. No, no estoy reseñando la última de Christopher Nolan.
Este libro ya estaba en el mundo mucho antes de que este señor hiciese cine.
miércoles, 4 de marzo de 2015
Book Haul - Febrero 2015
He llegado a la conclusión de que no puedo responsabilizarme de los libros de los
que hablo. Y esto lo digo en pleno uso de mis facultades, que no son muchas. No
existe elección por mi parte. Y si no soy el que elige, no puedo ser el que
asume. Puede que parezca todo lo contrario. Puede que me veas en algún
mercadillo de segunda mano o en alguna Central cometiendo el pernicioso acto de
intercambiar oro por especias. Y claro, eso podría llevar a cualquiera a una
interpretación errónea. No hay nadie más en mi cama, pero igualmente voy a
decirlo. ¡No es lo que parece! Para empezar hay libros que no entran en mi campo
de visión. Libros que pasan por mi lado y que dejan la misma huella que toda
esa gente que va en el metro en hora punta. En segundo lugar están aquellos
libros que mi cuerpo rechaza. La arcada bibliográfica. Libros que me hacen
mirar a otro lado. Después están los libros que no me eligen a mí, libros con
los que intento tener algo pero que no se presentan al encuentro, libros para
los que no soy lo suficientemente inteligente o divertido. Libros que no
quieren aparecer conmigo en Instagram. Libros-filtro que miran desde arriba a
humanos bajitos como yo. Y por último
están los libros que aún no sé que existen. Libros que me esperan. Libros con
los que quiero cruzarme, pero con los que nunca llego a colisionar. Éstos son
los peores. Éstos me dejan con la sensación hueca de que ahí fuera hay una
historia para mí que está siendo escuchada por cualquier otro. Una narrativa a
la que también le gustan los domingos pero que todavía no sabe cómo me llamo.
Al final, sólo quedan los que son. Estos que traigo. Estos que existen e
insisten. A mí ya me valen. Yo no me responsabilizo de ellos. Pero ellos asumen
el riesgo.
viernes, 27 de febrero de 2015
Cada día
He
vuelto al instituto. He guardado en mi taquilla los libros de química y la he
cerrado con un golpe. Sí, mis hormonas también han vuelto. Me he sentido
invisible. Otra vez. Y me he convertido en la reina del baile, otra vez. He
acosado a los blandengues. Y se han reído de mí al tartamudear. He odiado a mis
padres. Me he odiado a mí mismo. He visto cómo mi cuerpo se despertaba ante los
estímulos más inesperados. Y me he enamorado de todas las personas incorrectas.
Sólo he pasado una semana con el libro de David Levithan, pero Cada día me ha hecho sentir como el
chico de intercambio que no entiende nada, pero que asimila las nuevas reglas a
la velocidad del sonido. He conocido a muchas personas. Y todas eran yo. Es una
novela rara. Quizás algo intensa. Pero ¿quién no es raro e intenso con
dieciséis años?
domingo, 22 de febrero de 2015
La escuela de la carne
Admito
que he entrado por la portada. Sé que es Mishima, sé que su historia truculenta
de pasiones mal direccionadas me ha hecho quedarme. Pero un día entré en la
librería y fui consciente de esta edición de bolsillo de portada maravillosa y
decidí que se venía conmigo. Da igual lo que fuese a buscar ese día. A efectos
prácticos, ya ni importa. Fue esa nuca inesperada, fueron las ondas irreales
del pelo de alguien que parece dormir. La tranquilidad de un muerto sin nada
que decir. La calma inexacta de tener cerca y no tener acierto alguno a conocer
a la persona que duerme a nuestro lado.
Sí,
la portada me arrastró sin saber que esa imagen extraña ya era parte de la
historia que Mishima me estaba contando. La historia de cómo podemos forzar a
otro humano a compartir con nosotros nuestra propia red de mentiras.
miércoles, 11 de febrero de 2015
El atlas de ceniza
La
narrativa postapocalíptica está de moda. Hay cientos de referencias invadiendo las
librerías. Curiosamente, el título más demoledor, el hijo no reconocido del
género, no lo vas a encontrar junto a los demás.
A
finales de 2013 Alpha Decay publicó la colección de relatos más extraña que he
tenido el acierto de leer. Y digo ‘relatos’ porque no sé dónde meter todo lo
que sale del texto de Blake Butler, pero lo cierto es que no es una narrativa
que pueda ser clasificada. El libro es una fisura extraña dentro de la ciencia
ficción donde se instala la alegoría entendida en términos bíblicos. Algo así
como la precuela espiritual de La
carretera de Cormac McCarthy. Un híbrido entre dos especies destinadas a
cazarse mutuamente. Una abominación que respira y que sobrevive contra todo
pronóstico.
sábado, 7 de febrero de 2015
Autorretrato
Alguien
que sabe de qué pozos literarios puedo sacar agua me recomendó Autorretrato de Édouard Levé. Estoy en
un punto de mi vida en el que si sigo aceptando recomendaciones literarias,
tendré que renunciar a mi trabajo. No existe tiempo posible para hacer frente a
la suma de lo que debería leer, lo que tengo que leer y lo que quiero leer. Sin
embargo, me ofreció una frase. Quizás dos. Y paré todas las lecturas del
momento porque me estaba mostrando un material ineludible.
Hace un tiempo
convertí Autorretrato con radiador
del francés Christian Bobin en uno de mis libros de cabecera. Y, de pronto,
llega a mi vida otro francés que se mira a sí mismo y se va quitando la ropa
ante un lector que pide más. Y yo, que tengo una tenia en el ojo, no puedo
parar de observar o de leer o lo que sea que haga cuando me enfrento a este
tipo de autores. No, no es casualidad que no pueda apartar la mirada del país
que inventó el término voyeur.
domingo, 1 de febrero de 2015
Book Haul - Enero 2015
He
ido a grupos de autoayuda. Ya sabes, eso de sentarnos en círculo para que la
mierda de cada uno nos salpique a todos. He dicho mi nombre en voz alta. He
comido galletas caseras en el descanso reglamentario de diez minutos. Y casi
llega a interesarme todos esas historias confidenciales y previsibles. Me he
portado bien. Me he mantenido alejado de las librerías. De la blogosfera.
Cuando alguien, en alguna fiesta, ha nombrado a Houellebecq, me he puesto mi abrigo
y me he marchado. Sin importar el frío que hiciese fuera. Sin importar lo
literario que pudiese ser volver a casa en metro a partir de ciertas horas.
Renuncié a todos esos elementos satélites que van con mi objeto nocivo
favorito. Le dije adiós a las camisas de cuadros, a las gafas de pasta, a la
leche de soja, a las pelis que salían victoriosas de Sundance. Intenté
simplificarlo todo. Que Nobel fuese una marca de tabaco. Que Donna Tartt fuese
sólo una señora con un corte de pelo bonito. Alpha Decay, una fraternidad
universitaria de segunda que no puede permitirse tres letras griegas. Juro que
he hecho todos mis ejercicios de respiración. De autocontrol. De mediocridad. He
llevado una chapa que decía UN MES LIBRE DE LIBROS. Luego otra que decía DOS
MESES LIBRE DE LIBROS. Y aquí estoy. No tengo remedio. He echado tanto de menos
la sensación de que todo se me iba de las manos. Tanto de menos saber que
estabas esperando esto. Soy nocivo. Y compro libros.
sábado, 3 de enero de 2015
domingo, 14 de diciembre de 2014
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